Hace tres días las
autoridades del centro penitenciario de máxima seguridad de El Altiplano, donde
se halla recluido, por segunda ocasión, el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán Loera, informaron a la
opinión pública que los alimentos que le son servidos cotidianamente son
previamente degustados por un perro, debidamente entrenado para estos
menesteres. Si transcurridos quince minutos de que el can haya ingerido esos alimentos, no presenta
ningún trastorno, entonces esa comida le es servida al prisionero. Esta medida
es para impedir que alguna persona ---enemiga de ese narco--- pudiese
envenenarlo dentro de la prisión.
Este tema, el referente al
hecho de que alguna persona o algún animal pruebe la comida que le será servida
a un jerarca, quien teme que los alimentos que le presentan pudieran causarle
la muerte, es muy antiguo, pues ya desde la época del florecimiento del imperio
romano existían personas cuyo oficio era degustar los platillos destinados a los
altos dignatarios. En la Antigua Roma los emperadores
tenían a su servicio un criado, encargado de degustar los vinos y alimentos que
luego le serían servidos. Era ese encargo ---el de pregustador, palabra que
proviene del latín praegustator ---funcionaba
un criado denominado Pregustador, y
se menciona que un eunuco, de nombre Halotus, había sido quien probaba esos alimentos
para el emperador Claudio.
Ya en tiempos más recientes
se les daba, a quienes ejercían este peligroso encargo el nombre de “catavenenos”
, y en algún portal de internet leí que era generalmente desempeñado der
esclavos.
(Acerca del nombre “catavenenos” diré que el
año 2007 fue publicado el libro El
Catavenenos, escrito por Peter Elblng (Editorial Planeta), cuya trama
transcurre en la Italia del Renacimiento, y Ugo Difonte, es un campesino viudo
quien se ve convertido en “el catavenenos de un aristócrata en extremo cruel y
sanguinario”.
En otro libro de ficción, el cual lleva por título El Banquete, escrito por Orazio Bagnasco
(Plaza & Janés, 1999), aparece la palabra Credenciero, que tiene por
significado la de “criado que tenía a su cuidado “fare la credenza”,
equivalente a hacer la “salva”, antes de que bebiera su señor”
El Diccionario de la Real Academia
Española incluye el vocablo Salva y lo define de la siguiente manera: “Prueba que hacía de la comida y
bebida la persona encargada de servirla a los reyes y grandes señores, para
asegurar que no había en ellas ponzoña”. Encontré también la palabra
maestresala, definida como “En los comedores de hoteles y ciertos restaurantes,
el jefe de camareros que dirigía el servicio de las mesas”. Igualmente tiene el
significado de “Criado principal que asistía a la mesa de un señor, presentaba
y distribuía la comida y la probaba para garantizar que no contenía veneno”.
Abundando en estos asuntos señalaré que en el portal El Clarín.com leí, el 30 de abril de 2013, un artículo titulado “Margot, la mujer que todos los días probaba la comida de Hitler”. En ese texto, generado conjuntamente por la agencia periodística AP y el diario Clarín, queda asentado, que durante dos años y medio, junto a otras catorce mujeres, probó la comida destinada al Fuhrer. A los 95 años. Recién en el ocaso de su vida, Margot Woelk, en su casa de Berlín, reveló su historia. Ese relato me parece muy interesante, y por ese motivo lo transcribo en este espacio.
Abundando en estos asuntos señalaré que en el portal El Clarín.com leí, el 30 de abril de 2013, un artículo titulado “Margot, la mujer que todos los días probaba la comida de Hitler”. En ese texto, generado conjuntamente por la agencia periodística AP y el diario Clarín, queda asentado, que durante dos años y medio, junto a otras catorce mujeres, probó la comida destinada al Fuhrer. A los 95 años. Recién en el ocaso de su vida, Margot Woelk, en su casa de Berlín, reveló su historia. Ese relato me parece muy interesante, y por ese motivo lo transcribo en este espacio.
“Eran
festines con espárragos sublimes, bañados con miedo. Y por más de un siglo,
Margot Woelk escondió su secreto a todo el mundo, incluso a su esposo. Pero
pocos meses después de cumplir 95 años, reveló la verdad sobre su papel en la
guerra: ella era quien probaba la
comida de Adolf Hitler.
Woelk, quien
para entonces estaba en sus veinte, pasó dos años y medio como una de las 15 jóvenes mujeres que
probaban la comida de Hitler, para asegurarse de que no estuviera envenenada,
antes de ser servida al líder nazi en la “Guarida del Lobo”, el cuartel
fuertemente vigilado ubicado en lo que ahora es Polonia, y donde el jefe del
III Reich pasaba la mayor parte de su tiempo hacia el fin de la guerra. “Era
vegetariano. Nunca comió carne en todo el tiempo que yo estuve ahí”, recuerda
Woelk. “Y Hitler estaba tan paranoico con la idea de que los británicos lo iban
a envenenar, que por eso tenía a 15 chicas para probar sus alimentos antes de
comerlos”.
Con muchos
alemanes sufriendo la escasez de alimentos y bajo una dieta insípida a medida
que se desarrollaba la guerra, probar los alimentos de Hitler tenía sus
ventajas. “La comida era deliciosa, los mejores vegetales, espárragos,
pimientos, todo lo que pudieras imaginar. Y siempre acompañado de arroz o
pasta”, recuerda. “Pero este miedo constante ... sabíamos de los rumores de
envenenamiento y nunca podíamos disfrutar la comida. Todos los días temíamos
que fuera la última”.
Esta pequeña
historia es en realidad un cuento de
terror, dolor y distanciamiento para los sobrevivientes de la guerra.
Sólo ahora en el ocaso de su vida, Margot estuvo dispuesta a contar sus
experiencias, que había enterrado por vergüenza y por el miedo a ser perseguida
por haber trabajado con los nazis, aunque insiste que jamás fue un miembro del
partido.
Woelk
primero reveló su secreto a un periodista de Berlín meses atrás. Desde entonces
el interés por su vida ha sido abrumador. Maestras le escribieron y le pidieron
fotos y autógrafos para darle vida a la Historia para los alumnos. Varios
investigadores de un museo la visitaron para interrogarla sobre los detalles de
sus días como la “degustadora” de Hitler.
Woelk cuenta
que su asociación con Hitler comenzó luego de que huyera de Berlín para escapar
de los ataques aliados. Su marido se había ido al frente con el ejército
alemán, así que se mudó con unos familiares que vivían hacia el Este a unos 700
km, en Rastenburg. Allí fue
reclutada como empleada pública y asignada durante los siguientes dos años y
medio como degustadora de alimentos y a cargo de las cuentas de la cocina en el
complejo de La Guarida del Lobo, a pocos kilómetros de Rastenburg.
Hitler era
reservado, incluso en la intimidad de su guarida, al punto de que ella jamás lo vio en persona. Solo
llegó a ver a su pastor alemán, Blondie, y a los guardias de la SS, que
hablaban con las mujeres.
Con el
ejército soviético en la ofensiva y la guerra yendo cada vez peor para
Alemania, uno de sus amigos de la SS le aconsejó irse de la Guarida de Lobo.Margot regresó entonces a Berlín en tren y se
escondió.Las otras mujeres, recuerda Woelk, decidieron quedarse en
Rastenburg porque allí tenían a su familia. Ese era su hogar.“Supe luego que los rusos ejecutaron a las otras 14 chicas.
Fue cuando las tropas soviéticas tomaron el cuartel en enero de 1945.
Cuando Woelk
regresó a Berlín halló una ciudad que enfrentaba su completa destrucción. Pero
el horror no terminó con la
capitulación. “Los rusos me atraparon. Me llevaron a un departamento y
me violaron durante 14 días seguidos. Por eso nunca pude tener hijos.
Destruyeron todo”.
Como
millones de alemanes y europeos, Woelk comenzó a reconstruir su vida, tratando
de olvidar. “Durante décadas intenté quitarme esos recuerdos. Pero siempre
regresan para a atormentarme en las noches”
Hasta aquí
esas transcripción.
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