“A veces los legisladores no tienen idea de
dónde están parados. Y para desgracia de ellos y de nosotros los
gobernados, todavía no se inventa el GPS que les diga a dónde quieren ir.
Los refrescos de cola, que son veneno para la
salud por ser de los principales causantes de la diabetes, pagan un 16
por ciento de impuestos, y lo pueden recuperar gracias al régimen de
consolidación fiscal. Y en contraparte, los pujantes vitivinicultores
del norte del país, no pueden ser competitivos frente a los vinos del
resto del mundo porque deben pagar al fisco un impuesto del 52 por
ciento.
La creciente industria del vino que se
desarrolla en estados como Baja California y Coahuila, está en riesgo
de desaparecer por el monto absurdo de gravamen que deben pagar al
fisco.
¿Por qué una Coca-Cola sólo 16 por ciento de
IVA, está libre de IEPS, y una botella de vino de Ensenada debe pagar
52 por ciento?
Porque los legisladores no conocen el país ni
los efectos que tienen los refrescos y el vino en la salud.
Todo exceso es malo, hasta de carnitas o de
huevo, pero una copa de vino es buena para la salud y una Coca-Cola
hace daño. ¿Entonces? ¿Cuál es la lógica? No hay lógica, sino
ocurrencias. Los legisladores que deben “cuadrar” el presupuesto, no
tienen una idea mejor que subirle el impuesto al vino, sin conocer
siquiera de qué se trata esa industria.
Recorrer los viñedos de Baja California es una
enseñanza de cómo hacen jóvenes profesionistas mexicanos para ganarle
terreno al desierto y producir vinos de buena calidad. Sin embargo esos
vinos no pueden competir con los californianos, o los franceses o
españoles, porque los nuestros son muy caros y les dejan poca ganancia
a los productores para reinvertir.
Los jugos que vemos en los anaqueles de los
centros comerciales, fabricados por las compañías refresqueras,
contienen un equivalente a 26 cucharadas de azúcar por litro. Esos
jugos, que causan diabetes y obesidad, no pagan IVA. Al contrario, el
fisco le debe devolver impuestos a las compañías refresqueras, cada
año, por seis mil 723 millones de pesos.
Es un atraco a la inteligencia y un insulto a
la lógica que los jugos envasados estén libres de impuestos, el fisco
les haga devolución de IVA por procesos intermedios, mientras que a
nuestros productores de vino se les cargue un 52 por ciento de
impuestos. Las ocurrencias de los legisladores no se quedan en el aire.
Son dañinas para la salud y para la capacidad de competencia de la
industria nacional”. Hasta aquí la transcripción del texto de Pablo
Hiriart.
Juan Ignacio Torreblanca Sentíes analizó esta
triste circunstancia de la siguiente manera:
“En efecto, muchas personas llegan a
cuestionar el por qué los vinos mexicanos son caros. Los vinos, como otros productos y
servicios, son base para el IMPUESTO ESPECIAL SOBRE PRODUCCIÓN Y
SERVICIOS. El IEPS se calcula sobre el precio fijado por los
productores y por quienes hacen su comercialización. Son dos tasas para
los vinos de mesa:
1.- Los que tienen una graduación de
alcohol hasta del 14% vol, cuya tasa es del 25%
2.- Los vinos de mesa con mayor
proporción de alcohol, más del 14% vol. cuya tasa es del 30% sobre el
precio de venta establecido.
Tanto los vinos importados como los
nacionales son afectos a este impuesto.
El precio para el consumidor, además del
IEPS, sobre el precio de venta más el IEPS se fija la base para aplicar
el 16% de IVA.
