Nada se compara
con el placer visual de contemplar
el verdor de las
viñas, que bajo el cálido sol mexicano
hacen su trabajo
para entregar a tiempo su generoso fruto,
bajo la mirada
vigilante del viticultor, quien, revisando
amorosamente una
por una todas sus parras, las cuales,
inmóviles y en
formación perfecta, lo ven pasar orgulloso,
con el mismo
señorío que ostenta un mariscal de campo que
pasa revista a
sus tropas.
PABLO ALDRETE
COSSIO
¡Qué
se entiende por un libro de arte? A mi
parecer, es aquella obra literaria en la cual el autor incursiona en un tema
determinado, del cual tiene amplio conocimiento y una acendrada pasión, como
para volcar en ella el fruto de muchos años de aprendizaje, de investigación y
de búsqueda de la más amplia información con respecto a lo que va a escribir. Para
que alcance el calificativo de artístico ese libro debe haber sido publicado
con un diseño tipográfico de primer orden, impreso en un papel de alto
gramaje, es decir, que es de un grosor
acentuado, a más de ser del tipo de
papel llamado couché, también denominado
recubierto y esmaltado, lo que le brinda una superficie suave y brillante. Sus
dimensiones deben ser mayores a las de un libro ordinario, al tiempo mismo que
debe ser de un peso superior al de cualquiera de estos. Aunado a lo
anterior, ese libro debe estar ilustrado
(podría yo decir, engalanado) con
infinidad de hermosas fotografías, las cuales confieren a ese trabajo literario
el requerido aporte gráfico, para que
los conceptos allí expuestos estén debidamente presentados, con infinidad de
bellas imágenes que permitan apreciar de mejor manera lo que el autor expresó
en sus textos.
Las
características arriba señaladas se cumplen a plenitud en el libro Bebiendo nuestra tierra, resultado de
una encomiable tarea de investigación histórica en torno a los vinos elaborados
en México. Pablo Aldrete Cossío, un
enófilo de cepa (con quien antaño compartí, en el Claustro de Sor Juana, la sede temporal de la Asociación Mexicana de
Cata ---de la cual ambos fuimos socios
fundadores en 1987---, gratos momentos y
deliciosos vinos), quien se dio a la
apasionada tarea de escribir un libro
que reuniese el secular devenir de la vitivinicultura mexicana. Lleva a cabo esa plausible labor de búsqueda
documental partiendo desde aquellos lejanos días, en marzo de 1524 (dentro de una década se cumplirán cinco
siglos de aquel memorable comienzo), cuando
el capitán extremeño Hernán Cortés, una
vez conquistada la gran Tenochtitlan, expidió el decreto mediante el cual daba
nacimiento al cultivo de la vid en el país entonces llamado Nueva España, hasta
el momento actual, en el cual se advierte en nuestro país un acentuado
florecimiento de esta industria, la cual
brinda a los consumidores vinos de extraordinaria calidad, cuya finura ha sido
reconocida en todo el orbe, mediante varios cientos de medallas ---tanto de oro, como de plata y de
bronce---, conferidas a muchas bodegas mexicanas en innumerables certámenes enológicos
celebrados por doquier.
Considero
conveniente agregar ahora un par de párrafos, que escribí hace algunos años, en
un artículo alusivo a la historia del vino en México, en el cual señalé que “corresponde a Hernán
Cortés el mérito de haber sido el primer promotor del cultivo de la Vitis
vinífera en México, el primer sitio del continente americano donde
comenzó a ser cultivada regularmente la vid. El 20 de marzo de 1524 -–otros dicen que ello tuvo lugar el 24 de marzo
del mismo año– firmó las Ordenanzas
de buen gobierno dadas por Hernán Cortés para los vecinos y moradores de
la Nueva España. Luis Hidalgo, enólogo español, afirma que estas Ordenanzas
se hallan en el Archivo del Duque de
Terranova y Monteleone, en el Hospital de Jesús, de la ciudad de México. En el
decreto signado por Cortés queda asentado que “cualquier vecino que tuviese
indios de repartimiento sea obligado a poner en ellos en cada año, con cada
cien indios de los que tuviera de repartimiento, mil sarmientos, aunque sean de
la planta de su tierra, escogiendo la mejor que pudiera hallar”.
Luis Hidalgo es certero al afirmar: “Es indudable la
gran visión de Hernán Cortés al llegar a establecer, en el año 1524, la
injertación de la Vitis vinifera
como práctica vitícola, cuando ello no se realizaba en el resto del mundo, con
más de 350 años de anticipación a cuanto la mencionada práctica se hizo
necesaria en el cultivo de la vid, como consecuencia de la invasión filoxérica
en Europa”. Hasta aquí aquella cita.
