Con vino
viejo y pan tierno se pasa el invierno.
Refrán español
Desde 2005, hace ya siete años, el Grupo Enológico
Mexicano lleva a cabo, por lo menos una vez cada año, una degustación analítica --mediante la cata “ciega” de una docena de
vinos, generalmente tintos-- de caldos de prolongado reposo en botella. Se
trata de advertir, mediante la percepción que brindan los órganos de los
sentidos (principalmente la vista, el olfato y el gusto), los cambios que
experimenta esta bebida etílica, al paso de los años, al ser conservada en
botella por lo menos una década. En esas catas los participantes únicamente
tienen conocimiento, cuando advierten los colores de los vinos contenidos en
las copas, que se trata de vinos de prolongada guarda ---en una cava, en las condiciones idóneas para su correcta
evaluación de colores, aromas y sabores---, pero ignoran no sólo la marca sino
también el país donde fueron elaborados dichos vinos.
La degustación de esta clase de vinos suele resultar sorprendente, en cuanto a que hay vinos que
«se resisten a envejecer», y manifiestan, transcurridos tres o cuatro lustros,
gran vitalidad y una «juventud prolongada» que a los catadores no deja de
parecer en extremo interesante, a más de que saborear esos vinos de cierta
« ancianidad » (como alguna vez lo expresó Don Quijote de la Mancha)
resulta muy deleitable al paladar, como experiencia gustativa poco frecuente.
En la crónica de alguna de esas catas señalé que desde
hace muchísimas centurias, en los tiempos del florecimiento de las
civilizaciones helénica y romana, los vinos que habían sido envejecidos por
largos años en ánforas de terracota eran considerados superiores a los caldos
jóvenes. Al respecto afirma Bernard Pívot, en su libro Dictionnaire amoureux
du vin, que “griegos y romanos consideraban que los mejores vinos, como los
de Sorrento, de Chio y de Lesbos, debían
envejecer pacientemente de diez a veinticinco años, antes de ser
juzgados dignos de la mesa de los poderosos y de los acaudalados”. Recuerdo,
igualmente, que Julio César, quien seguramente fue un enófilo consumado,
manifestaba su preferencia por el vino de Falerno añejado cien años en esos
envases hechos con barro cocido.
Antes de
referirme pormenorizadamente a la evaluación sensorial número 218, correspondiente al mes de mayo
de 2012, mencionaré con detenimiento ciertos aspectos inherentes al hecho de
probar analíticamente vinos que han permanecido largo tiempo en su envase
idóneo: la botella.
Los
enófilos saben muy bien que existen vinos ---esta aseveración es básica
tratándose principalmente de los tintos--- que deben ser bebidos a los pocos
meses de haber sido embotellados,
quizá, hablando en términos generales,
dentro de los dos primeros años de haber sido envasados. El mejor ejemplo de la aseveración anterior está dado
por el Beaujolais Nouveau (que es
comercializado apenas unas pocas semanas después de la vendimia de cada año, el
cual, según recomiendan los productores, debe ser degustado antes del primer
año de haber sido puesto a la venta), un vino francés al cual se le ha hecho,
desde hace unos años, una extraordinaria campaña de mercadoctenia, que alcanzó
su clímax a comienzos de la década de los años noventas del siglo pasado, para inducir su consumo, a nivel
mundial, a partir del tercer jueves del
mes de noviembre de cada año. Este vino toma el nombre de la región francesa
cuya denominación deriva del de la ciudad medieval de Beaujeu.
Otros
vinos, resultado de la cuidadosa elaboración
(utilización de cepas seleccionadas, fermentación en barrica y posterior
guarda en barricas de roble durante algunos meses) que el enólogo despliega
para hacer un excelente vino, son aptos para ser conservados durante años y
años en la botella en que fueron envasados. A estos vinos se les suele dar el
nombre de “vinos de guarda”, y también son llamados “vinos para añejar”.
Conviene recordar el caso de numerosos vinos de Burdeos –-me refiero
especialmente a los calificados como Premieur Cru, verdaderas gemas
etílicas---, que al cabo de veinte o
veinticinco años son re-encorchados de nueva cuenta, por el productor, para que
pueda continuar la evolución del vino dentro de la botella, durante muchos años
más.
En el
enciclopédico libro The Oxford Companion to Wine, compilado por
Jancis Robinson, encuentro el capítulo titulado “Ageing” (envejecer,
madurar, en su acepción de mejorar al paso del tiempo, y no con el sentido
peyorativo de senectud y decrepitud; igualmente se utiliza el término Aging
), en el cual se menciona que “cuando a un vino de gran clase se le permite
evolucionar en la botella, se registran cambios espectaculares, que incrementan
tanto su complejidad aromática y gustativa, como su valor monetario”. Esta
maduración depende de varios factores: el primero está dado por el hecho de que
intrínsecamente sea capaz de evolucionar, y que el vino sea guardado en las
mejores condiciones posibles: en una
cava oscura, a una temperatura constante, entre 10 y 12 grados centígrados. En
donde no haya ruidos y olores, y cuya
humedad oscile entre el 75 y el 80%.
Otro libro
de lectura muy recomendable lleva por título The global enciclopedia
of wine, publicado por Global Book Publishing, en Australia, en
2002. . En el capítulo “Aging” escribe Steve Charters lo siguiente: “La
evolución del vino en la botella es aún poco comprendida por su complejidad.
Sin embargo, puede ser descrita en pocas palabras como una lenta oxidación. En
los vinos tintos las sustancias fenólicas protegen el vino gracias a que tienden
a reaccionar con el oxígeno antes que
otros compuestos químicos lo hagan. Con estos vinos acontece que las
variedades consideradas más tánicas, como la Cabernet Sauvignon, la Merlot, la
Nebbiolo y la Syrah propician un envejecimiento más prolongado. No obstante,
esto puede depender del estilo del vino. Muchos vinos dulces, como los vinos de
postre, de elevado grado alcohólico, envejecen muy bien, y el Madeira --junto con el Oporto, son los de mayor
potencial de guarda en botella”.
En el libro
titulado El Vino (una extraordinaria obra de consulta, de 928
páginas en gran formato, de la cual es compilador André Domine) aparece el
capítulo “Los Vinos Añejos”
---de su
autoría---, del cual transcribo los tres primeros párrafos, alusivos al asunto
que abordo en este ensayo. ““La denominación de “vino añejo” no está claramente
definida ni química ni organolépticamente. No hay ningún criterio para definir
el tiempo mínimo que una botella de vino debe madurar en la bodega. De igual
modo hay pocas indicaciones acerca de cómo debe oler y saber un vino añejo.
“Los vinos
blancos maduros también cambian de color. Sin embargo, durante la estancia en
la botella, el vino blanco no se tornará más claro sino más bien amarronado, a
causa de la oxidación progresiva de los fenoles. En este caso hay que tener en
cuenta que los vinos dulces y generosos pueden madurar mucho más tiempo que los
vinos secos. A su vez, entre estos últimos maduran mejor los vinos previamente
fermentados y elaborados en barricas, que aquellos que proceden de tanques de
acero inoxidable”.
En el libro
Larousse de los Vinos leo las siguientes recomendaciones: “Los
vinos que deben beberse jóvenes son todos aquellos cuyas cualidades esenciales
son la ligereza y la frutalidad. No ofrecen ningún interés para ser
envejecidos, ya que tienen tendencia a deteriorarse con el tiempo. Deben
beberse en el año de su cosecha, o como máximo algunos meses después de haber
sido comprados. Los vinos para guardar más de ocho años son aquellos que
requieren de un periodo de envejecimiento, para acceder a su apogeo. Son
esencialmente los que corresponden a las mejores añadas de los mejores pagos””.
En esa misma obra, en el capítulo “El color del vino cambia con la edad” se
menciona que “Los vinos tintos se aclaran. Los vinos blancos tienen tendencia a
adoptar un color más oscuro. El tono de los vinos tintos puede ir desde el
púrpura oscuro a toda una variedad de rojos, hasta adquirir una coloración teja
con ciertos reflejos anaranjados”.
Respecto a
los vinos que han sido guardados varios años en la botella (en las
condiciones más apropiadas) se
dice --y las opiniones en pro y en
contra son muy numerosas-- que es
recomendable decantarlos antes de ser servidos. A este particular leí en una
página de internet lo siguiente: ”Se decanta un vino en primer lugar
para eliminar el sedimento. El sedimento suele formarse sobre todo en los vinos
con antigüedad mayor a 5 años. Se compone de depósitos de taninos y ácidos
cristalizados, y es importante eliminarlo porque de lo contrario el vino tendrá
menos presencia en la copa y, lo que es más importante, podría tener sabores
amargos y una textura no deseada. También es recomendable tener la botella en
forma vertical unos días antes del servicio para permitir la acumulación del
sedimento en la base de la botella. Por otro lado, en vinos que han permanecido
largo tiempo encerrados en la botella, pueden aparecer aromas poco agradables,
llamados de reducción, que desaparecen al poner el vino en contacto con el
oxígeno del medio ambiente”.
La cata “ciega” mensual número 218 del Grupo
Enológico Mexicano, correspondiente al día 8 de mayo de 2012, tuvo lugar
en un salón privado del restaurante “Piazza Navona”. En esta ocasión fueron evaluados ocho vinos
blancos que permanecieron en la cava --
en condiciones idóneas de guarda-- un
mínimo de siete años (el más provecto tenía una “ancianidad” de casi dos
décadas). De esos ocho vinos, cuatro fueron elaborados en Estados Unidos de
América, concretamente en el estado de California, tres en Chile y uno en
Australia. De estos vinos no señalo el precio al público, en virtud de que no
es posible hallar en el comercio de la ciudad de México esta clase de vinos
blancos añosos.
La Mesa de Catadores estuvo integrada esa
tarde por los siguientes enófilos:
Patricia Amtmann, Joaquín López
Negrete, José del Valle Rivas, Philippe Seguin, Dario Negrelos, Roberto Quaas Weppen y Miguel Guzmán Peredo.
Las
calificaciones están basadas en los parámetros que maneja el Grupo Enológico
Mexicano. Aquellos vinos cuya calificación oscila entre los 50 y los 59 puntos
son considerados “no recomendables”. Si la puntuación se halla comprendida
entre los 60 y los 74 puntos, son juzgados “bebibles”. Una calificación entre
los 75 y los 84 puntos permite evaluarlos como “buenos”. Si el puntaje oscila
entre los 85 y los 94 puntos, son juzgados “muy buenos”. En el caso de que la
calificación esté comprendida entre los 95 y los 100 puntos, entonces alcanzan
la categoría de “extraordinarios”.
Los
resultados fueron los siguientes:
1.-
Chardonnay Marimar Torres, cosecha 1993. Monovarietal 100% Chardonnay. 13.5%
Alc. Vol. Marimar Torres Estate. Sebastopol, California, Estados Unidos de
América. Calificación: 85.00 puntos.
2.-
Chardonnay Lindemans South Eastern
Australia, cosecha 1997. Monovarietal
100% Chardonnay. 13.0% Alc. Vol. Lindemans Wines. Karadoc, Australia. Calificación: 84.43
puntos.
3.-
Sauvignon Blanc Vinters’s Reserve, cosecha 1998. Monovarietal 100% Sauvignon
Blanc. 13.0% Alc. Vol. Kendall-Jackson
Winery. Santa Rosa,
California, Estados Unidos de América. Calificación: 83.57 puntos.
4.-
Chardonnay Don Ángel Reserva Especial, cosecha 1985. Monovarietal Chardonnay.
12.5% Alc. Vol. Viña Canepa. Maipú, Chile. Calificación: 83.43 puntos.
5.-
Chardonnay Gran Reserva J. Bouchon, cosecha 1999.. Monovarietal 100%
Chardonnay. 13.5% Alc. Vol. Julio Bouchon, S.A. Valle del Maule, Chile.
Calificación: 83.29 puntos.
6.-
Chardonnay Iván Tamás Central Coast, cosecha 1994. Monovarietal 100%
Chardonnay. 12.5% Alc. Vol. Iván Tamás Cellars. Livermore, California, Estados
Unidos de América. Calificación: 82.57
puntos.