Es decir, aquellos vinos con graduación
alcohólica hasta de 14% pagarán un módico 45% sobre el precio de venta
(Este % es la suma del IEPS y del IVA), Pero, aquellos vinos,
nacionales e importados, con graduación mayor a los 14% vol. pagan en
total un 51%
En pocas palabras, si un vino tiene un
precio de venta de $ 100.00, más el 25% del IEPS (cuando la graduación
de alcohol es hasta de 14%); suma $125.00, sobre los que se calcula el
16% de IVA $ 20.00, lo que da un total de $ 145.00
Y los vinos con mayor graduación a los 14%;
sobre 100% , $ 100.00 más el 30% del IEPS, un subtotal de $ 130.00 que
aplicándole el 16% de IVA $ 20.80, da un total de $ 151.00
Lo que bien es cierto es que los vinos
procedentes de países con los que tenemos tratados de libre comercio NO
PAGAN el IGI (Impuesto General de Importación - 20% sobre valor
aduana), en tanto que los de origen de países con los que no tenemos
tratado, pagarán dicho impuesto que se convierte en una carga adicional
para el consumidor.
El caso es peor cuando hablamos de bebidas
destiladas (Ron, wisky, vodka, tequila, etc.) ya que el IEPS es hasta
del 53%´. Por lo que en el caso que un tequila que tuviera un precio de
venta de $ 100.00, éste causaría un IEPS de $ 53.00, que sumados son $
153.00 base a la cual se le calcula el 16% de IVA $ 24.48, lo que da un
total a pagar al consumidor de $ 178.00; es decir, tan solo se paga de
impuestos 78%
Pero, cuando disfrutemos de un buen vino o
un buen wisky, es mejor olvidarse de este PEQUEÑO DETALLE, pues de lo
contrario no los disfrutaríamos por completo.
Y, para acabar, quiero expresar que no es
tan solo el vino y otras bebidas, sino LUZ, TELÉFONO, TV., CIGARROS Y
TABACOS, GASOLINA entre otros conceptos más, que son gravados con
distintas tasas del IMPUESTO ESPECIAL DE PRODUCCIÓN Y SERV ICIOS, que
acaba por pagarlos el usuario o el consumidor.
Los vinos mexicanos son caros puesto que
toda la tecnología, equipo, botellas, cápsulas, etiquetas, barricas,
corchos y tecnología, son conceptos que se integran al costo de
elaboración del vino. Las parcelas nacionales no son tan nobles como en
muchas de las regiones vitivinícolas de otros países, y el nivel de
producción es limitado, lo que conduce a que el costo de los vinos,
amén de la prisa de los elaboradores de recuperar de una manera más
ágil el monto de sus inversiones, provocan en conjunto precios
elevados.
Ojalá esta información sirva para un
conocimiento más amplio, y que no se concluya que los vinos mexicanos
son caros porque pagan más impuestos. No, todos, los de origen extranjero y
mexicanos pagan exactamente los mismos % de IEPS e IVA”. Hasta aquí la
opinión de Juan Ignacio Torreblanca Sentíes.
A manera de colofón diré que el precio de
los vinos (tanto nacionales como importados) alcanza en México un
costo muy elevado en el caso de ser servidos en un restaurante, ya
que allí su precio suele ser
cotizado tres y cuatro veces por arriba del que tiene en un
establecimiento de autoservicio.
En infinidad de ocasiones he advertido que un vino que ---por
poner un ejemplo--- cuesta en un comercio $300.00 o $ 400.00, en la
Carta de Vinos de un restaurante aparece a $900.00 o $ 1.200.00, lo
que se convierte en un elemento disuasivo para ordenar una botella,
para acompañar una buena comida. A este particular recuerdo que,
dentro de la serie de veintiún
conferencias de “La Cultura del Vino en México” (que el Grupo Enológico
Mexicano llevó a cabo entre junio de 1994 y abril de 2002) el día 3
de diciembre de 2001 coordiné una Mesa Redonda titulada El precio del
vino en los restaurantes”, en la cual nueve productores e
importadores analizaron lo que entonces era ---y así continúa siéndolo--- lo
mismo en México que en otros países, un poderoso motivo para que un
comensal no ordene vino para acompañar sus platillos, al hallarse en
un establecimiento de restauración.
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