lunes, 23 de marzo de 2009

PRIMERA CATA EN MEXICO EN GLOBO AEROSTATICO

Como es de todos sabido el hombre ha experimentado, desde hace milenios, el anhelo de volar como las aves. De elevarse por los aires y tener la libertad de movimientos que poseen esos animales, que se desplazan libremente por tres dimensiones. De allí que muchísimos hayan sido los intentos del hombre por imitar a las aves, y levantar el vuelo hacia las alturas y desplazarse por los aires en vuelo veloz..

Al recordar a los primeros seres humanos que concibieron la posibilidad de subir al espacio aéreo en un artefacto de su creación, el primer nombre que viene a la mente es el de Leonardo da Vinci (1452-1519), el inmortal genio del Renacimiento italiano, quien no solamente fue pintor y escultor, sino también arquitecto, músico, ingeniero, geólogo, matemático e inventor. En esta faceta diseñó, en 1486, una máquina capaz de volar, artilugio al cual denominó ornitóptero (vocablo que en idioma griego significa “con alas de pájaro”), invención que para algunos es el antecedente del moderno helicóptero.

En la historia de los inventores que imaginaron un aparato que permitiese al hombre elevarse por los aires, suele olvidarse al sacerdote jesuita e inventor (nacido en Sao Paolo, Brasil) Bartolomeu Lourenco de Gusmao, quien en el año 1709 solicitó de Juan V, rey de Portugal, la patente sobre la invención de su “instrumento de andar por el aire”. El monarca lusitano le concedió el privilegio solicitado, y el 8 de agosto de ese año, en la Casa de las Indias, de Lisboa, hizo una demostración de las posibilidades de ese globo de aire caliente, que se levantó cuatro metros en medio del pasmo de los asistentes convocados a esa exhibición. Dicho aeróstato fue llamado Passarola.

El primer ser humano que dejó el suelo terráqueo y se elevó por los aires fue el físico francés Jean-Francois Pilatre de Rozier quien, en compañía del marqués de Arlandes, subió en un globo aerostático el 21 de noviembre de 1793, en los jardines del Palacio de Versalles, delante del rey Luis XVI.

La historia ha recogido la versión de que Jacques Etienne y Joseph Michel Montgolfier, inventores de ese artefacto, subieron en un globo tres animales: una oveja, un pato y un pollo, a bordo de una cesta sujeta al globo aerostático para conocer los efectos del aire en las alturas. Después se pensó en que algún hombre se elevase en ese globo, pero se consideró que podía morir en el intento, y por ello decidieron que dos condenados a muerte fuesen a las alturas, suponiendo que si algún daño sufrían no sería lamentable su fallecimiento, ya que en una fecha próxima iban a ser ejecutados. Jean-Francois Pilatre de Rozier pidió al rey que no fuesen dos criminales condenados a muerte quienes tuviesen el honor de ser los primeros hombres en volar en un globo aerostático. Francois Laurent, Marqués de Arlandes intercedió ante Luis XVI para que Jean-Francois Pilatre de Rozier, y él mismo, fuesen los primeros en efectuar ese vuelo aéreo. El globo inventado por los hermanos Montgolfiuer (pioneros en Francia en la aplicación de la flotabilidad de un vehículo utilizando aire caliente) se elevó a una altura de cien metros sobre el nivel del suelo, pero cabe hacer la aclaración que estaba sujeto a tierra por cuerdas. Un mes más tarde tuvo verificativo el primer vuelo piloteado por seres humanos, en un globo de los hermanos Montgolfier. En el Bosque de Bologne, en la ciudad de Paris se elevó ese artefacto y se desplazó 9 kilómetros del lugar de la partida. La duración de ese vuelo fue de veinte minutos. Este artilugio fue llamado Montgolfiere o mongolfiera.

En la historia de los primeros vuelos en globo figura también el brasileño Alberto Santos Dumont (1873-1932), quien desarrolló una intensa actividad como aeronauta. Es célebre su vuelo del 23 de marzo de 1898, cuando se elevó desde el parque de Vaugirard, en Paris, y recorrió 100 kilómetros en un recorrido de dos horas.

En México uno de los pioneros en los vuelos en globos aerostáticos fue Joaquín de la Cantolla y Rico, nacido en la ciudad de México en 1837. Inspirado seguramente por los globos de los hermanos Montgolfier, y teniendo conocimiento del vuelo realizado por el guanajuatense Benito León Acosta, en la ciudad de Morelia, en el año 1844, se interesó en este tipo de ascensiones aerostáticas. Fue un solterón empedernido que trabajaba como telegrafista para solventar sus gastos personales y los de su creciente afición. Personalmente construía los globos en los cuales se elevaba por los aires. Su ascensión más recordada fue aquella que hizo en 1863 (cuando Maximiliano era Emperador en México), desde la Plaza de Toros del Paseo Nuevo, a donde llegó, vestido de charro, montando un brioso corcel. De un salto bajó del caballo y subió al globo, en el cual se elevó por los aires. Construyó tres grandes globos aerostáticos: Moctezuma I, Moctezuma II y Vulcano. Su último vuelo fue en 1914, cuando contaba con 77 años de edad, acompañado del piloto aviador Alberto Braniff. Las principales peripecias de este singular personaje fueron recogidas por Salvador Toscano, productor y director cinematográfico, quien hizo un documental, en 1899. Casi medio siglo después, en 1944, fue filmada una película comercial acerca de la vida y obra de Joaquín de la Cantolla y Rico.

Me parece en extremo interesante transcribir dos párrafos de Wikipedia acerca de los primeros vuelos en globo aerostático en América Latina. “En México (el primero) fue José María Alfaro, quien consiguió elevarse en un globo aerostático de aire caliente y de cubierta impermeable en 1784, y un año más tarde haría lo propio el militar Antonio María Fernández, en las proximidades de ciudad de Tlaxcala. La primera constancia del vuelo de un globo aerostático en Venezuela, fue cuando González Torres de Navarra era gobernador y capitán general de la provincia de Venezuela, en la época colonial.- El 20 de enero de 1785 se realizó una exhibición para festejar el cumpleaños del monarca. Las dimensiones del globo era de 12 varas de diámetro (aproximadamente 10 m), y en la composición del gas se utilizó aceite y papel. Parece ser que el primer aeronauta de Cuba fue el francés Eugenio Roberston, quien el 19 de marzo de 1828 se elevó en un globo aerostático desde la Plaza de Armas de La Habana, y Adolfo Theodore realizó tres ascensiones en 1830. No obstante, el primer lugareño que consiguió un vuelo de estas características fue José Domingo Blineau, que realizó una primera ascensión el 3 de mayo de 1831 y una segunda en 1833. El primer vuelo en globo en Perú se realizó en la Plaza de Acho de Lima, el 24 de septiembre de 1840, a cargo de José María Flores.[.
A lo largo de todo el siglo XIX se utilizó también con fines bélicos. Durante la Guerra de la Triple Alianza, un globo aerostático cautivo del ejército brasileño permitió observar a la artillería paraguaya. Esta observación se realizó el 6 de julio de 1866, en la que el ingeniero militar argentino, de origen polaco, Roberto A. Chodasiewicz se convirtió en el primer militar latinoamericano en elevarse en globo. Los argentinos Aarón de Anchorena y Jorge Newbery realizaron el 25 de diciembre de 1907, con el legendario globo “Pampero” que el primero había traído desde Francia, el primer vuelo en cruzar el Río de la Plata. El 17 de octubre del año siguiente, el «Pampero» desaparecía en pleno vuelo, posiblemente adentrándose en el mar, sus tripulantes eran Eduardo Newbery, hermano de Jorge, y el sargento Romero. También fue Newbery quien en 1909 piloteó por primera vez el globo aerostático «Huracán», desde Belgrano al Brasil”.
Esta información de Wikipedia me parece motivo de cuidadoso análisis, ya que asienta que el mexicano José María Alfaro se elevó en un globo en 1784, cuando se tiene cabal conocimiento --como lo consigné líneas arriba--- que el primer ser humano que dejó el suelo terráqueo y se elevó por los aires fue el físico francés Jean-Francois Pilatre de Rozier quien, en compañía del marqués de Arlandes, subió en un globo aerostático el 21 de noviembre de 1793, en los jardines del Palacio de Versalles, delante del rey Luis XVI.

En la ciudad de Tequisquiapan, en el estado de Querétaro, se llevó a cabo la Primera cata en México en globo aerostático. El Grupo Enológico Mexicano (que ha celebrado, hasta febrero de 2009 ciento setenta catas “ciegas” de vinos ---de las cuales doce han tenido lugar en la alta montaña de México, en parajes ubicados a una altitud de 4.000 metros sobre el nivel del mar---, en las cuales han sido degustados 1.313 vinos, de 18 países), contando con la invaluable colaboración de la bodega vitivinícola Freixenet de México, organizó una singular degustación de vinos a bordo de varios globos aerostáticos, manejados por el experimentado personal de la empresa Club Aerostático Nacional.

(Al comenzar con la organización de esta cata en globo aerostático ----la número ciento setenta y uno desde enero de 1995--- tenía conocimiento que en la Bodega Zuccardi, ubicada en el área de Maipú, en Mendoza, Argentina, llevan a cabo vuelos en globo para degustar, hedonísticamente, un vino espumante, cuando los visitantes se elevan a sesenta metros sobre los viñedos. En el estado de California, donde el llamado Enoturismo es en extremo importante, llevan a cabo catas gustativas en Temecula, en Napa y en Sonoma. Otro tanto ocurre en Toscana, Italia).

La población de Tequisquiapan fue fundada, según quedó consignado ese hecho en añosas crónicas, el 24 de julio de 1551. El cacique otomí Nicolás de San Luis Montañés ---quien previamente había sido cristianizado por los misioneros españoles--- comenzó a poblar ese nuevo asentamiento de indígenas y novohispanos, y le dio el nombre de Santa María de la Asunción y de las Aguas Calientes. Este nombre hacía alusión a los numerosos veneros de aguas termales que existen en esta pintoresca ciudad del estado de Querétaro.

Cinco años más tarde el nombre original cambió a Tequisquiapan, palabra formada por los vocablos en lengua náhuatl que significan lugar de agua y de tequesquite. Tequesquite proviene de la raíz tequixquitl (tetl = piedra, y quixquitl = brotante): “piedra que sale, brota, por sí sola”. Se trata de una sal natural, de origen mineral, utilizada como sazonador alimenticio.

