No
hay amor más sincero que
el
que sentimos por la comida.
GEORGE BERNARD SHAW (1856-1950)
Una de las suculencias más características de la cocina
angelopolitana son los chiles en nogada, que constituyen, por su exquisitez y
hermosa presentación, uno de los platillos más representativos de la
gastronomía mexicana, correspondiendo a la ciudad de Puebla de los Ángeles el mérito de haber sido (al igual que en el
caso del Mole) la cuna de este apetitoso manjar. Comenzaré por decir que es un
guiso de temporada, propio de los meses de agosto y septiembre, ya que en este
tiempo los nogales, cuajados de tan sabroso fruto, brindan el ingrediente
necesario para la nogada, y los granados proporcionan el rubicundo grano que decora vistosamente a
los chiles bañados de un níveo y sápido manto. La deliciosa nogada y la granada
constituyen el toque definitivo de estos chiles, los cuales, de otra manera,
serían, simple y sencillamente, chiles rellenos.
María Stoopen, en su libro El universo de la cocina
mexicana, afirma que “los chiles en nogada se yerguen sobre sus
antecesores, los cotidianos chiles rellenos, no sin agradecerles su filiación.
Además, en esa insólita mezcla de chile poblano capeado, picadillo de carne, con
aderezo de almendras, acitrón y piñones,
salsa de nuez y granada desgranada, se conjugan con todo éxito las herencias
prehispánicas, árabes, orientales y española de la gran cocina mexicana”.
De este guiso, que
combina sápida y armoniosamente, a la vista y al paladar, las cualidades de sus
variados ingredientes, existen diferentes versiones respecto a su génesis.
Artemio del Valle Arizpe refiere, en su libro Sala de Tapices, que
fueron cocinados por primera vez en agosto de 1821, por tres damas de la
sociedad angelopolitana, que con ellos quisieron agradar a sus respectivos
novios, oficiales que militaban en el ejército trigarante de Agustín de
Iturbide. Para ello, queriendo emular los tres colores de la bandera que los
cobijaba, una de esas damas pensó en un guisado que reuniese el verde, el
blanco y el rojo de ese lábaro. Tras muchas elucubraciones, y habiendo se
encomendado a San Pascual Bailón, el patrono de las cocineras, crearon un platillo preparado con chiles
poblanos rellenos de picadillo de lomo
de cerdo, sazonado con trocitos de durazno, piña, manzana, pera, acitrón, pasas
y almendras, bañados tras el capeo con una rica nogada hecha con nueces de
Castilla, jerez, queso fresco y lechas,
sobre la cual pusieron granos de granada, que refulgiesen cual granates o
rubíes.
Otra versión
permite conocer que el 21 de agosto de 1821 la aristocracia poblana quiso
honrar, en su cumpleaños, a Agustín de
Iturbide, quien hacía poco había firmado los Tratados de Córdoba. Para ello,
varias cocineras confeccionaron este platillo (al cual se aficionó tanto quien
era el jefe del Ejército Trigarante y no tardaría mucho en convertirse en
Emperador de México) que, al paso de los años, habría de ser considerado uno de
los mejores representantes del arte coquinario nacional.
No falta, tampoco,
la opinión de que los chiles en nogada fueron hechos por primera vez por las
monjas del convento de Santa Mónica, en
la Angelópolis (dejando volar la imaginación veo en las espaciosas cocinas conventuales
a unas risueñas mujeres de rubicundos rostros, regordetas manos y voluminosa
corpulencia), ya que a las religiosas de esa ciudad se les han atribuido,
merecidamente, por cierto, grandes méritos como autoras de un sin fin de
sabrosuras.
En el libro Diccionario enciclopédico
de gastronomía mexicana --extraordinaria obra de consulta, fruto de la paciente investigación del chef
Ricardo Muñoz Zurita--- queda asentado que “se trata de una especialidad de la
cocina de Puebla que se considera ya platillo nacional Consiste en un chile poblano relleno de
picadillo de cerdo, bañado con salsa de nogada y adornado con perejil y granada
roja..Este platillo es motivo de festejo en septiembre , el llamado “mes de la
Patria”. La mejor época para comerlos va
de julio a principios de octubre, porque
las frutas: la nuez y la granada se
consiguen de mejor calidad”.
De los chiles en
nogada, como del mole, existen múltiples recetas, algunas de las cuales son
poco acertadas por el hecho de incorporar ingredientes ajenos a la finura de
tan singular guiso. Unos aseguran que la receta original (¿en cuál libro de
cocina estará conservada esa “auténtica” receta?) hace saber que los chiles en
nogada deben ir capeados. Otros no son partidarios de esa espumosa envoltura.
