El buen humor es
una combinación
de bondad y
sabiduría
EDWARD ROBERT
BULWER-LYTTON
(OWEN
MEREDITH 1831-1891)
Desde
aquellos mis lejanos años de estudiante ---hace poco más de seis décadas---, en la Escuela
Nacional Preparatoria, ubicada en la calle de San Ildefonso, me torné un adicto lector de las obras de
Enrique Jardiel Poncela (1901-1961),
quien fue, para mi gusto, un notable escritor español catalogado como
humorista, quien hizo gala en sus novelas y comedias teatrales de un profundo conocimiento de la psiquis
humana. Julio Torri, en su obra La
literatura española dejó asentado que “espíritus ingeniosos y sutiles, como
Julio Camba, Wenceslao Fernández Flores y Enrique Jardiel Poncela, practican el
humorismo en novelas, cuentos y ensayos de alto valor imaginativo”. J. M.
Buendía, por su parte, señala que quizá con Arniches y Muñoz Seca es Jardiel
Poncela “uno de los autores españoles cuyas obras teatrales han merecido más
reestrenos, por encima de Benavente e, incluso, de Casona y García Lorca”
La
crítica literaria española ha considerado a Jardiel Poncela el único
novelista que, fuera de Benito Pérez
Galdós (este escritor es una de las auténticas glorias de las letras hispanas),
repitió dicho éxito como dramaturgo. Y al referirme a Enrique Jardiel Poncela diré
que con sus relatos mitad irónicos y
mitad humoristas ---y si fuera posible
la existencia de una tercera mitad diría que ella estaría dada por su gran
capacidad para aludir, con gracia,
ingenio y donaire a las cuestiones sexuales--- ha hecho las delicias de varias
generaciones de lectores, quienes tanto nos hemos solazado con sus escritos.
Cuán
gratamente recuerdo ahora que los libros escritos por Jardiel Poncela se pegaban
literalmente a mis manos (lo mismo en
aquellos días juveniles que al presente, lo que es buena prueba ---así lo considero yo--- del valor literario
y la profunda hondura psicológica, insisto en ello, de que hizo gala este
celebrado autor, cuya vida intima, según tengo entendido, fue muy desgraciada,
lo que en mucho contribuyó a tornarse un acerbo crítico de la conducta sexual
de la mujer, desde aquella primera novela suya
Amor se escribe sin hache. Luego
vendrían ¡Espérame en Siberia, vida mía!
Pero hubo alguna vez once mil vírgenes y La tournée de Dios, una de las obras que más me gustan del escritor
que ahora me ocupa.
No
solamente incursionó Jardiel Poncela en el género novelístico, alcanzando en su
momento gran éxito de crítica y librería, sino que, así mismo, fue considerado
un excelente autor teatral (léase
dramaturgo). Su obra Angelina o el honor
de un brigadier, (estrenada en marzo de 1934), escrita en verso, constituyó un señalado
acontecimiento e la vida cultural de Madrid, al igual que ocurrió con El sexo débil ha hecho gimnasia y Eloísa está debajo de un almendro.
Si
bien Enrique Jardiel Poncela no escribió una obra consagrada directamente a la
gastronomía, como lo hizo Julio Camba con La
casa de Lúculo, si pergeñó infinidad de aforismos en torno al comer y al
beber, especialmente en sus libros Exceso
de equipaje y El libro del
convaleciente, en los cuales he abrevado para transcribir esos pensamientos
y con ellos formar un ramillete de ingeniosas frases referentes al arte
culinario y manducatorio.
El
amor es como la salsa mayonesa: cuando se corta, hay que tirarlo y empezar otro
nuevo.
La vida es
tan amarga que abre las ganas de comer.
El
amor, el tabaco, el café y, en general, todos los venenos que no son lo
bastante fuertes para matarnos en un instante, se nos convierten en una
necesidad diaria.
Vegetariano
es un hombre que no come carne delante de testigos.
Restaurante
económico: un establecimiento en el que se entra abriendo la boca y del que se
sale bostezando.
Chocolate
a la española: goma arábiga disuelta en leche.
Chocolate
a la francesa: goma arábiga disuelta en agua.
Los
hombres son como las botellas de agua mineral: sus precios y sus envases son
distintos y su nombradía y fama diferentes. No obstante dentro de cada cual lo
más frecuente es que haya una misma cosa: bicarbonato, y al extremo del cuello
una sustancia idéntica: corcho.
Intentar
convencer de algo a una mujer es como pretender matar a un boquerón con un
torpedo.
Patata
frita: viruta de madera desconocida que se come a fuerza de sal.
Pescadería:
depósito de cadáveres conservados en hielo.
La
embriaguez es el altavoz del carácter.
No
debe beberse vino, ni fuera de las comidas, a no ser que quiera uno
emborracharse, en cuyo caso o se beben licores y vinos, o no se emborracha uno.
Sólo
existe una cosa mejor que la pierna de la mujer: la pierna de cordero.
En
la mujer, las lágrimas son el vermouth del amor.
El
que es un pedazo de pan casi siempre
es un zoquete.
En
caso de llevarse cubiertos de alguna casa amiga, la urbanidad manda que solo sean hurtados los de plata.
Porque luego le dicen a uno ¿de dónde es ese tenedor? De casa de fulano. Y si el tenedor no es de
plata, fulano queda muy mal considerado.
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