Se ha señalado en repetidas ocasiones que esta urbe se encuentra en el centro exacto de México, geográficamente hablando. Inclusive un decreto expedido por Venustiano Carranza ratifica que es el “centro geográfico del país”. Sus coordenadas geográficas son 20°58’ Latitud Norte y 99°26’ Longitud Oeste. Está ubicada a una altitud de 1.880 metros sobre el nivel del mar. La distancia desde la ciudad de México es de 183 kilómetros. Pasando la caseta de peaje de Palmillas ---a pocos kilómetros adelante--- se llega a la ciudad de San Juan del Río, y 21 kilómetros adelante está ubicada la pintoresca ciudad de Tequisquiapan.
Acerca de estos aparatos en los cuales es posible elevarse por los aires, mencionaré que en el portal Wikipedia leí que “Un aerostato, montgolfier o globo aerostático de aire caliente es una aeronave no propulsada que se sirve del principio de los fluidos de Arquímedes para volar, entendiendo el aire como un fluido. Siempre están compuestos por una bolsa que encierra una masa de gas más ligero que el aire y de ahí que se conozcan popularmente como globos. En la parte inferior de esta bolsa puede ir una estructura sólida denominada barquilla o se le puede "atar" cualquier tipo de cuerpo, como por ejemplo un sensor. Como no tienen ningún tipo de propulsor, los aerostatos se "dejan llevar" por las corrientes de aire, aunque sí hay algunos tipos que pueden controlar su elevación”.
A las 06:30 horas estaban reunidos los miembros del Grupo Enológico Mexicano en el “globódromo” (un amplio espacio en el campo, a corta distancia de la ciudad de Tequisquiapan), donde el personal del Club Aerostático Nacional dio comienzo a la tarea de inflar los globos. Antes de comenzar la crónica de esta degustación analítica diré que el globo está fabricado con una tela de nylon que es muy resistente a las altas temperaturas (no hay que olvidar que una vez inflado ---introduciendo en su interior aire frío, a la través de la “boca” del globo --- se calentará con gas butano, al encender el quemador, para que se eleve por los aires), y ese material debe tener la característica de ser resistentes a la tensión, para evitar que se rasgue. El globo mide treinta y ocho metros, y está hecho con 1.800 metros de tela. La canastilla en la que se encuentran los paseantes es de ratán, un material a la vez fuerte y flexible. El momento idóneo para efectuar un vuelo en globo aerostático es en las primeras horas de la mañana, cuando el viento es mínimo. En la información proporcionada por el Club Aerostático Nacional se asienta que “utilizando el quemador para calentar el aire del interior se mantiene el nivel de vuelo deseado. Al quemar se asciende y al dejar de hacerlo se desciende. El viento a diferente altitud sopla en diferentes direcciones. Utilizando el quemador se buscan corrientes que soplen en la dirección que se desea seguir. El globo va a donde lo llevan las corrientes de aire. Durante un vuelo de una hora el globo se desplaza de doce a dieciocho kilómetros”.

En esta agradable aventura participaron los siguientes Miembros de Número del Grupo Enológico Mexicano (enlistados por orden alfabético de su apellido) quienes ascendieron en dos globos, tripulado cada uno por un experto capitán); Patricia Amtmann, Pedro Cuadriello, José del Valle, Rafael Fernández, Alejandro Guzmán Galán, Miguel Guzmán Peredo, Raymundo López Castro, Darío Negrelos, Lorenzo Rafael, Gustavo Riva Palacio y Philippe Seguin. Junto con ellos participaron en el vuelo y en la cata Jordi Fos --el enólogo y gerente general de Freixenet de México--, y Ricardo Espíndola, sommelier de esta bodega vitivinícola queretana. Las respectivas parejas de los miembros del Grupo Enológico Mexicano ---quienes no quisieron privarse de la experiencia de este vuelo en globo--- igualmente disfrutaron, a bordo de otros dos globos, de la contemplación de los hermosos paisajes desde el aire, así como de la degustación de los mismos tres vinos evaluados por los catadores. Cada uno de los cuatro globos aerostáticos lucía en el exterior bellos pendones ---hechos por Darío Negrelos--- con la leyenda Primera cata en México en Globo Aerostático, y los logos del Grupo Enológico Mexicano,. Freixenet de México, Turismo de Querétaro, y el propio del estado

En algún momento del ascenso (en el globo en el que yo volaba, conducido en forma magistral por Margarita Benítez, la única capitana en México autorizada para manejar globos aerostáticos), cuando nos habíamos elevado aproximadamente seiscientos metros, y la temperatura en el interior de la canastilla era de 15 grados centígrados, dio comienzo la degustación evaluativa de tres vinos de Freixenet de México. Por razones obvias no se podían hacer ---en ese estrecho espacio, que se mecía suavemente movido por el viento---anotaciones de las características visuales, olfativas y gustativas. Por ello los catadores tenían conocimiento que la evaluación sería cualitativa más que cuantitativa, guardando en la memoria los principales aspectos de cada vino, para intercambiar comentarios posteriormente. Inicialmente probamos el espumoso Doña Dolores Brut Nature Gran Reserva (elaborado de acuerdo al Método Tradicional ---Champenoise---, que es un coupage de Macabeu, Chenin Blanc, Pinot Noir y Saint Emilion). En seguida degustamos el blanco Sauvignon Blanc/Macabeu, cosecha 2007 y después el Viña Doña Dolores 4 Regiones, cosecha 2006 (un coupage de Cabernet Sauvignon, Malbec, Cabernet Franc, Petit Syrah, Merlot, Tempranillo y Pinot Noir, hecho con uvas de cuatro estados de México: Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro y Zacatecas).

Considero pertinente mencionar que la degustación de estos vinos en el globo entraña variantes muy especiales, debido a la altitud (la presión atmosférica es menor), la hora a la cual se realiza la cata, la temperatura, el viento y el hecho de que cuando se acciona el quemador y se quema el gas para elevar el globo hay cambios en el mensaje odorífero que brindan los vinos. Los catadores comentaron, posteriormente, que fue sorprendente la apertura odorífera de los tres vinos, especialmente del vino blanco Sauvignon Blanc/Macabeu, que emitía una verdadera sinfonía de aromas frutales y florales muy variados. Los otros dos vinos, el espumoso y el 4 Regiones, igualmente manifestaron las excelencias aromáticas y gustativas que los caracterizan.

El hecho de elevarse por los aires en un polícromo globo aerostático, admirar las tonalidades luminosas que en el paisaje son producidas por los primeros rayos del sol, en el momento de ir amaneciendo, así como el hecho de degustar en las alturas magníficos vinos mexicanos, constituye una experiencia sumamente placentera, que debería ser hecha por quien gusta de saborear, en condiciones en extremo singulares, los vinos de su preferencia.

sábado, 14 de febrero de 2009

CATA VERTICAL DE 10 AÑADAS DEL VINO MATARROMERA CRIANZA

El paladar, como la vista, el olfato o el tacto,
adquieren con la práctica diversos grados
de sensibilidad, que resultarían increíbles
de no constituir un hecho establecido.

T.G. Shaw
(Wine, the Vine and the Cellar, 1863)

En materia de vinos existen en España 57 Denominaciones de Origen, desde la de Abona hasta la de Tecla, donde están incluidas las de ingreso más reciente: Abona, Bierzo, Taraconte, Terra Alta, Toro, Valle de Güimar, Valle de la Orotana e Ycoden-Daute-Isora. Una de estas Denominaciones es la de Ribera del Duero, incorporada al sistema de las Denominaciones de Origen en 1982, la cual al paso de los años ha adquirido una gran preponderancia, por la finura y calidad de los vinos, especialmente tintos, que allí son elaborados. Basten las siguientes cifras para calibrar el extraordinario crecimiento que, al paso de los años, ha tenido esta Denominación. En 1993 había 64 bodegas, y en 2005 suman 236. En 1993 la superficie de viñedos cubría 10.277 hectáreas, y en 2005 ya son 20.046.

El Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero registra más de 200 bodegas (el número, como ya quedó asentado, era de 236 en el año 2005), y se estima que el viñedo cubre una superficie de poco más de 20.000 hectáreas, sembradas con las cepas siguientes: Tinta del País (Tempranillo), Cabernet Sauvignon, Merlot, Malbec, Garnacha Tinta y la variedad blanca Albillo.

Los vinos de esta Denominación se encuentran dentro de las siguientes cuatro categorías:
Joven, que no tienen crianza, o bien que ésta es menor a los doce meses.
Crianza, cuya guarda es de 24 meses, con un tiempo mínimo en barrica de roble de 12 meses.
Reserva, cuya crianza es de 36 meses, de los cuales transcurre como mínimo 12 en barrica.
Gran Reserva, en los cuales la crianza es de 60 meses, de los cuales por lo menos 24 son en barrica.

Valladolid es el nombre de la ciudad que es capital de la Provincia homónima y así mismo capital de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, integrada por las Provincias de Ávila, Burgos, León, Palencia, Salamanca, Segovia, Soria, Valladolid y Zamora. Con 94.147 kilómetros cuadrados es la más extensa de España y de Europa, y dedica al cultivo de la vid unas noventa mil hectáreas. En la Comunidad de Castilla-León están registradas cinco Denominaciones de Origen: Ribera del Duero (la más importante de todas ellas), Rueda, Cigales, Toro y Bierzo.

Cabe decir que el río Duero (que en Portugal recibe el nombre de Douro), el tercero más extenso de la Península Ibérica, nace en los Picos de Urbión, en Soria, y cruza las Provincias de Burgos, Valladolid, Zamora y Salamanca ---en la frontera con Portugal--- para ir a desembocar en el Océano Atlántico, en las proximidades de la ciudad lusitana de Oporto

Una de las principales ciudades de la Provincia de Valladolid es Valbuena del Duero, verdadero eje neurálgico, vitivinícolamente hablando, de la Denominación de Origen Ribera del Duero. Esta urbe es la sede del Grupo Matarromera “constituido por tres bodegas acogidas a la Denominación de Origen ribereña (Matarromera, Renacimiento y el Centro de Interpretación Vitivinícola Emina), Valdelosfrailes en Cigales y Aldor en Rueda, y la destilería Esdor, que elabora aguardiente y el único brandy de la región, en la localidad vallisoletana de San Bernardo”. En Chile este importante consorcio vinícola, presidido por Carlos Moro, posee la bodega Terravid.

En la página web del Grupo Matarromera leo que “En pleno corazón de la Ribera del Duero, la Bodega Matarromera tiene sus naves semienterradas en la ladera norte del valle del Duero, con unas preciosas vistas que dominan todo el valle, en el término municipal de Valbuena de Duero, en Valladolid.

