El pueblo mexicano ha sabido mantener incólumes muchas de
sus más acendradas tradiciones, a pesar del avasallador empuje de las costumbres
extranjerizantes, que socavan y minan el espíritu nacional, en aras de una
falsa modernización. Los festejos propios del “Día de Muertos”, que por estos
días estamos rememorando, constituyen el mejor ejemplo de las palabras
anteriores, ya que por doquier se advierte la perniciosa influencia del
“Halloween” (celebración nacida hace siglos, en la edad de los celtas, en
Irlanda y Escocia) frente a las “Ofrendas de Muertos”, que en nuestro país se
remontan a los tiempos
prehispánicos ----hace de ello por lo
menos cuarenta centurias----, cuando los
diversos grupos mesoamericanos honraban a sus difuntos, de la misma manera como
lo hicieron los egipcios, los sumerios y los babilonios, para quienes recordar
a sus muertos en una determinada época del año era motivo de importancia
capital.
Una manifestación en extremo popular en la manera de hablar
y expresarse del pueblo mexicano está dada por la vigente presencia de los
refranes. Esos “evangelios chiquitos”, como han sido atinadamente llamadas esas
expresiones folclóricas, expresan en unas cuantas palabras diversas ideas
complejas. A la gracia se une la brevedad (si bueno y breve, dos veces bueno,
aseguró Baltasar Gracián) de esos aforismos, de los cuales se tiene noticia en
las literaturas más antiguas, que en
ocasiones se remontan al tercer milenio antes de Cristo.
El refranero mexicano es un vasto almacén de aforismos y
proverbios, que pueden --y de hecho así
ocurre frecuentemente--- ser agrupados
en diferentes temas: la enfermedad, el agua, las bebidas etílicas, el pan, la religión, la embriaguez, las comidas, los dulces, el amor y, como los
anteriores, varios otros asuntos de
cotidiana permanencia.
La muerte es una de esas materias que el pueblo ha sabido
recrear con sin igual gracia, por ello en el refranero mexicano hay numerosos
proverbios a ese respecto, mismos que en esta colaboración periodística
consagrada a la gastronomía y a la enología ahora incluyo, por su temporalidad
con los días llamados de “muertos”.
A continuación enlistaré aquellos refranes que manifiestan
la relación que suele existir entre el comer y el beber y la muerte. Cabe
agregar que en nuestro país el pueblo, que ha sabido reírse, burlarse y
satirizar ese fatal acontecimiento, le
ha dado diversos nombres a esa macabra figura: la pelona, la parca, la dientona, la catrina, la huesuda y la
calaca, entre varios otros, de
indudable jocosidad.
1. De
limpios y tragones están llenos los panteones.
2. Aguacate
con leche, muerte segura.
3. Agua
de las verdes matas, tú me tumbas tu me matas, tú me haces andar a gatas.
4. Ahí
verás si mueres de hambre o comes lo que te dan.
5. Como
el caballo del español, que se murió cuando ya estaba aprendiendo a no comer.
6. El
comer mató a muchos, el hambre a ninguno.
7. Genio
y figura hasta la sepultura.
8. Matar
el gusanillo del hambre.
9. Más
vale llorarlas muertas y no en ajeno poder.
10. Más vale
que digan “aquí corrió, y no “aquí murió”.
11. Más vale
morir de pie que vivir de rodillas.
12. Al cabo la
muerte es flaca y no ha de poder conmigo.
13. Como los
que hacen el muerto y luego se asustan del petate.
14. Vámonos
muriendo ahorita que están enterrando gratis.
15. Hay muertos
que no hacen ruido y son más grandes sus penas.
16. El que a
hierro mata, a hierro muere.
17. Muerto el
ahijado se acabó el compadrazgo.
18. Muerto el
perico, para qué quiero la jaula.
19. Muerto el
perro se acabó la rabia.
20. De que se
muera mi padre, a que me muera yo, mejor que se muera mi padre que es más viejo
que yo.
21. Entre
varios, pesa menos el muerto.
22. Hasta que
no muere el arriero no se sabe de quién es la recua.
23. Si se
alivió fue la virgen, si se murió fue el doctor.
24. ¡Ay,
muerte, no te me acerques, que estoy temblando de miedo!.
25. Mujeres
juntas, sólo difuntas.
26. Sólo el que
carga el cajón sabe lo que pesa el muerto.
27. Si me
muero, lo perdono; si me alivio, ya veremos.
28. ¿De qué
mueren los quemados? ...De ardidos.
29. Te asustas
de la mortaja y te abrazas del difunto.
30. Amigos hasta morir, pero de prestarte, nada.
31. Se hace
pesado el muerto cuando siente que lo cargan.
32. El muerto y
el arrimado a los tres días apestan.
33. Al que se
aleja lo olvidan, y al que se muere lo entierran.
34. Cuánto me
gusta lo negro, aunque me asuste el difunto.
35. De la
suerte y de la muerte no se escapa ni el débil ni el fuerte.
36. El muerto a
la sepultura y el vivo a la travesura.
37. Matrimonio
y mortaja del cielo baja.
38. Más vale
oler a unto y no a difunto.
39. Asustarse
con el petate del muerto
40. Cuando el
tecolote canta el indio muere; eso no es cierto, pero sucede.
41. El que por
su gusto muere, aunque lo entierren parado.
42. Lo que no
mata, engorda.
43. Lo que en
la leche se mama en la mortaja se derrama.
44. No me
asusten con matarme, que no he comprado la vida.
45. No es mala
la muerte cuando se lleva a quien debe.
46. No vas a
morir de parto ni de cornada de burro.
47. Poco veneno
no mata, ni mucho si no es activo.
48. Pretextos
busca la muerte para llevarse al enfermo.
49. Quien nació
para ahorcado no morirá ahogado.
50. Quien vive
pobre pa’ morir rico, no parece hombre sino borrico.
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