Hoy hace 469 años que nació
Miguel de Cervantes Saavedra
Llenáronse de
regocijo los pechos
porque se llenaron
las tazas de generosos vinos
que, cuando se
trasiegan por la mar, de un cabo
a otro, no hay
néctar que se les iguale.
MIGUEL DE
CERVANTES SAAVEDRA (1547- 1616).
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Miguel de
Cervantes Saavedra vino al mundo el 29 de septiembre de 1547, en la población
de Alcalá de Henares. Por sus innegables méritos como escritor ha sido llamado
“la máxima figura de la literatura española”, y también “príncipe de los
ingenios”. Su importancia como escritor es
de tal magnitud que al idioma castellano se le conoce como “la lengua de
Cervantes”. Por otro lado, la posteridad lo conoce por el mote de el “Manco de
Lepanto”, pues en la celebérrima batalla naval
(en la cual el expansionismo otomano fue frenado por la Santa Liga), que tuvo lugar en el golfo del mismo nombre,
en Grecia, el 7 de octubre de 1571,
resultó herido de la mano izquierda, la cual le quedó anquilosada. (Cabe
agregar que este año de 2016 ha sido conmemorado el aniversario número
cuatrocientos de su fallecimiento).
Tras de
pasar cinco años prisionero en Argel retornó a España, en 1580, donde dio
comienzo a su ingente tarea literaria, en la cual sobresale El
ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, publicada --la primera parte-- en 1607. Otras obras suyas son La
Galatea, La Numancia y Los trabajos
de Persiles y Segismunda, las Novelas Ejemplares (que
comprenden Rinconete y Cortadillo, El
celoso extremeño, El licenciado vidriera y El coloquio de los perros,
entre varias otras).
Mucha tinta
ha corrido para aludir a las apremiantes necesidades económicas que agobiaban a
Cervantes, lo que lo orilló a solicitar un empleo de escribano en América. Mi admirado
maestro Félix Martí Ibáñez, médico y literato sin par, escribió en su libro Surco:
ensayos sobre literatura, historia de la medicina, arte y psicología (Aguilar. Madrid, 1960), lo siguiente, acerca del estado que guardaba
España en tiempo de Miguel de Cervantes Saavedra: “El cuadro de la España de
Don Quijote, la España de comienzos del siglo XVII, era triste y sombrío. Pese
a los galeones de América, cuyas cuadernas crujían bajo el peso de las barras
de oro, la pobreza y el hambre reinaban en toda la Península Ibérica. Símbolos
de la miserias de la época son la escasez de las ventas en donde paró Don
Quijote, en las que no había “sino lo que el viajero traiga consigo”, y la
proverbial flaqueza de las alforjas del perennemente hambriento Sancho
Panza....Tan mala era la situación, que en 1590 se le ocurrió a Cervantes
solicitar, en vano, un puesto burocrático en Soconusco, Guatemala, y en la Real
Audiencia de Santa Fe, en la ciudad de Cartagena, o en La Paz, Bolivia. De habérselo concedido, acaso
Cervantes hubiera terminado en vulgar oficinista enterrado en una encomienda
americana, y Don Quijote jamás hubiera cabalgado por La Mancha”.
Y continúa diciendo Samper Pizano lo siguiente: “América era entonces lugar de ventura y aventura para los peninsulares desairados por la fortuna. El propio Cervantes la califica en El celoso extremeño como “refugio y amparo de los desesperados de España”. Para fortuna de la literatura, el Consejo de Indias respondió a la solicitud con una cortante negativa: “Busque por acá en qué se le haga merced”. Se desbarató así la histórica posibilidad de que Cervantes se afincase en el Nuevo Continente. Como consecuencia, el alcalaíno tuvo que seguir dedicado a su oficio de tenedor de libros, comediógrafo y novelista. Bien se sabe que no fue escritor exitoso sino a raíz de la publicación del Quijote, y lo que le dio el alimento fueron sus conocimientos de contaduría. A ellos debió también sus padeceres, pues en 1602 fue recluido en la cárcel de Sevilla, acusado de malos manejos de dinero. Allí concibió la historia de don Quijote de la Mancha, por lo cual es muy poco probable que, si hubiera viajado a las Indias, las aventuras del ingenioso hidalgo hubieran tomado cuerpo en el clima tropical de Guatemala, Colombia o Bolivia.
Resulta difícil imaginar qué habría sido de nuestro autor si el Consejo de Indias hubiese autorizado su nuevo destino. Quizá habría perseverado en su oficio de contable. O habría escrito una obra muy diferente a la que le dio fama universal. Lo difícil es pensar que, sin las penurias que atravesó en Sevilla y los personajes que conoció en aquella prisión saturada de toda suerte de reos, hubiese encontrado la materia prima de su obra maestra”.