“Matarromera nace con rotundos éxitos internacionales, y la consecución de los mayores premios y reconocimientos mantenidos a lo largo de toda su trayectoria. Cuenta con una magnífica tecnología para la elaboración de tintos de la mejor calidad. Cuenta con control de temperatura y los depósitos y equipos son de acero inoxidable, su capacidad de elaboración es de 650.000 litros. Produce vinos tintos de crianza, reserva y gran reserva. Los orígenes de las viñas de Emina se remontan a los monjes cistercienses del siglo XII, en Olivares y Valbuena de Duero, que aportaron sus variedades y las adaptaron a la región. En aquella época, cada monje tenía su ración diaria de vino, que era de una Emina. Rememorando esta tradición secular, a mediados de los 90 Carlos Moro crea una bodega de cuidada producción, que cuenta con viñedos propios y excelentes instalaciones. Equipamientos: tecnología punta para la elaboración de tintos de la mejor calidad. Cuenta con control de temperatura, depósitos y equipos de acero inoxidable. Las viñas: tiene 42 hectáreas . Tinta del País, Cabernet Sauvignon y Garnacha”.
A propósito de la palabra Emina (también se escribe Hemina) diré que en el portal Wikipedia leí que se trata de una antigua medida de volumen que se usó en varias provincias de Castilla y León.. Se documenta en la regla monástica femenina, transcrita en el año 976 para ser observada en el monasterio de las Santas Nunilo y Alodia, cerca de Nájera, que permitía a las monjas que bebieran la tercera parte de una emina, ración marcada por San Benito para los monasterios masculinos. Una emina equivale a 250 mililitros.
Por otro lado, recordaré que la variedad Tínta del País es considerada una cepa próxima al Tempranillo, también llamado Tinto Fino. En otros lugares de España suelen darle el nombre a este vidueño de Cesible y Ull de Llebre. En Ribera del Duero la Tinta del País es la cepa más importante.
En un texto que escribí hace algunos años, que vino a ser la crónica de una cata “vertical” de diez añadas de un vino tinto mexicano, de Baja California (organizada por el Grupo Enológico Mexicano, en noviembre de 2005) consigné algunos pormenores acerca de ese tipo especial de degustaciones que lleva por nombre cata vertical. Ahora transcribiré cuatro párrafos de lo que en aquella ocasión escribí a este respecto.”En el mundillo de la degustación de los vinos, una apasionante actividad que, día a día, adquiere notoria importancia, suele hablarse de las catas horizontales y verticales. Las primeras, que generalmente son “ciegas”, comprenden el análisis organoléptico de vinos de la misma añada (cosecha), elaborados con la misma cepa o con el mismo coupage, de diferentes bodegas vinícolas. Las segundas, las verticales, son aquellas degustaciones sensoriales (no “ciegas”) en las cuales son analizados vinos de diferentes añadas, pero todos los vinos ---elaborados con la misma variedad de uva o con el mismo coupage--- proceden, generalmente, de una misma bodega. Existe una variante de las catas horizontales, en la cual los catadores evalúan (usualmente en una cata que no es “ciega”) vinos de diferentes cosechas, generalmente de años consecutivos, elaborados por diversas bodegas con la misma variedad de uva, o con la misma mezcla de cepas.

“El creador de esas denominaciones (vertical and horizontal wine tastings, en el original idioma inglés) fue un distinguido literato inglés, George Saintsbury (1845-1933), quien publicó, en 1931, su libro Notes on a Cellar Book y en esa obra, fruto de su pasión por los vinos, dejó asentados esos términos, describiendo los fundamentos de esas valoraciones sensoriales. Cabe agregar que en honor de ese hombre de letras fue fundado en Londres lo que es considerado el más famoso de los “dining clubs” del Reino Unido, el Saintsbury Club, integrado por 50 asociados, que se reúnen dos veces al año, para conmemorar el natalicio y la fecha de la muerte de ese afamado intelectual.

“Clive Coates, autor del voluminoso libro (de 816 páginas, consagradas a describir los vinos más afamados de la región francesa de Burdeos) Grands Vins, cuyo subtítulo es The finest chateaux of Bordeaux and their wines, señala que “la cata de vinos es un procedimiento sensual, y nada es más subjetivo que el gusto personal”. Por esta razón, válida e indiscutible, se mostró proclive a no calificar con una puntuación determinada las numerosísimas catas verticales que llevó a cabo cuando redactaba esta documentada obra de consulta. Pero afirmó que si no efectuaba una puntuación numérica sí realizaba un comentario, “adulatorio o desaprobatorio” --en sus propias palabras-- acerca de la calidad de los vinos que degustaba, lo que, a su parecer, equivalía a concederles una calificación a esos vinos.

“Cabe agregar, a este particular, que es innegable que a muchos enófilos les parecen mejores (o por lo menos aquellos se muestran más inclinados a preferirlos, lo que es una clara señal de que les agradan más) aquellos vinos que ponen de manifiesto ----por su color y su aroma— la evolución alcanzada por su paso en botella. El color atejado y el bouquet de un vino en el cual se perciben olores de barrica y de vainilla, gustan a muchos catadores, mientras que otros consideran que la tonalidad cromática más acentuada, con francos ribetes violáceos, y los aromas a frutos rojos que no han alcanzado la madurez, son preferibles por sobre las características sensoriales propias de los vinos que han sido guardados por algunos años en su envase vítreo”..

Una vez hecha esta introducción, diré que con motivo de la visita a México de Carlos Moro, presidente de Grupo Matarromera, Bodegas La Negrita (que representa en México a esa importante empresa vitivinícola afincada en el corazón de Ribera del Duero) invitó a los Miembros de Número del Grupo Enológico Mexicano a participar en una cata “vertical” de diez añadas del vino tinto Matarromera Crianza.

La Mesa de Catadores estuvo integrada esa tarde por los siguientes enófilos: Carlos Moro, Beatriz Moro, Pilar R. De Manzaneque, Areli Curiel, Rodolfo Fonseca Larios, Rafael Fernández Flores, Darío Negrelos, Gustavo Riva Palacio, Mauricio Romero Gatica, Jorge Liévano, René Rentería y Miguel Guzmán Peredo.

Las calificaciones están basadas en los parámetros que maneja el Grupo Enológico Mexicano. Aquellos vinos cuya calificación oscila entre los 50 y los 59 puntos son considerados “no recomendables”. Si la puntuación se halla comprendida entre los 60 y los 74 puntos, son juzgados “bebibles”. Una calificación entre los 75 y los 84 puntos permite evaluarlos como “buenos”. Si el puntaje oscila entre los 85 y los 94 puntos, son juzgados “muy buenos”. En el caso de que la calificación esté comprendida entre los 95 y los 100 puntos, entonces alcanzan la categoría de “extraordinarios”.

Las añadas degustadas en esta cata “vertical” fueron las siguientes: 1997, 1998, 1999, 2000, 2001, 2002, 2003, 2004, 2005 y 2006. En estricto apego a la verdad puedo calificar de extraordinaria esta degustación, ya que en España, según comentó Carlos Moro momentos antes de que la cata diera comienzo, únicamente se han realizado dos con ese número de añadas., y la celebrada el viernes 13 de febrero, en el restaurante “El Lago”, es la primera que se lleva a cabo fuera de España.

De acuerdo al Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero las diferentes añadas fueron calificadas de la siguiente manera:

1997: buena
1998: muy buena
1999: excepcional
2000: muy buena
2001: excepcional
2002: muy buena
2003: muy buena
2004: excepcional
2005: muy buena
2006: muy buena

Todos estos vinos Matarromera crianza son monovarietales 100% Tinta del País, y tuvieron una crianza de 14 meses en barrica de roble y un posterior reposo en botella durante diez meses.

Una vez obtenido el promedio de las doce calificaciones, suprimiendo la calificación más alta y la más baja, los resultados fueron los siguientes:

1.- Añada 2004: 90.90 puntos
2.- Añada 2005: 90.50 puntos
3.- Añada 206: 90.00 puntos
4.- Añada 2000: 88.00 puntos
5.- Añada 2003: 87.50 puntos
6.- Añada 2001: 87.20 puntos
7.- Añada 2002: 87.10 puntos
8.- Añada 1999: 86.80 puntos
9.- Añada 1998: 83.00 puntos
10.- Añada 1997: 82.50 puntos

Me parece sumamente interesante consignar que si no se hubiesen eliminado las calificaciones mas altas y las más bajas, los resultados hubieran sido los siguientes, que son muy similares a los anteriores, sobre todo el en caso de los vinos que ocuparon los tres primeros lugares.

1.- Añada 2004: 90.75 puntos
2.- Añada 2005: 90.50 puntos
3.- Añada 2006: 90.00 puntos
4.- Añada 2000: 87.66 puntos
5.- Añada 2001: 87.08 puntos
6.- Añada 2003: 86.91 puntos
7.-Añada 1999: 86.75 puntos
8.- Añada 2002: 86.58 puntos
9.- Añada 1998: 82.83 puntos
10.- Añada 1997: 82.16 puntos

Para concluir, señalaré que, de acuerdo a los parámetros que maneja el Grupo Enológico Mexicano, ocho de los diez vinos Matarromera Crianza degustados en esta singular cata “vertical” quedaron ubicados en la categoría de “muy buenos”.

guzmanperedo@hotmail.com
www.enologicomexicano.com

lunes, 9 de febrero de 2009

DECIMA SEGUNDA CATA EN LA ALTA MONTAÑA CON VINOS DE FREIXENET DE MEXICO

Si yo viera sólo un instante
Las siempre nevadas cimas
Del alto Popocatépetl
Y del gigante Iztaccíhuatl,
¡ay, cómo gozara mi alma!
¡ay, cuánta fuera mi dicha!
¡montañas americanas!
¡hermosas montañas mías!

(Mis Montañas)

JOAQUIN GOMEZ VERGARA


El Grupo Enológico Mexicano ha realizado, hasta el día 8 de febrero de 2009, ciento sesenta y nueve catas “ciegas” mensuales, de las cuales doce han tenido por hermoso escenario diferentes parajes de la alta montaña de México. La primera de estas insólitas degustaciones analíticas tuvo lugar el 5 de diciembre de 2004, en un sitio próximo a “La Joya”, el punto de ascenso más frecuente que los montañistas utilizan para alcanzar la cima de la montaña llamada Iztaccíhuatl, cuya altitud ha sido estimada en 5.286 metros sobre el nivel del mar.

La palabra náhuatl Iztaccíhuatl está formada por las raíces Iztac = blanco (a) y Cíhuatl = mujer. Por lo tanto, al contemplar esa hermosa cumbre nevada tenemos la certeza de que su nombre le fue bien impuesto. Pero cabe hacer la aclaración que el nombre original fue Iztactépetl (iztac = blanco (a) y tépetl = cerro), ya que - –a la distancia— semeja una mujer yacente, de nívea vestimenta. Muy frecuentemente se le da la denominación de “La mujer dormida”, por la postura que tiene, semejante a una mujer acostada mirando al cielo.

Como pormenor curioso mencionaré que los habitantes de los poblados circunvecinos suelen dar a la Iztaccíhuatll el nombre de “Rosita”, y también la llaman “la volcana”. Por otra parte, al Popocatépetl le han dado la designación de “Don Goyo”, y también le dan el nombre de “Gregorio”, coloquialmente hablando.

Esta montaña, la Iztaccíhatl, es, por su altitud, la tercera en México (y la sexta altitud en América Del Norte), después del Citlaltépetl (citlalin = estrella y tépetl = cerro) , también llamado Pico de Orizaba, de 5.644 metros; y del Popocatépetl (popoca = humo, humeante y tépetl = cerro), de 5.452 metros.