6.- (Empate) Trío Concha y Toro, cosecha 2004.
Coupage de Chardonnay, Pinot Grigio y Pinot Blanc. 13.6% Alc. Vol. Viña Concha
y Toro. Valle de Casablanca, Chile. Calificación: 82.57 puntos.
7.-Fumé
Blanc Robert Mondavi, Napa Valley, cosecha 1995. Monovarietal 100% Fumé Blanc
(Unfiltered). 13.0% Alc. Vol. Robert Mondavi Winery. Oakville, California,
Estados Unidos de América.
Calificación: 81.14 puntos.
Considero
conveniente señalar que los catadores comentaron que se había tratado de una
cata insólita, pues no es frecuente degustar analíticamente las características
organolépticas de vinos blancos que han sido guardados en una cava por tan
prolongado tiempo. El color de la mayoría de estos vinos ---todos ellos de gran brillantez, y con
magnífico escurrimiento de glicerol--- mostraban tonalidades ambarinas, a
diferencia del vino Chardonnay Gran Reserva J. Bouchon, cosecha 1999, que
mostraba un color menos ámbar, casi un amarillo oro líquido. En los aromas de
estos vinos predominaban las facetas de flores, a más de frutos tropicales en
vías de franca maduración. A la boca se percibían sabores de miel y algunos
recordaban un vino de postre, o bien un Eiswein, de magnífico sabor.
Acerca de
los corchos diré que el tapón del vino Chardonnay Don Ángel Reserva Especial,
cosecha 1985, estaba en perfecto estado de conservación. El del vino Chardonnay
Lindemans South Eastern Australia, cosecha 1997, si bien de tamaño pequeño,
igualmente estaba en buen estado. El tapón del vino Trío Concha y Toro, cosecha
2004, estaba hecho en material plástico, lo que, a mi parecer, permitió su
buena conservación. El tapón del vino
Sauvignon Blanc Vinter’s Reserve, cosecha 1998, se fragmentó en dos pedazos.
Los restantes tapones de corcho no soportaron tantos años de guarda, y al ser
extraídos fueron en extremo friables, rompiéndose en pequeños trozos.
De estos
ocho vinos, siete estaban envasados en botella borgoñona, como que se trataba
de vinos elaborados con la cepa Chardonnay, propia de Borgoña. El vino
Sauvignon Blanc Vinter’s Reserve, cosecha 1998, lo estaba en botella bordalesa.
Los
catadores seleccionaron la etiqueta del vino Chardonnay Marimar Torres, cosecha
1993, como “la más bella”.
Una vez concluída la degustación de estos vinos blancos
de la «tercera edad» fue servida una exqusita cena, confeccionada por Carmine
Giuliani, chef propietario del restaurante «Piazza Navona». La entrada
consistió en Fritto di Calamari e Verdurine di Stagione con Salsa Tartara (Frito de Calamares y Verduras de Temporada con Salsa
Tártara). En seguida Mezze e Lune Ripiene con Caprino e Melanzane, Salsa Cremosa al Timo (Pasta Fresca Rellena con Queso de Cabra y Berenjena,
Salsa Cremosa con Tomillo). El postre, el Clasico “Tiramisú “con Queso Mascarpone.
La armonización de los platillos fue con el vino
tinto Presidents
Selection Shiraz, cosecha 2004. Es un vino elaborado por la bodega Wolf Blass Wines (cuyos vinos han sido
repetidamente galardonados en diversos certámenes internacionales), ubicada en
Barossa Valley, Australia. Es un monovarietal 100% Shiraz, de14.5% Alc. Vol.,
cuya crianza en barrica de roble francés y estadounidense fue de 14 meses. En
la cata número 173, del 26 de mayo de 2009 fue catado este vino (junto con
otros vinos de Australia y Nueva
Zelandia, comercializados en México por la empresa Cyrnos), y recibió la
calificación de 84.22 puntos. Al ser degustado este vino, elaborado con uvas de
una vendimia realizada ocho años atrás, se apreciaban sus excelentes
cualidades: magnífico aroma y delicioso sabor, de vino de gran cuerpo.
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