La obra cimera de Cervantes fue El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que comienza de la siguiente manera (con una manifiesta alusión a la frugal pitanza de aquel alucinado caballero andante ---cuyo nombre era Alonso Quijano---, quien soñaba con dar fiel cumplimiento a “su oficio y ejercicio de andar por el mundo enderezando entuertos y desfaciendo agravios”): “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda”.
Acerca de estos guisos Lorenzo Díaz, autor del libro La cocina del Quijote, señala que “existen líricas leyendas en torno a los platos “quijotunos”, como la que rodea a los duelos y quebrantos. Cuentan los eruditos que era costumbre, en algunos lugares de La Mancha, que los pastores llevaran a casa de sus amos las reses que entre semana se morían o sufrían alguna lesión, de cuya carne deshuesada y acecinada se hacían tasajos. De estos huesos se componía la olla, en tiempos que no se permitía en los reinos de Castilla comer los sábados de las demás partes de ellas. Esa comida se llamó “duelos y quebrantos”, con sentida alusión al duelo que causaba, como es natural, a los dueños la pérdida del ganado”.
Una fiel descripción de los hábitos manducatorios en aquellos lejanos días, es la que nos brinda Manuel Martínez Llopis en su libro Historia de la gastronomía española. Allí leo lo siguiente: “También Cervantes, en distintos pasajes de sus obras, hace citas que contribuyen a divulgar el conocimiento de las costumbres gastronómicas en la España del Siglo de Oro, lo mismo en las clases elevadas que en el modesto campesino. El parco yantar de don Quijote, comida de hidalgo lugareño, es un ejemplo de esa proverbial sobriedad de los españoles. Alonso Quijano, al que llamaban el Bueno, satisfacía su apetito con las sencillas minutas que enumera Cervantes.
“Son muchos los detalles gastronómicos ---continúa diciendo Martínez Llopis--- que menciona Cervantes en sus obras, y por ellos se puede deducir que los pastores, peregrinos, arrieros, trajinantes, y todos cuantos andaban por los polvorientos caminos castellanos, si se veían azuzados por el hambre, podían encontrar, para calmarla, en las ventas que hallaban a su vera, tasajos de cabra y algunas veces de venado, queso ovejuno, bien curado, aceitunas secas, frutas maduras y huesos de jamón”
Existe en internet un portal que encierra notorio interés para quienes se interesan por el origen y significado preciso de las palabras. Se trata de la página del idioma español (www.elcastellano.org). Allí leí que “La palabra quijote se usaba en España por lo menos dos siglos antes de que naciera Cervantes, bajo la forma quixote, la misma empleada en la obra de Cervantes. En efecto, la palabra ya aparece registrada en 1335 como nombre de una ‘pieza del arnés destinada a cubrir el muslo’. La voz parece provenir del antiguo cuxot y éste, del catalán cuixot, con el mismo significado, derivado de cuixa ( 'muslo'), que se formó a partir del latín coxa 'muslo' y sufrió el influjo de ‘quijada’. El quijote era una prenda propia de caballeros andantes, por lo que Cervantes recurrió a ella cuando tuvo que dar un nombre de guerra a su héroe Alonso Quijano”.
Numerosos fueron los momentos en los cuales Don Quijote de la Mancha ---que por otro nombre lleva el de Caballero de la Triste Figura--- y su fiel escudero Sancho Panza “almorzaron, comieron, merendaron y cenaron a un mismo punto”, dada la parvedad de sus condumios y la penuria de sus alimentos. Entre los numerosos trances en que se ven envueltos, ya que el alucinado caballero iba por doquier buscando reprimir a los malandrines, figura el de las bodas de Camacho el Rico, donde Sancho Panza vivió uno de los momentos más gratos de su vida, refocilándose (antes, al contemplar tan suculentos y abundantes guisos; durante, al estarlos engullendo; y después, al recordar, gozoso, los manjares que había manducado) ante la visión de los preparativos de un delicioso ágape que parecía ajeno a su mundo, caracterizado por las carencias y privaciones, sobre todo en lo referente al yantar.