Acerca de la altitud de la Iztaccíhuatl diré que en el libro Las montañas de México (de mi autoría), publicado en 1968, incluyo el testimonio del geógrafo mexicano Jesús Galindo y Villa, quien en su obra Biografía Física de México (1926) señala que “Su altitud es de 5.286 metros sobre el nivel del mar, según dato de la Comisión Geográfica-Exploradora de 1908. Forma parte de la Sierra Nevada, entre los Valles de México y Puebla, y se halla a los 19 grados 11 minutos Latitud Norte y 00 grados 27 minutos Longitud Este de la ciudad de México”.

Yarza de De la Torre consigna en su libro Volcanes de México (1971) que “La Iztaccíhuatl, de siete kilómetros de longitud, se localiza al norte de Popocatépetl. Más de seis kilómetros de longitud de esta montaña están cubiertos de nieves perpetuas, y se distinguen en esta mole blanca, de norte a sur, tres alturas: la “cabeza”, con 5.146 m de altura; el “pecho”, con 5.286 m y los “pies”, con 4.740 m sobre el nivel del mar”.

En la revista Arqueología de México, en la edición correspondiente al bimestre enero-febrero de 2009, en un número consagrado a Los volcanes de México, Johanna Broda (en su artículo titulado “Simbolismo de los volcanes”) le da una altitud de 5. 230 metros.

La idea de llevar a cabo aquella primera cata en la alta montaña de México provino del conocimiento de que en Argentina, en un sitio próximo al Aconcagua, en un establecimiento turístico que lleva por nombre “Puente del Inca”, a una altura de 2.720 metros sobre el nivel del mar, había tenido lugar una cata, en la cual fueron degustados varios vinos de la prestigiada Bodega Familia Zuccardi, de Mendoza. En el boletín on-line Argentinewines.com leí, a mediados de octubre de 2004, esa noticia, que me pareció motivante para realizar una degustación similar a mayor altitud. Para ampliar esta información conversé luego con Sven Bruchfeld, enólogo de Viña MontGras ---una empresa vitivinícola de Chile---, quien me informó que en las estaciones de esquí chilenas de Farellones y de Portillo (ubicada la primera a treinta y cinco kilómetros de Santiago, y a una altitud de 2.400 metros, mientras que la segunda se halla a ciento sesenta kilómetros de Santiago, y su altitud es de 2.850 metros sobre el nivel del mar) habían celebrado varias degustaciones de vinos.

Una de las finalidades de aquella singular cata (y de las once posteriores, que vinieron a ratificar lo que encontramos en la primera degustación) era conocer cuáles son los cambios registrados, principalmente en la percepción ---de parte de los catadores---, de los aromas y sabores, que muestran los vinos, cuando la degustación tiene verificativo en un sitio de la alta montaña, a una altitud (aproximada o superior) de cuatro mil metros sobre el nivel del mar. En este sitio montañoso la presión atmosférica, que a nivel del mar es de 760 milímetros de mercurio, es de 460 milímetros, y por lo que respecta a la presión parcial de Oxígeno --que a nivel del mar es de 181 milímetros de mercurio-- ésta es, aproximadamente, de 85 milímetros.

Los resultados de estas degustaciones han sido sorprendentes, ya que en esas alturas hay menos masa de aire, lo que permite que los aromas dentro de la copa se evaporen con mayor facilidad. Las cualidades aromáticas de los vinos resaltan más claramente, en un mensaje odorífero en extremo singular.

En aquella cata de diciembre de 2004 salió el contingente de catadores del Grupo Enológico Mexicano de la ciudad de México hacia la ciudad de Amecameca (distante 70 kilómetros, y a una altitud de 2.480) metros. Luego siguió, en todo momento viajando en automóvil, a ”Paso de Cortés”, 23 kilómetros adelante y a una altitud de casi cuatro mil metros sobre el nivel del mar. Por este collado montañoso, entre el Popocatépetl y la Iztaccíhuatl, se supone que pasaron, en el año 1519, las huestes del conquistador español Hernán Cortés para encaminarse a la capital del imperio azteca: Tenochtitlan. De no haber estar vedado, en diciembre de 2004, el acceso a Tlamacas (distante 5 kilómetros y a una altitud de 3.980 metros), en virtud de que desde 1994 ese volcán ha estado manifestando intensa actividad eruptiva, nos hubiésemos aproximado a la base de esta montaña, para admirar de cerca su hermoso cono.

De ”Paso de Cortés” seguimos entonces hacia el paraje dominado “La Joya”, ubicado a poco menos de ocho kilómetros, y a una altitud aproximada de 4.000 metros. Es conveniente mencionar que en varias fuentes de información leí que la altitud en ese sitio era de 4.050 metros sobre el nivel del mar, y que en dos altímetros que nosotros llevábamos registramos dos altitudes diferentes: 3.805 metros y 3.835 metros. La presión, expresada en mm de Hg, fue de 479.5. Mediante el aparato llamado G.P.S. (Global Positioning System) quedó señalado el lugar geográfico en el cual nos encontrábamos: 19°07’57.2’’ latitud Norte y 98°39’58.7’’ longitud Oeste.

Un poco antes de ese punto geográfico, en los contrafuertes occidentales de la
montaña, que marca uno de los varios sitios de inicio de las ascensiones montañistas a la Iztaccíhuatl, instalamos dos mesas al aire libre, donde se llevó a cabo esta degustación de extraordinarias características, en la cual participaron nueve catadores.

Esa primera cata, de una serie que llegó ahora a la docena de estas insólitas degustaciones (el diccionario define la palabra insólita como “no común ni ordinario, desacostumbrado) tuvo lugar en un paraje montañoso situado en la Iztaccíhuatl, entre dos sitios alpinos cuyos nombres son La Jolla y Altzomoni, a una altitud aproximada de 3. 800 metros.

Después de rememorar la primera cata en un paraje montañoso, cabe agregar que posteriormente vinieron diez degustaciones más de esta índole. Cuatro de ellas fueron a la orilla del Lago de la Luna, en el Nevado de Toluca, a una altitud de 4.216 metros. Dos degustaciones más tuvieron verificativo a la orilla del Lago del Sol, también en el Nevado de Toluca, a una altitud de 4.209 metros. Otras dos en un paraje boscoso del Parque Nacional Iztaccíhuatl-Popocatépetl-Zoquiapan, a una altitud de más de 3.900 metros sobre el nivel del mar. En una de ellas degustamos brandies Reserva y Gran Reserva, de la Denominación de Origen Brandy de Jerez, de España. Otra cata se llevó a cabo en la cumbre del volcán extinto Sierra Negra, a 4.583 metros (sin lugar a duda la cata de vinos celebrada a mayor altitud en el mundo). La restante degustación, en la cual fueron evaluados brandies de la casa Miguel Torres, de Cataluña, ocurrió en el paraje denominado “El Caracol”, frente al costado occidental de la Iztaccíhuatl, a unos 3.600 metros de altitud. Es prudente mencionar que a todos estos parajes los catadores del Grupo Enológico Mexicano llegaron a bordo de automóviles.

En cada una de las degustaciones los vinos ---y así mismo ocurrió con los brandies---estuvieron dentro de unas funcionales bolsas de tela (con el logo de esta agrupación de enófilos), para que ninguno de los catadores supiera de qué vino se trataba. Y en la misma forma como ocurre con todas y cada una de las catas del Grupo Enológico Mexicano, fueron evaluadas las características visuales, olfativas y gustativas de los vinos, y una vez analizados, cualitativa y cuantitativamente, se obtuvo el promedio final de puntuación.

El domingo 8 de febrero de 2009 fue realizada la décima segunda degustación “ciega” en la alta montaña, nuevamente en un paraje del Parque Nacional Iztaccíhuatl.Popocatépetl-Zoquiapan, a una altitud de 4.000 metros sobre el nivel del mar. Primeramente los catadores del Grupo Enológico Mexicano llegaron a Paso de Cortés y luego fueron a “La Joya”. Ya de regreso subieron en sus vehículos, a la cima de un picacho volcánico sito al Norte de Paso de Cortés denominado Altzomoni, donde se ubica la estación retransmisora de Televisa. Allí también se localiza la cámara mediante la cual el CENAPRED (Centro Nacional de Prevención de Desastres) monitorea las 24 horas de cada día la actividad volcánica del Popocatépetl. Considero conveniente agregar que en la página de Cenapred aparece consignada la altitud de ese punto geográfico (4.000 metros) y sus coordenadas: 19° 12’04’’ de Latitud Norte y 98°65’35’’ de Longitud Oeste.

.En este lugar, frente a la vertiente occidental de la Iztaccíhuatl contemplábamos la sorprendente panorámica, hacia el sur del Popocatépetl y hacia el Norte de la Iztaccíhuatl. Merced a la altitud a la cual nos encontrábamos podíamos ver, relativamente muy cerca, los diferentes accidentes geográficos de “La mujer dormida”. Hacia nuestra izquierda veíamos la cumbre denominada “La Cabeza”, de 5.146 metros. “El Pecho”, de 5.230 metros, y hacia nuestra derecha “Los Pies” (a este picacho se le llama Amacuilécatl), de 4.703 metros de altitud. Antes de proceder a la degustación nos deleitamos con ese espectáculo alpino, observando el perfil pétreo de la Iztaccíhuatl, carente del níveo manto que usualmente la cubre.

Allí fueron colocadas tres mesas, cubiertas de sus respectivos albos manteles, y.
dio comienzo la cata a las 11:15 horas. Para esta degustación fueron seleccionados varios vinos de la empresa Freixenet de México, elaborados (en la Finca Doña Dolores, en la población de Ezequiel Montes, en el estado de Querétaro) por el enólogo Jordi Fos Escrivá, quien formó parte en esta ocasión del contingente de catadores.

Primeramente fueron consignados los registrados de altitud, temperatura, presión barométrica. humedad, luminosidad, velocidad del viento y luminosidad. La temperatura ambiente era de 19 grados centígrados. La presión de 1002 hPa (hectopascales). La humedad de 16%. El viento de 2 nudos. El día era soleado en grado superlativo y no había la menor nubosidad en el firmamento. Catamos dos vinos espumosos cuya temperatura en la copa era de 10° centígrados, mientras que los tres tintos estaban a 20° centígrados. .

La Mesa de Catadores estuvo integrada ese día por los siguientes enófilos: Patricia Amtmann, Alejandra Vergara, Jordi Fos, Raymundo López Castro, Joaquín López Negrete, José del Valle Rivas, Darío Negrelos y Miguel Guzmán Peredo.

Las calificaciones están basadas en los parámetros que maneja el Grupo Enológico Mexicano. Aquellos vinos cuya calificación oscila entre los 50 y los 59 puntos son considerados “no recomendables”. Si la puntuación se halla comprendida entre los 60 y los 74 puntos, son juzgados “bebibles”. Una calificación entre los 75 y los 84 puntos permite evaluarlos como “buenos”. Si el puntaje oscila entre los 85 y los 94 puntos, son juzgados “muy buenos”. En el caso de que la calificación esté comprendida entre los 95 y los 100 puntos, entonces alcanzan la categoría de “extraordinarios”.

