La Navidad no es un
momento ni una
estación del año, sino un
estado de la mente.
Valorar la paz y la
generosidad, y tener
merced, es comprender el
verdadero
significado de la Navidad.
CALVIN COOLIDGE (1872-1933)
¿ Cuándo nació la costumbre, muy extendida por cierto
durante la temporada navideña, de saborear un ponche caliente, que lleva su
infaltable “piquete”, dado por algún delicioso destilado, y es servido. –a la
manera tradicional--- en un jarrito de barro?
Los orígenes de esta práctica, que en el mes de diciembre
tiene su más notoria representatividad, se pierden en el tiempo, claramente
centenario, pero es seguro que ese hábito comenzó junto con las “posadas”,
época en la cual un gélido vientecillo orilla, a quienes después de haber
contemplado todas las figuras que dan forma al “Nacimiento”, siguen atentos el
bullicioso trajín de las piñatas. En esos momentos, de acentuada frialdad
ambiental, se apetece ingerir una bebida caliente, preparada con las frutas propias
de la temporada y aderezada con una reconfortante dosis (por aquello de que es
conveniente paliar el efecto de las bajas temperaturas, propias de las noches
decembrinas) de ron, brandy o de cualquier otro aguardiente.
Recuerde el lector que,
de acuerdo a la tradición , las Posadas, también llamadas Jornadas, tuvieron su inicio ---por lo que a México
concierne--- en el convento de Acolman,
en el año 1587. A este respecto, Ignacio del Castillo escribió en 1919 que “el
religioso agustino Fray Diego de Soria obtuvo del Papa Sixto V, en 1587, una
bula para celebrar en la Nueva España unas misas llamadas de Aguinaldo, que
deberían oficiarse del 16 al 24 de diciembre de cada año”. Esas misas, que
tenían lugar al aire libre, muy pronto se propagaron por doquier, y no es
aventurado suponer que, habiéndose tornado una costumbre que a todos agradaba
(y que además era muy fomentada por la iglesia), muy pronto se llevasen a cabo
en infinidad de lugares, a los cuales solía acudir un gran número de fieles. Estas
representaciones inicialmente religiosas dieron origen a las Posadas, en las
cuales no faltaban las “piñatas”, y el siguiente paso fue buscar la manera de
atenuar, mediante la ingestión de una bebida caliente, endulzada y fortalecida
con un poco de aguardiente, la gélida temperatura de las noches invernales, lo
que me induce a suponer que así comenzó la popularidad del ponche caliente, tan
característico de la temporada navideña.
El diccionario señala que ponche es una “bebida que se hace
mezclando ron u otro licor con agua, limón y azúcar”. A este particular Luis
Vega y Monroy escribió un artículo titulado “Ponches Calientes” (en la revista Selecciones Gastronómicas, del mes de Noviembre
de 1980), en el cual menciona que en las noches de duro cierzo invernal nada es
mejor, para el aterido cuerpo de quienes se ven expuestos a las frías noches decembrinas,
que un ponche caliente, oloroso a guayaba y
canela. Y luego agrega: “En una tetera se ponían dentro del agua, para
que hirviesen con verdadera alegría, pasas de uva, ciruelas pasas, trocitos de
caña previamente asada, tejocotes, guayabas, cascaritas de naranja y limón, un
saquito de manta o de lino con té negro, rajas de canela y un poco de azúcar
quemada o caramelo apagado con vino tinto. Los más baratos llevaban “Habanero
Berreteaga” o “Parras Especial”. Los más caros llevaban auténtico ron
jamaiquino o un buen cognac”.Hasta aquí esa cita.
Otra interesante cita en torno al ponche es el que hallé en
la revista Gourmet (publicada en
la ciudad de Nueva York), en el número correspondiente al mes de
diciembre de 1961. El artículo “Merry Punches” hace alusión a estas deliciosas
bebidas, mencionando que cuando los helados vientos invernales soplan
despiadadamente el ánimo de las personas puede verse reconfortado con un ponche
caliente. “En torno a una hermosa ponchera la animación se mantiene viva y la
amistad prevalece”. En esa colaboración periodística (donde no se hace
referencia al origen de la costumbre del ponche caliente en la Unión Americana)
se enlistas ocho recetas de ponches. Uno lleva el nombre de ”Gourmet’s
Christmas Eggnog” (el Eggnog es, de acuerdo al diccionario, una bebida hecha
con huevos, azúcar y un licor espirituoso. El grog es una mezcla de aguardiente
con agua, y pienso que de ese vocablo
--grog—derivó la palabra “groggy”, que significa medio borracho), la
cual está elaborada con azúcar, leche, crema, whiskey bourbon, cognac, claras
de huevo, ron añejo y nuez moscada.
Otro ponche allí mencionado es el “Champagne Noel”,
preparado con frambuesas, jugo de naranja, cognac, alcohol blanco de frambuesa
(Eau-de-Vie de Framboise) y Madeira. La
mezcla resultante se enfría durante dos horas y luego se vierte en una ponchera
de plata, enfriada previamente en una base de hielo, y finalmente se agregan
cuatro botellas de Champagne. El ponche es servido en copas que contienen una o
dos frambuesas. Con este ponche frío las personas entran en calor gracias a los
elíxires etílicos que contiene la mezcla.
Luis Beltrán señala en su artículo “El Ponche Mexicano” (publicado
en la revista María Orsini, del mes de Noviembre de l989) que “al igual
que buena parte de las tradiciones mexicanas, la cultura del ponche es de
tradición oral, familiar. Por ello, la forma de prepararlo varía no sólo de
región en región, sino de familia a familia. Con todo, hay reglas básicas en
referencia a su preparación y presentación. Nunca se deben usar jamaica y
tamarindo juntos, ya que la combinación hace que el ponche se agrie...Debe
servirse siempre en jarritos de barro. Debe ser dulce. El “piquete” se agrega
hasta el momento de servirlo. El alcohol para el “piquete” también varía, pero
el ponche es tan noble que acepta cualquier tipo. En general es aguardiente, pero puede ser desde
el sotol hasta el mezcal, pasando por flor de caña, charanda, tequila, brandy o
ron”.
Acerca del hecho de “bautizar” me permito agregar que
utilizar cognac, es echar a perder ese
exquisito brandy francés de la región homónima. Lo ideal es usar ron o charanda
(ambos destilados, también llamados aguardientes, proceden de la misma materia
prima: la caña de azúcar), que para mi gusto confieren --al ser servidos, uno u otro, en la justa medida— un toque en verdad delicioso al ponche.
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