De esta manera narra Cervantes ese feliz momento: “Lo primero que se le ofreció a la vista de Sancho fue, espetado en un asador de un olmo entero, un entero novillo, y en el fuego donde se había de asar ardía un mediano monte de leña, y seis ollas que alrededor de la hoguera estaban, no se habían hecho en la común turquesa de las demás ollas, porque eran seis medias tinajas, que en cada una cabía un rastro de carne. Así embebían y encerraban en sí carneros enteros, sin echarse ver, como si fueran palominos. Las liebres ya sin pellejo, y las gallinas sin pluma, que estaban colgados en de los árboles para sepultarlas en las ollas, no tenían número. Los pájaros y caza de diversos géneros eran infinitos. Contó Sancho más de sesenta zaques, de más de a dos arrobas cada uno, y todos llenos, según después pareció, de generosos vinos. Así había rimeros de pan blanquísimo, como los suele haber de montones de trigo en las eras. Los quesos, puestos como ladrillos en tejares, formaban una muralla. Los cocineros y cocineras pasaban de cincuenta, todos limpios, todos diligentes y todos contentos. En el dilatado vientre del novillo estaban doce tiernos y pequeños lechones, que cosidos por encima servían para darle sabor y enternecerle, Las especias de diversas suertes no parecía haberlas comprado por libras sino por arrobas, y todas estaban de manifiesto en una grande arca. Finalmente, el aparato de la boda era rústico, pero tan abundante que podía sustentar a un ejército”
Sancho Panza todo lo contemplaba, y luego “con corteses y hambrientas razones rogó le dejasen mojar un mendrugo de pan en una de aquellas ollas. A lo que el cocinero respondió: “Hermano, este día no es de aquellos sobre quien tiene jurisdicción el hambre, merced al rico Camacho. Apeaos y mirad por ahí un cucharón , y espumad una gallina, o dos, y buen provecho os haga”.
Otro episodio descrito en este libro, de imperecedera fama, hace referencia a la frustración experimentada por Sancho Panza en la Ínsula Barataria, totalmente diferente del deleite palatal que le produjo participar en el banquete nupcial ofrecido por Camacho el Rico. Sancho, recién llegado al imaginario lugar cuya gubernatura le fue otorgada como recompensa por sus fieles servicios escuderiles a Don Quijote, fue recibido con grandes muestras de zalemas y elogios por sus supuestos súbditos. Al llegar el momento de disponerse a saborear una abundante y deliciosa comida, se encontró con que un médico, llamado Pedro Recio de Agüero, provisto de una varilla en la mano, le fue indicando a Sancho Panza los platillos que no debía comer, porque ---según le dijo con melifluas palabras--- resultarían dañinos para su salud.
Para desgracia del recién nombrado Gobernador, el matasanos le prohibió probar de todos y cada uno de esos apetecibles guisos, argumentando diversas razones de índole médica por las cuales les era vedado, en beneficio de su salud, degustar con el paladar lo que con sus miradas parecía estar engullendo.
La vida de Miguel de Cervantes Saavedra, creador del preclaro caballero Don Quijote, transcurre durante los años del reinado de Felipe II, quien fue proclamado rey de España en 1556 (cuando su padre Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico abdicó para recluirse en el Monasterio de Yuste, en la Provincia de Cáceres, donde murió en 1558). En ese tiempo era España un imperio donde “jamás se ponía el sol”, según afirmaban los panegiristas del monarca hispano, pero dentro del país la pobreza campeaba por doquier, salvo entre los aristócratas. allegados a la Corte. No en balde la novela picaresca, que floreció en ese tiempo, muestra con sin igual donaire ---en esa epopeya de hambre generalizada--- la vida de pillos, estafadores, crapulosos y demás ralea de baja estofa, como los que retrató Francisco de Quevedo, en su obra Vida del buscón llamado don Pablos; o aquellos descritos en la novela anónima El lazarillo de Tormes. Otros libros de ese subgénero literario fueron los siguientes: Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán, Vida del escudero Marcos de Obregón, de Vicente Espinel y La vida y hechos de Estebanillo González (para muchos de autor anónimo y para otros obra de Gabriel de la Vega).
En todos estos libros los pícaros muestran la agudeza de su ingenio, siempre fértil y desmedido, para aprovecharse tanto de sus respectivos amos como de quienes tenían la desgracia de caer en sus malévolas redes .de intrigas y corrupción.
Por lo que concierne al vino debo mencionar que Miguel de Cervantes Saavedra refiere, en su inmortal obra El Quijote de la Mancha, la conversación entre Sancho Panza y un caballero, y éste, al advertir que el escudero del andariego desfacedor de entuertos identificaba la procedencia de un vino que le había ofrecido, le dijo que mostraba ser un buen mojón, que conocía bien tan exquisita bebida. Sancho Panza respondióle lo siguiente: “¿No será bueno que tenga yo un instinto tan grande y tan natural en esto de conocer vinos, que en dándome a oler cualquiera, acierto la patria, el linaje, el sabor y la dura, y las vueltas que da de dar, con todas las circunstancias el vino atañederas?”