Los catadores, miembros de número del Grupo Enológico Mexicano, pudieron advertir el acentuado potencial aromático de cada uno de los cinco 4 vinos evaluados. Se hizo minuciosa evaluación de su expresividad visual ---en un día brillante---, de sus cualidades aromáticas y de sus características gustativas, y posteriormente cada uno de los catadores, después de indicar la calificación que había dado a cada uno de esos vinos, hizo la descripción organoléptica de los mismos, que era complementada con la valoración de los otros catadores. En estos comentarios se ponderó la calidad y finura de los vinos degustados.

Los resultados fueron los siguientes:

Vinos espumosos

1.- Doña Dolores Brut Nature Chardonnay. Monovarietal 100% Chardonnay. 12.5% Alc. Vol. Elaboración de acuerdo al Metodo tradicional (Champenoise). Freixenet de México. Ezequiel Montes, Querétaro. Calificación: 84.85 puntos. Precio: $ 189.00

2.- Doña Dolores Brut Nature Gran Reserva. Coupage de 70% Macabeu, Chenin Blanc y Pinot Noir, y 30% Saint Emilion. 11.5%Alc. Vol. Elaboración de acuerdo al Metodo tradicional (Champenoise). Freixenet de México. Ezequiel Montes, Querétaro. Calificación: 84.14 puntos. Precio: $ 152.00

Vinos tintos

1.- Viña Doña Dolores 4 Regiones. Coupage de Cabernet Sauvignon, Malbec, Cabernet Franc, Petit Syrah, Merlot, Tempranillo y Pinot Noir. 12.8% Alc. Vol. Elaborado con uvas procedentes de los estados de Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro y Zacatecas. Crianza durante 4 meses en barricas nuevas de Francia y Estados Unidos de América. Posterior reposo de 4 meses en botella. Freixenet de México. Ezequiel Montes, Querétaro. Calificación: 87.28 puntos. Precio: $ 257.00

2.- Viña Doña Dolores Gran Reserva. Coupage de 75% Cabernet Sauvignon y 25% Malbec. 12.8% Alc. Vol. Crianza de 15 meses en barricas seminuevas de roble americano. Posterior reposo de 8 meses en botella. Freixenet de México. Ezequiel Montes, Querétaro. Calificación: 87.14 puntos. Precio: $ 192.00

3.- Vivante. Monovarietal 100% Malbec. 12.5% Alc. Vol. Freixenet de México. Ezequiel Montes, Querétaro. Calificación: 83.88 puntos. Precio: $ 88.00

jueves, 29 de enero de 2009

EL VINO HACE 2.500 AÑOS Y LAS ÁNFORAS DE TERRACOTA

“El museo de antigüedades más rico del mundo
permanece aún inaccesible: es el fondo del Mediterráneo”.

SALOMÓN REINACH

Al comenzar el año 2009 se llevó a cabo la vigésimo tercera cena de la serie “Gastrónomos y Epicúreos”, del Grupo Enológico Mexicano, en un salón privado del restaurante “Bistro 235”, de la capital mexicana. En esta ocasión Miguel Guzmán Peredo, Director General de esa agrupación de enófilos, disertó acerca del comercio marítimo del vino en el Mar Mediterráneo hace poco más de veinticinco centurias.

En su exposición dijo que la gran mayoría de quienes hacen referencia a los orígenes del vino concuerdan que fue en Sumeria, el país de mayor antigüedad en Mesopotamia, donde dio comienzo, hace seis o siete milenios, el cultivo de la vid y la elaboración del vino. De aquí se irradió la actividad agrícola cuya finalidad era la vitivinicultura a las regiones vecinas, los valles próximos a los ríos Tigris y Eufrates, para luego ser propagada a sitios más distantes. En Ur, la antigua capital de Mesopotamia, ubicada a orillas del Eufrates, fueron descubiertas numerosas tablillas de barro cocido, de una edad estimada en dos mil setecientos cincuenta años, que narran diversos episodios alusivos a la manera de elaborar el vino.

Otros historiadores de esta dionisiaca bebida aseveran que el cultivo de la vid, y la consecuente elaboración de vino, era práctica corriente muchos siglos antes que lo que se afirma ocurrió en el Medio Oriente. Los paleobotánicos han encontrado semillas fósiles de uvas en Georgia y Armenia, en Transcaucasia, de una antigüedad calculada en siete u ocho mil años.

Cabe agregar que en la ciudad turca de Catalhuyuk, en la zona central de la península de Anatolia, los arqueólogos encontraron los restos más antiguos, conocidos al presente, de objetos relacionados con el vino. Se trata de tinajas ---seguramente de barro cocido--- que contuvieron vino hace nueve mil quinientos años.

Se ha dicho que del Medio Oriente fue llevada la vid a Grecia. Llegó vía la isla de Creta, procedente quizá de Egipto y Fenicia (región ésta que ocupaba la costa oriental del Mediterráneo, donde hoy en día está Líbano). Más tarde se irradió su cultivo a numerosas islas de ese archipiélago, donde floreció la producción de vino. Tucídides, célebre historiador griego, dijo que “Los pueblos del Mediterráneo empezaron a salir de la barbarie cuando aprendieron a cultivar la aceituna y la uva”.

En el hermoso libro Historia del vino, de Hugh Johnson, queda asentado que “Grecia se preparó para imitar a los fenicios en sus viajes de exploración, y para la fundación de nuevas ciudades fuera del “lago griego”, en que se había convertido el Mar Egeo. Muy pronto, colonias tan prósperas como Siracusa y la punta de Italia pasaron a llamarse Magna Grecia...A la misma época de búsqueda intensa de más tierra pertenece la primera colonización griega del sur de Francia, cuando los foceos procedentes de Lidia (Asia Menor), bajo amenaza de la invasión persa de su territorio, fundaron Massalia (la actual Marsella) y establecieron también colonias en Córcega..En torno al año 500 A.C Massalia elaboraba su propio vino y fabricaba ánforas para transportarlo. Según el historiador romano Justino: “De los griegos, los galos aprendieron un modo de vida civilizado...a cultivar la vid y la oliva. Su progreso fue tan brillante que parecía que la Galia se había convertido en parte de Grecia”.

Fueron los griegos quienes llevaron la vitivinicultura a la península ibérica, hace aproximadamente veintisiete centurias. El comercio del vino, en ánforas de terracota (que igualmente contenían aceite, trigo, agua y garum), se hacía mediante la navegación costera, en barcos movidos por el viento. Quienes se hallaban a bordo navegaban únicamente de día, en aguas litorales, de escasa profundidad.

Ya quedó mencionado que las ánforas eran el recipiente empleado para guardar y transportar vino, aceite, cereales, agua y garum En el libro Inmersión y Ciencia se recoge el testimonio de M. A. Grenier acerca de ese producto a base de animales marinos. Él afirmó que: “Era un condimento muy sazonado y aromatizado. Se preparaba con intestinos de pequeños peces, salados y expuestos al sol durante varios días. El líquido que se desprendía, filtrado, constituía el garum, con él se mezclaban pequeños peces enteros, boquerones y sardinas, y también ostras y gambas. Esta salsa era en extremo costosa, muy apreciada, y se utilizaba en toda clase de platillos”. Cabe agregar que si bien la palabra garum es de origen incierto, se piensa que los griegos ---quienes ya elaboraban, en el siglo IV A.C, esta salsa con la cual aliñaban toda clase de platillos--- daban el nombre de garo a un pez que viene a ser el equivalente del llamado caballa, por los españoles, y utilizaban las vísceras de una larga lista de peces y mariscos, que después de ser salados eran puestos a secar al sol. El líquido que exudaba esa masa, de olor y sabor muy penetrante, era el garum.

Acerca de la navegación en el Mediterráneo, hace muchísimas centurias, menciona Jacques-Yves Cousteau (quien en la segunda mitrad del siglo XX comenzó a difundir las maravillas del mundo submarino, que era posible contemplar al sumergirse buceando, utilizando la escafandra autónoma) en su obra El mundo silencioso: “Los barcos fenicios, griegos, cartagineses y romanos transportaban miles de ánforas, colocadas en bastidores en el interior de la bodega. El extremo inferior de las ánforas tiene forma cónica, y fuera del barco se plantaba en tierra o se introducía en un trípode preparado al efecto. A bordo se introducían probablemente en agujeros especiales practicados en los bastidores”.

La práctica del buceo llamado autónomo, que permite al buceador “volar” literalmente por los espacios submarinos (en contraposición con aquella actividad ---generalmente comercial, que es realizada a considerables profundidades--- en la cual el buzo se sirve de una escafandra cuyo peso es de cien kilogramos) permitió la exploración de los barcos hundidos (los cuales reciben el nombre de pecios), que zozobraron no lejos de la costa del Mediterráneo, donde han sido encontradas ---y recuperadas--- miles y miles de ánforas de formas y tamaños diferentes.

Philippe Diolé, buceador contemporáneo de Cousteau, escribió un bello libro que lleva por título Viaje por los mundos sumergidos, donde volcó su fascinación por la exploración del fondo del mar. Ahí describe la primera recuperación de objetos de arte en el lecho del Mediterráneo, y así dice: “La más antigua y hasta la fecha (1953) la más afortunada de las exploraciones submarinas se llevó a cabo desde 1907 hasta 1913 en la galera de Madhia. Y en apoyo a sus palabras cita a Salomón Reinach, una autoridad en el mundo del arte en los primeros años del siglo XX, quien afirmó: “No se había hecho ningún descubrimiento tan considerable desde los de Pompeya y Herculano”. Diolé consigna que la nave de Anthéor (en la Costa Azul francesa), que yace a veintiún metros, y la galera de Madhia (en la costa oriental de Túnez), localizada a cuarenta metros de profundidad, naufragaron en el siglo primero A.C. La galera de Madhia, que se fue a pique alrededor del año 80 antes de nuestra era, contenía infinidad de obras de arte: esculturas de bronce, de mármol, capiteles, columnas de orden jónico, crateras, jarrones, etc., producto de la rapiña del dictador romano Lucio Cornelio Sila en Atenas, en el año 86 A.C.

Del barco hundido en Anthéor, a veintiún metros de profundidad y a poca distancia de la costa, y de su cargamento de miles de ánforas, escribió Philippe Diolé: “El documento de mayor interés recogido en las ánforas de Anthéor consiste en los tapones encontrados en algunos cuellos de ánforas. Existe un tapón de corcho y encima un disco sellado en el que figuraban algunas letras. Estaba hecho de puzolana. Esta sustancia, de origen volcánico, soporta sin alterarse una prolongada inmersión. Los romanos la empleaban para formar el hormigón de sus construcciones portuarias”. Y luego agregó: “Mil quinientos años antes de Jesucristo el comercio del vino era ya activo en el Mediterráneo. Los vinos de Grecia y de la Magna Grecia (Sicilia, donde los griegos se habían instalado desde el siglo octavo antes de nuestra era) se adelantaron considerablemente a las legiones de César. La afición a estos vinos está comprobada en la Galia desde el siglo VI A.C.”.

Al ocuparse de las ánforas de terracota de la región de Campania (terracota es un vocablo latino que significa tierra cocida), donde eran guardados los vinos de Italia, dice Diolé que eran “amasadas con la tierra volcánica del Vesubio, donde se escalonaban los viñedos. Los vinos eran muy parecidos a ciertos vinos griegos de hoy, pues eran mezclados con miel, aloe, tomillo, mirra, bayas de mirto e incluso, a veces, agua de mar”.

Hugh Johnson, citado líneas arriba, al ocuparse de esos esbeltos recipientes, que llegaban a medir 120 centímetros, señala que “Las ánforas griegas permitían guardar alrededor de 40 litros; las romanas en torno a 26 (aproximadamente tres docenas de botellas modernas). El ánfora fue una invención de los cananeos, los antepasados de los fenicios, quienes la introdujeron a Egipto en el año 1.500 A.C.....Convenientemente sellada, un ánfora era tan hermética como una botella y conservaba el vino en buenas condiciones durante muchísimo tiempo. Sin las ánforas, el mundo no habría conocido el esplendor del vino añejo”.

Al concluir su charla recordó el conferenciante que en un viaje a Italia visitó el Museo Naval Romano de Albenga, una pintoresca población de la Riviera italiana, en la costa de Liguria, Allí se guardan 728 ánforas intactas, o casi intactas (se piensa que el barco, que naufragó en el primer decenio del siglo primero antes de nuestra era, a 45 metros de profundidad, contenía de mil quinientas a dos mil ánforas). Fue explorado en el año 1950, y se estimó que la nave medía cuarenta metros de largo por quince de ancho (casi las mismas dimensiones que las naves de Anthéor y Madhia). En el primer año de su exploración en el fondo del Mar Tirreno fueron recuperadas todas las ánforas que conserva el museo. En aquella ocasión Miguel Guzmán Peredo fue obsequiado con la “cabeza” (la parte superior) de una ánfora, de dos mil años de antigüedad, que en la cena de “Gastrónomos y Epicúreos” mostró a los comensales asistentes.

A continuación José del Valle Rivas, Director General de la empresa Selección del Sommelier, y Miembro de Número del Grupo Enológico Mexicano, habló de los vinos de la Bodega Francois Lurton, de Argentina, en especial de las cepas Torrontés y Bonarda.

De los orígenes de la Bodega Lurton, de Francia, mencionó que en 1988 Jacques y François Lurton, hijos de André Lurton, crearon en Burdeos la bodega que lleva sus nombres, con el objetivo de elaborar vinos en distintas partes del mundo. Partieron de la idea según la cual es posible hacer buenos vinos en cualquier región donde la vid crezca en condiciones normales, y crearon, de ese modo, una gran gama de vinos procedentes de todo el mundo. Cada uno con su estilo, poseen una excelente relación precio-calidad que responden a la demanda actual. Para esto, seleccionaron los mejores “terroirs” donde vinifican todos los vinos que venden, ayudados por su propio equipo de enólogos. En sus inicios la bodega producía vinos varietales, una novedad para la época. En 1992 comenzaron a seleccionar las zonas de acuerdo al varietal y las tierras según el clima. En la actualidad, Jacques y François vinifican y producen vinos en seis países: Francia, Argentina, España, Uruguay, Chile y Australia. En años recientes ambos hermanos se separaron, comercialmente hablando, y es Francois quien actualmente maneja en Argentina la empresa que lleva su nombre.

De la capa Torrontés dijo José del Valle Rivas que se piensa procede de la familia Muscatel, y es sabido que da origen al vino blanco de mayor tipicidad de Argentina, país que es uno de los pocos en el mundo que elaboran deliciosos vinos con esta variedad. En los Valles de Mendoza, Cafayate y Chilecito hay grandes extensiones de viñas con esta cepa. Y del vidueño Bonarda expresó que se piensa tiene dos orígenes: el Piamonte de Italia, o bien de la variedad francesa Corbeau Noir. Hoy por hoy es la uva de mayor proyección en Argentina. Por muchos años se utilizó como base para la producción de vinos de corte (mezcla de diversas uvas), pero actualmente, dadas sus inigualables características, es la segunda cepa más plantada en dicho país del Cono Sur. Mientras que en 1936 se registraba un cultivo de 6.000 hectáreas de Bonarda, para el año 2001 ya se superaban las 15.000, por debajo únicamente de la cepa Malbec.

Los Miembros de Número del Grupo Enológico Mexicano allí presentes comentaron favorablemente las características organolépticas de ambos vinos, de la marca Bodega Francois Lurton, de la cosecha 2007. Del vino blanco Torrontés fueron encomiados sus deliciosos aromas a guayaba, membrillo, miel y flores blancas, Es de cuerpo untuoso y de muy grata acidez y prolongado retrogusto. Del vino tinto Bonarda se mencionó su color rojo granate, aromas de barrica, tabaco, ciruela pasa, regaliz. A la boca es un vino bien estructurado, de taninos agradables.

En seguida fue servida una suculenta cena, preparada por Mauricio Romero Gatica y Héctor Dongu, chefs del “Bistro 235”. La entrada fue Timbal de arroz negro y mariscos salteados con crema al vino blanco, que armonizó sápidamente con ambos vinos. Luego fue servido un plato de Mil hojas de pato confitado en salsa de mandarina, que maridó muy bien con el vino Bonarda Lurton. El postre, Crepas rellenas de frutos rojos y crema de chocolate blanco, resultó un exquisito melindre.

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viernes, 23 de enero de 2009

LA GASTRONOMIA EN EL PALACIO DE VERSALLES

En la primera mitad del siglo XVII gobernó Francia el rey Luis XIII, el segundo monarca de la dinastía Borbón en ese país, quien era llamado por sus contemporáneos “El Justo”. Fue hijo de Enrique IV, aquel a quien se atribuye la frase “Paris bien vale una misa”, al convertirse –aparentemente-- al catolicismo para acceder al trono francés, después de haber sido rey en Navarra con el nombre de Enrique III. .

Luis XIII emuló a su padre en su afición por la equitación y el ejercicio de las armas, y una de sus grandes pasiones era la cacería, Este pasatiempo lo impulsó a adquirir, en 1624, una pequeña residencia campestre, ubicada entre los bosques de Saint Germain y Fontainebleau, en un paraje denominado Versailles-au-Val-de-Galie, que frecuentemente le servía como pabellón de caza. Ese sitio, verdaderamente un lugar desolado, se hallaba en una colina, lo que ha hecho pensar que el nombre del palacio que años más tarde sería conocido como Versalles deriva del vocablo versant, en lengua gala, que significa ladera, desnivel, cuesta, declive. Hasta el día de su muerte, en 1643, ese rústico refugio de caza fue el lugar favorito de residencia de Luis XIII.

Este rey, con quien ya se avizoraban los claros indicios de una monarquía absolutista, tuvo un hijo –en 1638-- tras veintitrés años de matrimonio con Ana de Habsburgo (hija de Felipe III, rey de España), que recibió el nombre de Louis Dieudoné, a quien la posteridad conocería como Luis XIV, calificado como “Le Roi Soleil” (el “Rey Sol”). A partir de 1661 Luis XIV comenzó a ampliar esa mansión, y ordenó al arquitecto Le Vau que lo transformara en un palacio. El pintor Le Brun tendría la tarea de la decoración de los interiores, y luego encargó al jardinero André Le Notre que hiciese de los jardines, de ese que sería un suntuoso recinto, algo único. Años más tarde, entre 1678 y 1708, el arquitecto Jules-Hardouin Mansart concluyó la construcción deseada por el rey, dándole al palacio su aspecto actual. En un principio únicamente Luis XIV y su corte habitaban en Versalles, pero más tarde el asiento del gobierno cambió de Saint Germain, en Paris, a este sitio.

En su momento de mayor esplendor Versalles fue, de alguna manera, la inspiración para que otros monarcas europeos ordenaran la edificación de lujosos palacios, que rivalizaran con el boato y la elegancia de aquella señorial residencia francesa. Entre otros puedo enlistar Charlottenburg, Linderhof y Sans Souci, en Alemania; Caserta, en Italia: Tsarskoe Selo, en Rusia, y Schönbrunn, en Austria..

Luis XIV contrajo nupcias, en un matrimonio por conveniencia política, con la infanta María Teresa, hija de Felipe IV, rey de España. Los múltiples amoríos del monarca francés eran del conocimiento de todos los miembros de su corte. Entre sus amantes más conspicuas figuran Luisa de la Valliere, la marquesa de Montespan y Madame Scarron (la institutriz de sus numerosos hijos), a quien desposó a la muerte de María Teresa, convirtiéndola en Madame de Maintenon. Para celebrar su enlace, a ésta aristócrata, su segunda esposa legítima, le obsequió un castillo no lejos de la ciudad de Chartres.

En un artículo publicado en la revista Médico Moderno (año XL, número 10, de junio de 2002), cuyo título es “Versalles, lo más lóbrego e ingrato del mundo”, Gustavo Domínguez escribió: La construcción del Palacio de Versalles corresponde a la necesidad del rey Luis XIV de Francia de deslumbrar al mundo, y demostrar que era el monarca más poderoso del mundo en ese momento. En cuanto a la vida en la corte, el mundo pasaba entre visitas de reyes de otros países, embajadores y funcionarios, salidas a cazar, ceremonias y fiestas en sus salones, principalmente en una de sus maravillas, La Galerie des Glaces, construida bajo la dirección de Charles Le Brun. El “Rey Sol” pasó en Versalles los momentos más significativos de su vida, y murió en 1715 víctima de la gangrena, después de haber reinado 72 años, más que cualquier monarca europeo....Su sucesor, de apenas cinco años, fue Luis XIV, su bisnieto”.

Resulta muy interesante leer el libro Historia de Francia, del escritor André Maurois, quien consigna lo siguiente: “ Para toda Europa, el Rey de Francia fue entonces el Gran Rey; su siglo perdurará como el Gran Siglo. En 1682 hizo de Versalles su residencia principal. Cinco mil personas, la élite de la nobleza francesa, vivieron entonces en el castillo, y otras cinco mil en sus dependencia. Todo gran señor que no vivía en la corte se excluía de los favores, cargos, pensiones y beneficios, La vida en Versalles era ruinosa, y esto formaba parte de un sistema. Por política, Luis XIV (quien nunca pronunció la frase “El estado soy yo”) imponía la magnificencia. Agotaba a todo el mundo al fomentar el lujo, reduciendo de esta suerte a los cortesanos a depender de sus beneficios para subsistir....Si la belleza de Versalles es hoy melancólica, ¡cuán alegres debieron ser esos oros, esos cristales, esas escaleras de mármol rosado, esos juegos de agua, cuando millares de hombres y mujeres ingeniosos y encantadores, gozaban allí de la fiesta permanente que era la vida de la corte!” Hasta aquí la cita al escrito de André Maurois.

A propósito de Luis XIV, llamado frecuentemente por sus contemporáneos “Luis el Grande”, leo en Wikipedia que fue “uno de los más destacados reyes de la historia francesa, consiguió crear un régimen absolutista y centralizado, hasta el punto que su reinado es considerado el prototipo de la monarquía absoluta en Europa. La frase «L'État, c'est moi» («El estado soy yo») se le atribuye frecuentemente, aunque está considerada por los historiadores como una imprecisión histórica (si se hace caso de las fechas, Luis tendría cinco años cuando lo dijo), ya que es más probable que dicha frase fuera forjada por sus enemigos políticos para resaltar la visión estereotipada del absolutismo político que Luis representaba” .

Vuelvo al texto de Gustavo Domínguez, para transcribir unos párrafos del recuadro titulado “La hora de la comida en Versalles”: ”Fiel a los rituales de la Edad Media, sobre todo a la hora de comer, Luis XIV impuso el “Grand Coubert”, que a diario se debía cumplir al pie de la letra. Según el protocolo, a la hora de la comida el rey debía estar acompañado a la mesa por su reina, sus hijos y sus nietos, aunque si se presentaba el caso de que el rey comiera solo, se hacía el “Petit Coubert”. Más tarde, con Luis XV. el ritual del “Grand Coubert” fue perdiendo fuerza y se seguía con menor frecuencia hasta el reinado de Luis XVI, cuando sólo se hacía los domingos y los días festivos.

“Con Luis XIV se preparaba una gran cantidad de platillos, que se llevaban a la mesa por “tiempos”. El primero era el de la sopa, seguido por la carne y las ensaladas, para finalizar con la fruta. Con cada tiempo llegaba una procesión de oficiales desde la cocina, la cual estaba tan lejos que a veces la comida llegaba fría. Los alimentos del rey eran escoltados por varios servidores y tres soldados, y debía ser saludada por los cortesanos que pasaran por ahí con un “¡La comida del rey!”, barriendo el piso con la pluma del sombrero. Tanto los platos como la vajilla y los cubiertos eran de oro para el rey, y de plata para los cortesanos.

“Luis XIV solamente comía a solas en el Trianon y en Marly, mientras que Luis XV a menudo invitaba a sus amigos de caza a comer a su departamento privado, o a los “cabinets”, donde predominaban las damas. Más tarde, Luis XVI y Maria Antonieta comenzaron con las “comidas sociales”, a las que asistían hasta 40 personas. Aquí se comenzó a usar la vajilla de porcelana de Sevres con cubertería de oro y plata.

“El apetito de Luis XIV era voraz, por lo que hasta la comida más ligera debía tener cuando menos tres servicios completos con diferentes guisos. En cuanto a la cena, empezaba con cuatro platos grandes de sopas espesas, previamente probadas para evitar envenenamientos, Luego comía huevos (que le encantaban) y después una ave entera rellena de trufas, un gran plato de ensalada, carnero aderezado con ajo y dos porciones gruesas de jamón. Terminaba con la repostería, conservas y fruta escarchada, todo acompañado de un champán ligero y sin espuma, o borgoña con agua”.

Néstor Luján fue un renombrado escritor catalán, autor de numerosas obras literarias, varias de las cuales versan acerca de la buena mesa. En el precioso libro Historia de la Gastronomía menciona lo siguiente: “Luis XIV comía con las manos, a pesar del ceremonial minucioso que presidía siempre su mesa. Sólo en los últimos años de su vida usó un pequeño tenedor”. De este adminículo consigna dicho escritor que “la introducción del tenedor en Europa suele atribuirse a los venecianos. Efectivamente, en el siglo XI, Teodora, hija del emperador bizantino Constantino Ducas, casó con el dux Domenico Selvo. Esta bellísima princesa asombró a los venecianos con sus refinamientos, y no fue el menor el que se sirviera para comer de un tenedor de oro con dos puntas”.

En otro capítulo de la obra mencionada afirma Néstor Luján que Luis XIV era un enano empelucado, con altos tacones en sus zapatitos rojos, mayestático y chillón, de una escandalosa gula. Como casi todos los Borbones, era hombre de extraordinario apetito. Pese a que comía con teatral dignidad se reveló como un devorador biológico y pantagruélico. Y, gozando de su fenomenal apetito, todavía sentía nostalgia de los festines de sus antepasados. Muy a menudo decía: “Nosotros no comemos como los antiguos, nos limitamos a picar”. Más adelante leo una breve descripción del desmedido apetito de aquel célebre monarca: “Un viernes de Cuaresma, estando el rey indispuesto, no pudo cumplir vigilia y picó algunas empanadas de carne, un caldo de palominos y tres pollos asados. Al día siguiente, como se encontraba peor y desmejorado, sólo comió unos pastelillos de carne, una sopa con una gallina y de los tres pollos solamente devoró cuatro alones con sus pechugas y un muslo”-

La leyenda quiere que Luis XIV (quien gustaba de llevar complicadas pelucas de cabello natural, a más de deslumbrantes zapatos de tacón alto cuajados de pedrerías, cuyo uso estaba vedado ---bajo severas penas--- para cualquier otro miembro de su corte), después de degustar el vino Tokaj Azsú, que le envió Ferenc Rákoczy (gobernante de la región de Tokaj, en Hungría), una incomparable gema de la enología de ese país, haya pronunciado, para encomiar tan exquisito néctar vínico, las palabras en lengua gala: “le roi des vins et le vin des rois” (el rey de los vinos y el vino de los reyes”). Esta locución a menudo suele ser escrita y pronunciada en lengua latina “Vinum regum rex vinorum”, y también en idioma alemán: “Wein der könige könig der weine”, cuyos significados son iguales. Pero cabe decir que no sólo Luis XIV era adicto al Tokaj Aszú, ya que también Pedro el Grande, de Rusia, y Federico I, de Prusia, gustaban sobremanera de este deliciosísimo vino de postre.

(De esta ambrosía etílica dijo el escritor Francois-Marie Arouet, mejor conocido por su seudónimo de Voltaire, “Este vino vigoriza cada fibra de mi cerebro y, en las profundidades de mi espíritu produce un destello embelesador de inteligencia y buen humor”)

A la muerte de Luis XIV, en 1715, a la edad de 77 años, y tras de un prolongado reinado de más de siete décadas, su sucesor, de apenas cinco años, fue Luis XV, su bisnieto (a quien años más tarde se la daría el calificativo de “Le Bien-Aimé”, “el bienamado”).. Debido a su corta edad la Regencia recayó en el Duque de Orleáns, sobrino de XIV. En 1722 Luis XV ---quien subió al trono al año siguiente, a los 13 años--- se instaló en Versalles, y de nueva cuenta volvió el boato y el esplendor que había caracterizado la corte de su bisabuelo. En otros esponsales por conveniencia casó con Maria Leszczynka, hija del destronado rey de Polonia. Sus amantes más famosas fueron Madame Pompadour y la condesa Du Barry.

Luis XV murió de viruelas en 1774, cuando ya se avizoraban tiempos difíciles para la monarquía francesa. Se ha especulado en que algún momento dijo “Apres de moi, le deluge” (Después de mi, el diluvio”), quizá vaticinando la revolución que ya se estaba gestando. En contraposición a esa cita apócrifa, Luis XIV dijo antes de morir: «Je m'en vais, mais l'État demeurera toujours» («Me marcho, pero el Estado siempre permanecerá para siempre »).

Su sucesor fue su nieto, Luis XVI, quien ---siendo el Delfín, el heredero de la corona de Francia--- contrajo matrimonio, en 1770, en Versalles, con María Antonieta, la hija de la emperatriz María Teresa de Austria. Ella contaba con 15 años y él con apenas 16. Era un muchacho regordete, de rostro mofletudo, y así fue hasta los últimos días de su corta existencia, según aparece en las pinturas que guardaron su imagen. Sus principales aficiones eran la comida (se ha dicho que el día de su boda se atiborró de comida, al grado que su abuelo le indicó que no era conveniente que engullese tantos alimentos, pues esa noche debía hallarse bien dispuesto para oficiar en el altar de Venus. De hecho la consumación del matrimonio tuvo lugar tres años más tarde), la cacería y los aparatos mecánicos, principalmente de relojería. Su boda, una alianza política franco-austriaca, no le granjeó simpatías en su pueblo, y a su consorte no tardaron en llamarla, en tono despectivo, “la austriaca”.

Era ostensible su ineptitud e incompetencia para manejar los asuntos de estado, y agravada la situación económica del país por una serie de malas cosechas de cereales, no tardaron en registrarse motines. El descontento popular se hizo manifiesto el 14 de julio de 1789, cuando el pueblo tomó la Bastilla, lo que marca el inicio de la Revolución Francesa. En octubre de ese año la muchedumbre tomó el palacio de Versalles, y tres meses más tarde Luis XVI y María Antonieta fueron obligados a ir a Paris. Después de estar prisioneros fueron decapitados en 1793,. En el sitio hoy conocido como Plaza de la Concordia. El rey contaba con 39 años, y la guillotina lo decapitó el 21 de enero de ese año. La infeliz reina, quien no alcanzó a cumplir los 38, fue también guillotinada casi diez meses después, el 16 de octubre.

A propósito de ese artefacto encontré en el portal www.elcastellampo.org (espacio consagrado al estudio del origen de las palabras en nuestro idioma) el siguiente texto: “ No es verdad que el doctor Guillotin inventara la guillotina, y mucho menos que él fuera ejecutado mediante ese mortífero dispositivo. En los años turbulentos del Terror que siguieron a la Toma de la Bastilla, muchos franceses perdieron la vida decapitados por la guillotina de los revolucionarios, pero este método de ejecución no era tan original como suele creerse; un dispositivo parecido ya había sido ensayado doscientos años antes en Italia, bajo el nombre de mannaia. La guillotina, tal como se puso de moda en Francia durante la Revolución, fue inventada por los herreros Schmidt y Clairin, y probada con unos carneritos por el doctor Louis, quien luego se la ofreció a la recién creada Asamblea Nacional. ”En 1789, en los primeros días de la Revolución, Guillotin sugirió que todos los reos fueran ejecutados mediante el mismo método, desde un villano ladrón hasta la propia María Antonieta. La Asamblea Nacional aprobó la idea en 1792, y miles de cabezas rodaron desde entonces y durante varios años. Pero Guillotin murió en 1814, en su casa, con la cabeza firmemente unida al pescuezo y lamentando hasta el último de sus días que el siniestro instrumento hubiera pasado a la Historia con su nombre”.

La décimo octava comida de la serie denominada “Tertulias Gastronómicas” ---atinada conjunción del Grupo Enológico Mexicano y el Colegio Superior de Gastronomía---
tuvo lugar en fecha reciente en el restaurante “Monte Cervino”. Veinte comensales se dieron cita en este convivio, y como aperitivo degustaron el vino blanco Bordeaux Blanc (Appellation Bordeaux Controlée) Albert Bichot, cosecha 2003..

Al pasar a la elegante mesa dieron comienzo los comentarios acerca de lo que significó ese palacio, que fuera el ostentoso lugar de residencia de la monarquía en el momento de mayor hegemonía y pujanza de Francia, en los siglos XVII y XVIII, cuando se registró el auge de la realeza con Luis XIV y Luis XV, y el ocaso y la decadencia con Luis XVI.

A continuación hizo uso de la palabra Areli Curiel (representante de la acreditada empresa Bodegas La Negrita, que comercializa en México la marca Albert Bichot) , quien refirió que la casa Albert Bichot fue fundada en 1831 por Bernard Bichot (1750-1850), bisnieto de Bénigne del mismo apellido, noble de Corbeton y consejero del Rey, descendiente de una antigua familia parlamentaria de Borgoña. Su hijo Hyppolyte (1831-1908) heredó una finca de viñedos y, durante el siglo XIX, donó una viña a Les Hospices de Beaune, a saber, el famoso Volnay Cuvée Blondeau, que todavía hoy se vende en una tradicional subasta anual.

Más tarde, Albert Bichot I (1870-1951), a raíz de la crisis de la filoxera (1880-1890), dio un nuevo impulso a la actividad de la casa con la compra de varias casas más pequeñas de vino en Borgoña. Este gran crecimiento lo llevó a salir de su bodega en Meursault para instalar el negocio en el barrio de San Nicolás, en Beaune (1912). Luego vendría Albert Bichot II (1900-1996), quien fue uno de los pioneros de la “gran exportación”, conquistando los mercados de numerosos países. En América del Norte, por ejemplo, empezó a llevar el producto justo al terminar la ley que prohibía la importación de alcohol.

Otros promotores de esta firma vitivinícola fueron Bernard Bichot (nacido en 1932) y Albert Bichot (nacido en 1931) hicieron reformas importantes a la empresa junto con sus hermanos Bénigne y Jean-Marc. Se trataba de una nueva era de desarrollo con la compra de una bodega de crianza con capacidad para poco más de 2’000,000 de botellas, una nueva planta de embotellado, así como la construcción de bodegas nuevas. Mientras tanto, a nivel internacional, la marca está ahora en más de 100 países. Alberic Bichot (nacido en 1964), hoy director general. Recibió el reconocimiento al vinicultor del año en la categoría de vino tinto en el 2004 dentro del International Wine Challenge ("Red winemaker of the year")

Los Miembros de Número del Grupo Enológico Mexicano allí presentes describieron las características organolépticas del Bordeaux Blanc --líneas arriba mencionado—y del Bordeaux Rouge, cosecha 2005. Del primero (que es el resultado de un coupage de Sauvignon Blanc, Semillon y Muscadelle) se dijo que presentaba un color amarillo paja acentuado con ribetes verdosos, buen escurrimiento de glicerol. A la nariz mostró aromas frutales, principalmente cítricos (mandarina y toronja), y florales, como azahar, a más de ciertos dejos a manzana y ciruela amarilla. Su ataque pareció muy grato, con una acidez bien estructurada. Del Bordeaux Rouge ( es un assemblage típicamente bordalés: Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Merlot y Malbec) los comentarios giraron en torno a su color rojo granate, levemente teja, aromas herbáceos, pimiento morrón, pimienta blanca, regaliz, arándano, barrica y ciruela pasa. A la boca mostró taninos bien integrados y untuosidad al paladar.

El menú en esta ocasión fue diseñado por Guillermo Alvarez Estrada, chef del Colegio Superior de Gastronomía, a quien Gabriel Iguiniz (chef ejecutivo de esa institución) le encargó la preparación de exquisitos platillos.

La entrada fue Pastel de cabracho con salsa rosa. Se trató de huachinango al vapor con jitomate, cebolla, ajo y perejil, mezclado con crema dulce y huevo, al baño maría, bañado con salsa rosa (catsup, mayonesa, azúcar y un toque de oporto) .En seguida sirvieron Sopa Ttoro (sic) de jaiba, huachinango y camarón. Es un fumet de huachinango, jaiba y camarón, con una base de jitomate, y un ligero toque de pernod, acompañado de huevo cocido. Estos dos guisos armonizaron magníficamente tanto con el vino blanco como con el vino tinto.

El plato principal fue Codornices estofadas con papa Dauphinoise. El chef Guillermo Álvarez Estrada mencionó que son codornices deshuesadas, rellenas de farce con frutos secos, envueltas en Prosciutto, asadas con una reducción de estofado al vino blanco, acompañadas de papas con bechamel (Dauphinoise), de gran sabrositud, que maridó muy bien con el Bordeaux Rouge Albert Bichot. El postre fue Natilla con polvo de almendra.
Su confección fue a base de natilla natural, montada con polvo de almendra, acompañada de almendra caramelizada, que acompañamos con una taza de aromático café..

miércoles, 21 de enero de 2009

CATA DE VINOS "DON ÁNGEL", DE CHILE

Quien sabe degustar no bebe jamás
el vino, sino que degusta secretos.

SALVADOR DALI

Chile es un país del hemisferio sur que se extiende por 4.200 kilómetros, desde el Desierto de Atacama, al norte, hasta la parte más meridional del continente americano, teniendo como límite por el Oriente a Argentina, y al Occidente al Océano Pacífico. El viñedo chileno cubría una superficie de 116.000 hectáreas, en octubre de 2005, lo que significa seis mil hectáreas más que dos años antes. Las regiones vitivinícolas, denominadas Valles son Limarí ( la más septentrional), Aconcagua, Casablanca, San Antonio, Maipo, Cachapoal, Colchagua, Curicó, Maule, Itata, Bío Bío y Malleco ( la más sureña). Las viñas cubren una extensión de 1.100 kilómetros de norte a sur.

En el libro El pequeño Larousse de los vinos, una magnífica obra de consulta de casi mil páginas ---publicada en México en el año 2007---, leo que “ el clima cálido y mediterráneo de Chile predispone su viticultura a las cepas tintas-. La estrella entre las tintas es la Cabernet Sauvignon, con más de cuarenta mil hectáreas plantadas en los Valles de Maipo, Rapel, Curicó y Maule”.

En el boletín on-line E-Lettre Vitisphere del 1° de agosto de 2008 apareció la información de que la producción de vino Cabernet Sauvignon fue del orden del 40.9% del total, seguida del 14.1 % de vino Sauvignon Blanc; 13.2% de vino Merlot; 9.3% Chardonnay; 9.2 de Carmenere y 3.8% de Syrah.

La producción de vino en Chile., en 2008, fue de 868 millones de litros (el segundo lugar en el continente americano, por atrás de Estados Unidos de América, con poco más de mil 400 millones de litros). La exportación de vino chileno fue (de acuerdo a la información proporcionada por el boletín Cava Argentina, del 3 de diciembre de 2008, de 597 millones de litros.- Los tres principales importadores fueron Inglaterra, Estados Unidos de América y Canadá. Cabe agregar que en 2008 la producción, por tercer año consecutivo, fue superior a los 800 millones de litros. .

En la página oficial de Valle Redondo leo que “1942 fue el año en el que dio inicio la historia de Cetto Empresas, que por más de 60 años han sido relacionadas, con los mejores concentrados de frutas, jugos, néctares, así como con vinos y licores de México.
Fundada por Don Ángel Cetto en Tijuana, Baja California, los viñedos establecidos en los Valles de Guadalupe y Valle Redondo, fueron el escenario perfecto para darle vida a este ambicioso proyecto”. Valle Redondo comercializa en México los vinos de la marca “Don Ángel”, producidos en Chile.

La cata “ciega” mensual número 168 del Grupo Enológico Mexicano (desde enero de 1995), la primera del año 2009, correspondiente al mes de enero, tuvo lugar en un salón del restaurante “Bistro 235”, en Polanco. Para esa degustación fueron seleccionados cinco vinos, tres tintos y dos blancos, de la marca “Don Ángel”

La Mesa de Catadores estuvo integrada esa tarde por los siguientes enófilos: Patricia Amtmann, Rodolfo Fonseca Larios, Rafael Fernández Flores, Juan José Furukawa, Phiulippe Seguin, Mauricio Romero Gatica y Miguel Guzmán Peredo.

Las calificaciones están basadas en los parámetros que maneja el Grupo Enológico Mexicano. Aquellos vinos cuya calificación oscila entre los 50 y los 59 puntos son considerados “no recomendables”. Si la puntuación se halla comprendida entre los 60 y los 74 puntos, son juzgados “bebibles”. Una calificación entre los 75 y los 84 puntos permite evaluarlos como “buenos”. Si el puntaje oscila entre los 85 y los 94 puntos, son juzgados “muy buenos”. En el caso de que la calificación esté comprendida entre los 95 y los 100 puntos, entonces alcanzan la categoría de “extraordinarios”.

Los resultados fueron los siguientes:

Vinos blancos:

1.- “Don Ángel” Sauvignon Blanc. cosecha 2007. Monovarietal 100% Sauvignon Blanc. 13.0% Alc. Vol. Valle de Curicó. Calificación: 81.00 puntos. Precio: $ 79.00

2.- “Don Ángel” Chardonnay Reserva. cosecha 2007. Monovarietal 100% Chardonnay. 14.0% Alc. Vol. Crianza en barrica durante seis meses. Valle de Casablanca.
Calificación: 80.38 puntos. Precio: $ 140.00

Vinos tintos:

1.- “Don Ángel” Cabernet Sauvignon, cosecha 2006. Monovarietal 100% Cabernet Sauvignon. 13.5 % Alc. Vol. Valle de Maipo. Calificación: 80.75 puntos. Precio: $ 79.00

2.- “Don Ángel” Merlot, cosecha 2007. Monovarietal 100% Merlot. 13.5% Alc. Vol. Valle de Rapel. Calificación:80.50 puntos. Precio: $ 79.00

3.- “Don Ángel” Cabernet Sauvignon Reserva. cosecha 2006. Monovarietal 100% Cabernet Sauvignon. 14.0% Alc. Vol. Crianza en barrica durante ocho meses. Valle de Maipo. Calificación: 79.50 puntos. Precio: $ 140.00

Al concluir la degustación los catadores disfrutaron de una cena de gran sabrositud, preparada por los chefs del “Bistro 235”: Mauricio Romero Gatica y Héctor Dongu,
La entrada consistió en Capuccino de hongos, que acompañamos con el vino “Don Ángel” Chardonnay Reserva. El segundo tiempo fue Arrachera parrillada con cebolla caramelizada y rissoto de tomate. Este manjar lo maridamos con dos vinos: “Don Ángel” Merlot y “Don Ángel Cabernet Sauvignon Reserva. El postre fue Tarta crujiente de avellana.