Hay quienes prefieren la nuez encarcelada, con la que se obtiene una nogada
ligeramente morena, mientras que la mayoría recurre a la nuez de Castilla, que
debe ser fresca e ir pelada, lo que permite que la nogada tenga un aspecto
marfileño. Los más ortodoxos aseguran que los chiles deben ir rellenos con
carne de res o de ternera, en picadillo, mientras que no faltan los que
prefieren la carne de cerdo, asegurando que debe estar deshebrada. Finalmente
diré que hay quienes son tan ignaros que en lugar de utilizar la nuez emplean
pistache, y entonces no elaboran una nogada sino una pistachada (amén de no sé
qué otros cambios realizan en los ingredientes), y de esta manera ofrecen
---como una muestra de su creatividad y talento culinario (¿?) “chiles
en nogada todo el año”
Apenas ayer disfruté
de una exquisita comida en “Nicos”, un excelente restaurante fundado hace
cincuenta y cinco años por Raymundo Vázquez Estévez y María Elena Lugo de
Váz quez, que ahora
es atinadamente dirigido por el chef Gerardo Vázquez Lugo,
quien desde hace quince años se ha hecho cargo de la cocina y de
la dirección de este feudo culinario. Al presente son numerosas las ya de por
sí nutridas presentaciones que, por años,
han venido caracterizando al “Nicos”, como las muestras de cocina de
Cuaresma, de “Muertos”, y varias otras igualmente exitosas, a más de que este
chef ha cimentado la bien ganada categoría de
que “Nicos” es un restaurante donde la cocina mexicana tradicional está
muy bien representada.
El motivo de esta nueva visita a tan recomendable salón
comedor (sito en Avenida Cuitláhuac 3102, en Azcapotzalco) fue saborear los
chiles en nogada, ya que la temporada
en la cual estas delicias son preparadas en “Nicos” ---utilizando
para ello los productos de mayor calidad--- ya ha dado comienzo, y se extenderá
hasta fines de septiembre.
Para abrir boca probamos queso de oveja tierno envuelto en
acelgas baby de colores, una interesante versión de esta hortaliza producida en
una parcela que suministra al chef Gerardo Vázquez productos frescos. El
resultado de esta combinación me pareció muy apetitosa.
En seguida fue servido el manjar principal: chiles en nogada
en sus dos versiones, capeados y sin capear, según el gusto y la preferencia de
los cinco comensales allí reunidos. Se trata de un platillo en extremo
delicioso, confeccionado con los ingredientes requeridos, para que al
degustarlo se experimente la sensación de una verdadera ambrosía. Cabe agregar
que fue servido en vajilla de Talavera de Puebla, y advertí que los cinco
platos (para los cinco que compartíamos la mesa) eran del mismo tamaño, pero de
diseño, colores y decoración diferente, lo que, a mi parecer significa un toque
de refinada elegancia en el servicio.
Y como estamos en el mes de agosto, el restaurante “Nicos”
lleva a cabo, desde el año 1967, la promoción denominada “Agosto: el mes del
vino”, en que esta báquica bebida es ofertada a los clientes a precios
reducidos, como una acertada forma de promover su consumo acompañando los
alimentos. A este particular agregaré dos palabras: cuando casi nadie, en la
capital mexicana, se preocupaba por promover una verdadera cultura gastronómica
y enológica, sustentada en el placer que está dado por el hecho de acompañar
las comidas con vino, Raymundo Vázquez Estévez tuvo la feliz idea de instituir
esta promoción, que después de cuarenta y cinco años continúa vigente.
Ahora en la carta especial de vinos (para esta temporada)
aparece la leyenda “Cuando pienses en vino, decide por vino mexicano”, y allí
figuran diecinueve bodegas, de Baja California, Coahuila y Querétaro, y a este
respecto Gerardo Vázquez Lugo comentó que si la cocina de este restaurante está
consagrada a las excelencias de los guisos nacionales, justo es que la carta de
vinos muestre los productos de las
principales regiones vitivinícolas de nuestro país, así como también una amplia
gama de destilados, tequilas y mezcales, principalmente, de Sonora, Chihuahua,
Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Tamaulipas, Guerrero, Guanajuato,
Michoacán, Jalisco y Oaxaca. Suman 41 los mezcales de esta carta especial, que
muy pocos restaurantes de la ciudad de México pueden igualar.
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