”Al respecto, el Diccionario de la Real Academia Española define de la siguiente manera la palabra mojón: “catador de vinos, el que es inteligente en este campo”.
A mi parecer, la figura del Quijote ha inspirado a infinidad de artistas, en el mundo entero, quienes han compuesto obras magistrales especialmente en la música. En el portal español www..cvc.cervantes.es leí un amplio y documentado texto de Yvan Nommick titulado El “Quijote” en la Ópera, del cual transcribo tres párrafos: “La obra más significativa de las compuestas en los albores el siglo XX es la comedia heroica en cinco actos Don Quichotte, de Jules Massenet, escrita entre 1908-1910 sobre un libreto de Henri Cain, basado en la pieza teatral Le Chevalier de la Longue Figure, de Jacques Le Lorrain. En el estreno, que se celebró el 19 de febrero de 1910, en la Ópera de Montecarlo, cantó el papel de don Quijote el bajo ruso Feodor Chaliapin, quien en 1933 interpretó el papel del héroe cervantino, en la película Don Quichotte, de Georg Wilhelm Pabst.
Cuenta Massenet en sus recuerdos (Mes souvenirs, París, Pierre Lafitte et Cie, 1912): «Lo que […] me decidió a escribir esta obra fue el genial invento de Le Lorrain, de sustituir la grosera moza, la Dulcinea de Cervantes, por la Bella Dulcinea tan original y pintoresca. Los autores dramáticos franceses más renombrados no habían tenido esta excelente idea». Así pues, Dulcinea, que en la novela cervantina sólo existe en los sueños de don Quijote (se trata de una moza labradora a la que don Quijote, sin que ella lo sepa, convierte en «señora de sus pensamientos» bajo el nombre de Dulcinea del Toboso) cobra vida en la ópera de Massenet: es como un capítulo añadido a la obra de Cervantes, en el que don Quijote se encuentra con su propio sueño hecho realidad.
En la tercera década del siglo XX aparece la obra cervantina más universalmente admirada y difundida: El retablo de maese Pedro, ópera de cámara de Manuel de Falla, compuesta entre 1919 y 1923, por encargo de la princesa de Polignac. Esta obra marca un hito, no sólo en la música española del siglo XX, sino también en la recreación musical del Quijote, y nos lleva a paisajes sonoros y poéticos intemporales y profundamente evocadores. Salvador de Madariaga, autor de una Guía del lector del «Quijote» (Madrid, Espasa-Calpe, 1926), dedicada «A Manuel de Falla, con cuyo Retablo de Maese Pedro cobra el inmortal don Quijote segunda inmortalidad», escribe al compositor el 19 de enero de 1927: «Tengo —como verá Vd. en mi libro— una verdadera devoción por don Quijote y así me sobrecogió el oírlo cantar. […] Vd. y Vd. solo le ha hecho no sólo hablar sino cantar con su alma». Hasta aquí la cita del texto de Yvan Nommick.
A riesgo de tornar prolijo este texto mencionaré que en el llamado Séptimo Arte, el cine, la señera e inmortal figura de “El Caballero de la Triste Figura” ha sido, igualmente inspiradora de infinidad de películas. En el portal Wikipedia leo al respecto algunos de los títulos cinematográficos en torno al Quijote.
Aventures de Don Quichotte de
la Manche (1903), de Ferdinand Zecca y Lucien Nonguet; duraba 16 minutos.
Don Quijote (¿1908?), de Georges Méliès.
Don Quichotte (1909), de
Emile Cohl, Francia; cortometraje.
Monsieur Don Quichotte
(1909), de Paul Gavault, Francia.
Don Chisciotte (1910),
producida por Cinés, Italia.
Don Quichotte (1913 ó
1912), de Camille de Morlhon, Francia.
Il sogno di Don Chisciotte
(1915), de Amleto Palermi, Italia.
Don
Quixote (1916), de Edward Dillon. Protagonizada por Wolf Hopper
(Don Quijote), Max Davidson (Sancho Panza) y supervisada por D.W. Griffith.
Don Quixote (1926), de Lau
Lauritze.
Dulcinea (1946), de Luis
Amaya.
Don Quijote de la Mancha
(1948), de Rafael Gil.
El curioso impertinente
(1953), de Flavio Calzavara.
Aventuras de D. Quixote
(1954), serie de televisión brasileña.
Dan Quihote V'Sa'adia Pansa
(1956), de Nathan Axelrod, Israel, 80 min. Con Shimson Bar-Noy.