En uno de los primeros capítulos de su libro Bebiendo nuestra tierra, titulado “El
vino mexicano en la actualidad”, Pablo Aldrete Cossío hace una pormenorizada
referencia al desarrollo de la actividad vitivinícola nacional, que ha
tenido ---como lo refiere, atinadamente,
el autor--- una serie de descalabros que han impedido su armónico
desenvolvimiento al través de las centurias, ya que por infinidad de factores,
en unas ocasiones de índole fiscal y en otras por erróneos argumentos
políticos, la industria vitivinícola en nuestro país se ha visto constreñida a
un menguado crecimiento, tanto porque la superficie del viñedo mexicano ha
experimentado, en repetidas ocasiones, un decrecimiento muy considerable, como
por los elevados tributos fiscales que deben cubrir los productores de vino
nacionales, quienes, a diferencia de otros países, donde suelen ser apoyados
por el fisco para incrementar su producción, entre nosotros no reciben estímulos para llevar a
cabo su labor con mejor productividad.
En la magnífica reseña histórica que Pablo Aldrete
Cossío hace de la vitivinicultura mexicana, se remonta a la época colonial,
señalando la propagación de la vid a diferentes zonas del entonces territorio
de la Nueva España, mencionando el
primordial papel que jugaron los misioneros de las órdenes religiosas de los
jesuitas, dominicos y franciscanos, quienes difundieron este cultivo agrícola
por la extensa superficie del entonces virreinato novohispano. Luego pasa revista a lo que, en su momento,
fue la incipiente producción de vino en
México, en lo que hoy en día son los estados de Puebla, Querétaro, Oaxaca, Guanajuato,
Aguascalientes, Zacatecas, Coahuila y Baja California. Así como a las diversas bodegas nacionales que en esas
entidades fueron siendo establecidas, al paso de los años, hasta llegar, al
momento actual, que permite augura una época de bonanza para esta industria.
En el libro Bebiendo
nuestra tierra figura como coautora María Guadalupe Palau, quien escribió el interesante capítulo
titulado “El viaje del vino a través de la historia”, en el cual se ocupa de
los orígenes del vino, hace de ello 6.000 u 8.000 años, en tierras de
Mesopotamia, o bien de Armenia, así como de las narraciones legendarias las
cuales, al paso de las centurias, han hecho del vino una bebida que actualmente
goza de aceptación casi mundial. También
pone su mirada en los mitos, principalmente el de Dionisios, llamado por
los romanos Baco, en cuyo honor (en una y en otra tierra) eran motivo de
jubilosas libaciones rituales.
Otro interesante capítulo de esta excelente obra de
divulgación vinícola es el que lleva por título “La Vid”, en el cual Pablo
Aldrete Cossío describe pormenorizadamente todo lo relacionado a esta planta,
cuyos orígenes son situados por los paleobotánicos en la Edad Terciaria.
Líneas adelante se ocupa del tema “La
vid en el campo”, donde hace una minuciosa descripción de todo lo que conlleva
el cuidado de esta delicada --a la vez que resistente-- planta, en sus
diferentes etapa de desarrollo: la poda, el injerto, el desborre, la brotación,
la floración y el cuajado, el envero, la
maduración y, finalmente, la vendimia. Más
tarde, en el siguiente capítulo del libro Bebiendo
nuestra tierra (que lleva por nombre
“La vid en la bodega”) , se
refiere a la vinificación, que es el complejo procedimiento bioquímico mediante
el cual el mosto se transforma, por acción de las levaduras, en vino.
Otro asunto abordado en esta obra es “El vino en la sociedad”, el cual fue encargado a
Paulina Vélez. Allí se ocupa esta
reconocida enófila de la forma como los vinos mexicanos son vistos en la
actualidad, por los consumidores en nuestro país, quienes ahora comienzan a
reconocer la gran calidad de estos caldos báquicos, otrora considerados o bien
costosos o bien de escasa calidad enológica, juzgando erróneamente que no eran
apropiados para hacer un sápido maridaje
con los platillos de la cocina mexicana.
El capítulo que lleva por título “Regiones
vitivinícolas de México” quedó integrado
por los textos de cuatro personas: Pablo Aldrete Cossío, Hugo D’Acosta, Joaquín
Madero y Miguel Ángel de Santiago. El primero de ellos escribió la
Introducción, para presentar un panorama
general de la vitivinicultura nacional, en las diferentes áreas geográficas de
México: el Altiplano Norte, ubicada al
Norte del Trópico de Cáncer (que comprende los estados de Baja California, Chihuahua,
Coahuila y Nuevo León) y el Altiplano Sur (en el cual están comprendidas las
siguientes entidades: Aguascalientes, Guanajuato, Puebla, Querétaro, San Luis
Potosí y Zacatecas).
Memo García aborda, al alimón con Hugo D’Acosta, el
tema “Baja California”, ya que le hace una extensa entrevista a una de las
personalidades más reconocidas del vino bajacaliforniano, quien en esta sección
del libro Bebiendo nuestra tierra
narra sus inicios como vitivinicultor,
describiendo la tarea que ha emprendido, en extremo plausible, al frente de la Estación de Oficios (mejor
conocida como “La Escuelita”), que ha permitido que un crecido número de
personas se adentren en la emocionante actividad de elaborar vinos de calidad,
mediante el conocimiento y la experiencia que ese mentor les ha transmitido.