Aventuras de Don Quijote
(1960) de Eduardo García Maroto, España, 33 min., con Guillermo Amengual,
Manuel Arbó. Cortometraje. El primero de seis que no se llegaron a realizar.
Don Quijote (1961), de
Yugoslavia.
Théâtre de la jeunesse: Don
Quichotte (1961), dirigido por Marcel Cravenne y Louis Grospierre para
televisión.
Rutas del Quijote (1962),
de Julián de la Flor, documental en catalán.
Don Quixote (1962),
película finlandesa.
Don Quichotte (1965), de
Jean-Paul Le Chanois, Francia.
Don Quijote (1965), serie
de televisión de 13 episodios dirigida por Jacques Bourdon, Louis Grospierre y
Carlo Rim.
Sancho Panza dans son île
(1965), de Maurice Chateau, para televisión.
Quijote ayer y hoy (1965),
de César Fernández Ardavín, documental.
La Mancha de Cervantes
(1968), de Ramón Masats, cortometraje documental.
Don Quijote de la Mancha
(1968), de Rafael Ballarín.
Don Chisciotte e Sancho Panza
(1969), de Giovanni Grimaldi.
Don Quijote es armado
caballero (1970), de Amaro Carretero y Vicente Rodríguez, corto de
animación.
Don Kihot i Sanco Pansa
(1971), de Zdravko Sotra, versión yugoslava para televisión.
The Adventures of Don Quixote
(1973), de Alvin Rakoff para televisión.
As trapalhadas de Dom Quixote
e Sancho Pança (1977), de Ary Fernandes, producción brasileña.
Rutas del Quijote (1975),
de Julián de la Flor, corto documental.
Don Quijote, Sancho y
Clavileño (1978), de Rafael Gordon, cortometraje.
La Mancha alucinante
(1978), de Alberto Lapeña, cortometraje documental.
Don Quijote de La Mancha (1979), serie
televisiva de dibujos animados obra de Cruz Delgado y Producida por José
Romagosa. 39 Episodios de 26 minutos cada uno. Doblada a más de 30 lenguas, se
considera por muchos como la más extensa y fiel adaptación de la obra magna de
Cervantes. Voces en español: Fernando Fernán-Gómez (Don Quijote), Antonio
Ferrandis (Sancho), Rafael de Penagos (Cervantes-narrador)...
El Quijote de Miguel de
Cervantes (1983), de Manuel Gutiérrez Aragón, para televisión.
Tskhovreba Don Kikhotisa da
Sancho Panchosi (1988), de Rezo Chkheidze, serie de televisión
hispano-rusa.
Don
Quijote (1997), dirigida por Csaba Bollók.
Don Quijote I & II (1997),
largometrajes de dibujos animados obra de Cruz Delgado y producidos por
Santiago Romagosa.
Don Quijote de Orson Welles
(1992), versión de Jesús Franco.
El caballero Don Quijote
(2002), dirigida por Manuel Gutiérrez Aragón.
El secreto de Don Quixote
(2005), documental de producción el secreto oculto, que esconde la novela
cervantina y los misterios de la Kabalah, dirigido por Raúl Fernández Rincón.
1. Que
la boca sin muelas es como un molino sin piedra.
2. Haceos
miel y comeros han las moscas
3. Que
mucho más se ha de estimar un diente que un diamante
4. En
casa llena presto se guisa la cena
5. No
comer pan a manteles ni con la reina holgar
6. Pedir
peras al olmo
7. Que
con su pan se lo coman
8. A
quien cuece y amasa no le hurtes la hogaza
9. No
digas de esta agua no beberé
10. Haz lo que
tu amo te manda, y siéntate con él a la mesa.
11. Tripas
llevan pies, que no pies tripas.
12. Come poco y
cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del
estómago
13. Oficio que
no da de comer a su amo, no vale dos habas
14. Venturoso
aquel a quien el cielo le dio un pedazo de pan, sin que le quede la obligación
de agradecérselo a otro que al mismo cielo.
15. La mejor
salda del mundo es el hambre; y como ésta no falta a los pobres, siempre comen
con gusto.
16. Todos los
duelos con pan son menos.
17. Sé templado
en el beber, considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple
palabra.
A manera de colofón, recuerdo un
fragmento del entremés La elección de los
alcaldes de Daganzo, escrito por Miguel de Cervantes Saavedra. En esta obra, un labrador de
apellido Berrocal, quien desea ser elegido alcalde de la población de Daganzo,
proclama las cualidades que, a su parecer, lo hacen apto para ese cargo: “Tengo
en la lengua toda la habilidad, y en mi garganta no hay mojón que me llegue.
Sesenta y seis sabores estampados tengo en el paladar, todos vináticos”.
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