El siguiente capítulo del libro Bebiendo nuestra tierra, dentro de la sección Zonas Vitivinícolas de México, concierne a la
región del Altiplano Norte de México, que comprende los estados de Chihuahua,
Coahuila y Nuevo León. Este texto recoge la transcripción de la charla que
sostuvo María Guadalupe Palau ---coautora
de dicha obra--- con Joaquín Madero. Este
primer inciso se halla enfocado a los vinos elaborados en el Valle de Vallas,
en Coahuila, del cual el entrevistado tiene amplio conocimiento. En su plática
hace mención a las diferentes bodegas que, al correr de los años, fueron siendo
establecidas en estas feraces tierras, las cuales, en el tiempo presente, son
la sede de las siguientes empresas: Bodegas El Vesubio, Bodega
Rivero González, Vinícola Ferriño y Casa Madero, ésta última la más importante
de todas, cuyos orígenes se remontan al año 1597, hecho que le confiere la
distinción de ser la bodega vitivinícola más antigua del continente americano,
hoy en día aún en funcionamiento desde aquella lejana fecha.
A continuación viene un interesante escrito de Pablo
Aldrete Cossío, en el cual hace detenida descripción de lo que él llama
“Regiones emergentes”, dentro de las cuales ubica a Chihuahua y Nuevo León.
Allí se ocupa de las bodegas que actualmente elaboran vinos en esas entidades:
Vinícola del Valle de Encinillas, Bodegas Pinesque, Casa Chávez, Casa Boutique
Reyes Mota y Bodegas Valles Villalpando, en Chihuahua; y Vinícola Maravillas,
en Nuevo León.
Por lo que
concierne al área geográfica denominada Altiplano Sur, que en este libro hace
mención a la vitivinicultura de los estados de Zacatecas, San Luis Potosí, Aguascalientes,
Querétaro, Guanajuato, Puebla y Distrito Federal, leemos inicialmente el relato
hecho por María Guadalupe Palau, el cual
se basa en una entrevista a Miguel Ángel de Santiago, hoy en día el enólogo de
Vinícola La Redonda, de Tequisquiapan, Querétaro, cuya permanencia en estos
lares se remonta a los días, en el año de 1970, cuando comenzó a elaborar vinos para la empresa Cavas de San
Juan (anteriormente Vinos Hidalgo). Años
más tarde estuvo en Freixenet de México, cuando esta bodega, de ascendencia
catalana, comenzó a sembrar sus propios viñedos en el municipio de Ezequiel Montes, en el estado de Querétaro.
Otra sección, páginas adelante, igualmente denominada “Regiones
emergentes”, permite a Pablo Aldrete Cossío hacer una extensa mención de la
elaboración de vino en las entidades mencionadas en el párrafo anterior (Aguascalientes, Querétaro, Guanajuato,
Puebla y Distrito Federal), donde actualmente la industria vitivinícola viene
adquiriendo renovada importancia. Esta parte de la obra que ahora me ha ocupado
me parece muy interesante, en virtud de la extensa descripción hecha de todas y
cada una de las bodegas, principalmente de las más recientes, que en esas
entidades vienen funcionando, con halagüeños resultados.
El libro Bebiendo
nuestra tierra incluye dos capítulos más: “La Cata” y “Armonías entre el
vino y los alimentos”. El primero es
una amplia lección de lo que significa
la acción de catar organolépticamente un vino, mediante los sentidos de la
vista, del olfato y del gusto, principalmente. Aquí veo a un experto catador,
con muchos años de atinada práctica, que vuelca sus conocimientos en la
hedonista tarea de describir un vino, por sus cualidades y sus posibles
defectos.
El otro tema, el final de esta obra, es la
conversación entre Agustín Bertheau
(quien actualmente imparte la materia de Enología, Cultura del Vino y
Mecánica de la Cata en el Instituto Suizo de Gastronomía y Hotelería, de la
ciudad de Puebla) y María Guadalupe Palau. El ameno tema de la armonización
---maridaje--- entre los platillos y los vinos es acertadamente presentado,
mostrando todas las implicaciones que en el fascinante mundo de la gastronomía
entraña-
Como remate final el libro contiene la lista de todas
las bodegas vitivinícolas de México.
En
el primer párrafo de este escrito mencione que para que un libro fuese
calificado “de arte” debía estar
ilustrado con infinidad de hermosas fotografías, las cuales confirieran a ese
trabajo literario el requerido aporte gráfico. Bebiendo nuestra tierra cuenta con trescientas bellas fotográficas,
captadas por la lente de Memo García, un fotógrafo del cual leo (en la solapa
de este libro) que ha participado en múltiples exposiciones tanto colectivas
como personales, y cuyo trabajo ha sido publicado en libros y revistas de
diferentes países. Mi opinión personal es que el trabajo fotográfico de Memo
García es sobresaliente en grado superlativo,
como para permitir que la obra que ahora me ha ocupado resulte en verdad
extraordinaria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario