El dipsómano y el abstemio están equivocados,
y cometen el mismo error. Ambos consideran
el vino como una droga y no como una bebida..
GILBERTH KEITH
CHESTERTON (1874-1957).
Hace algunos años,
según recuerdo, las autoridades del Distrito Federal solían aplicar, en
ocasiones especiales ---especialmente en los días previos a las elecciones,
tanto locales como federales---, irracionales medidas (llamadas genéricamente Ley Seca) para tratar de controlar y disminuir el consumo de las
bebidas alcohólicas. Digo irracionales porque sólo a esas personas, de escasas
luces, se les ocurría prohibir la venta al público de esos néctares etílicos en los establecimientos para ello autorizados,
en los dos o tres días previos a esos procesos electorales, con la idea de que
no se registrase ninguna alteración del orden público, debido al exceso en el
consumo de dichas bebidas. También
estaba vedado que los restaurantes negasen el servicio de cerveza y de vino, y
de otros destilados, para acompañar los
alimentos, pues consideraban, equivocadamente por cierto, que después de una
comida de esta índole, maridada con algún buen vino de mesa, los comensales
iban a salir a la vía pública a armar barullo y escándalo, alterando el orden y
la paz.
Pero ahora ya no
solamente establecen este tipo de insulsas disposiciones con motivo de las
elecciones, sino que las autoridades del Gobierno del Distrito Federal,
mostrando su pudibundez y mojigatería,
decretaron, según leí en el periódico Excelsior, del 9 de abril de este año, que “con motivo de la
Festividad Religiosa de Semana Santa
2014, se suspenderá la venta de bebidas
alcohólicas, en todas sus
graduaciones, en ocho delegaciones del
Distrito Federal. La restricción será los días 17, 18, 19 y 20 de abril, en las
delegaciones de Álvaro Obregón,
Azcapotzalco, Cuajimalpa, Gustavo A.
Madero, Iztapalapa, Miguel Hidalgo, Tláhuac y Xochimilco. El acuerdo
publicado en la Gaceta Oficial del
Distrito Federal indica que la restricción se aplicará de las 00:00 a
las 24:00 horas, los días 17, 18, 19 y 20 de abril, con el fin de prevenir
posibles actos que pudieran trastornar dichos eventos y consecuentemente
salvaguardar la integridad física de participantes y público en general.
“La
prohibición será en cantinas, pulquerías, bares, cervecerías, peñas, salas de
cine con venta de bebidas alcohólicas, cabarets, vinaterías, tiendas de
abarrotes, supermercados con licencia para venta de vinos y licores, tiendas de
autoservicio y tiendas departamentales. Asimismo, centros nocturnos,
discotecas, salones de baile, restaurantes, fondas y en cualquier otro
establecimiento mercantil similar, en el que se expendan o consuman bebidas
alcohólicas de cualquier graduación, o que se instalen temporalmente con motivo
de las festividades y tradiciones populares en la vía pública. También queda
prohibida la venta y expendio gratuito de bebidas alcohólicas en el interior de
ferias, romerías, kermesses, festejos populares y otros lugares en que se
presenten actos similares.
“Las
violaciones al presente acuerdo serán sancionadas de conformidad con las
disposiciones de la Ley de
Establecimientos Mercantiles del Distrito Federal y demás disposiciones
aplicables”. Hasta aquí la transcripción de la disposición emitida por las
autoridades capitalinas.
A
mi parecer, estas declaraciones son todo un monumento a la estulticia, pues no
prohíben la adquisición de dichas bebidas etílicas en los días previos a los señalados
en esta prohibición gubernamental. Y por ello, quien así lo desease, puede
surtirse de ellas sin esperar a que esta Ley Seca sea aplicada tan
draconianamente en esa parte del Distrito Federal. Y en este momento me
pregunto ¿por qué motivo en otras
delegaciones (Milpa Alta, Iztacalco, Tlalpan, Venustiano Carranza, Coyoacán, La
Magdalena Contreras) no tiene vigencia
esa absurda prohibición?
Ahora recuerdo que
hace ya casi veintitrés años, el día 2 de septiembre de 1991, apareció mi artículo El vino y las elecciones,
en Revista de Revistas, publicación
de gratísimo recuerdo, dirigida por muchos años por Enrique Loubet. Como me parece que los argumentos que entonces
esgrimí, para manifestar mi desagrado por tan insulsas disposiciones
gubernamentales, continúan siendo válidos al presente, ahora voy a transcribir
algunos párrafos de aquel escrito, pues ilustran mi sentir al respecto.
“El pasado sábado 17 de agosto acudí a comer, con un grupo
de amigos, a un restaurante de la Zona Rosa. Al ordenar el aperitivo nos
informó el mesero que, debido al hecho de que al día siguiente se realizarían
elecciones en la ciudad de México, estaba prohibida la venta y servicio de
cualquier bebida espirituosa. Por esta absurda razón nos privamos de acompañar
los manjares con un delicioso vino, no fuera a ser que, envalentonados por esa
mínima cantidad de vino de mesa ingerido, armonizando nuestros guisos, fuésemos
(o fuesen todos aquellos, que para el caso es lo mismo, que degustasen alguna
bebida etílica durante la comida) a alterar, un día después, el sacrosanto
orden público que priva en una ciudad
que no registra ningún hecho de violencia, y donde todo es decoro,
tranquilidad y paz”. (Esta misma circunstancia, por demás desagradable, me toco
padecerla en otras ocasiones, en diferentes ciudades de nuestro país, cuando
coincidían esas fechas de elecciones con agradables viajes por todo México).
“En otra ocasión, en que disfrutaba de una opípara comida en
Londres (a mi parecer una de las cuatro ciudades capitales más fascinantes de
Europa, al lado de Paris, Madrid y Viena), bañada, por supuesto con un
exquisito vino, me enteré que ese mismo día se estaban celebrando las
elecciones para elegir a quienes ocuparían los escaños de la Cámara de los
Comunes. Pero allí no tuvo vigencia legal ninguna absurda “ley seca”, en
perjuicio de habitantes y turistas de la capital de la Gran Bretaña, ni tampoco
el alud de letreros, pancartas y demás
inmundicia propagandística con la cual ha sido contaminada visualmente la
ciudad de México, no solamente en la temporada en que se desatan estas
innecesarias confrontaciones políticas.
“Pienso en el grave desacato que significaría para el
sentido común ---y el orden
gastronómico, que es igualmente muy importante--- el hecho de que un parisino (o cualquier
turista, llegado a la Ciudad Luz, a admirar sus incontables encantos
urbanísticos) fuese a la “Tour
d’Argent”, “La Coupole”, “Ledoyen”, “Lasserre, “Grand Vefour” y “Taillevent”
(verdaderos santuarios de la gastronomía en Paris”), o a cualquier otro
establecimiento de restauración de la capital francesa, y le salieran con el domingo siete de
que como al día siguiente tendrían lugar las elecciones para elegir a los
miembros de la Asamblea Legislativa, o a quien sería el nuevo ocupante del
Palacio del Elíseo, no le podían servir vino
--o cualquier otra bebida espirituosa—
para armonizar con sus deliciosos platillos. Eso sería, a más de una herejía a los principios
fundamentales de la gastronomía, una indudable señal de gazmoñería y cretinismo
llevado al extremo”. Hasta aquí esa cita.
En este tema, el de las
ridículas prohibiciones de acompañar los alimentos con vino (o la ingesta de
otras ambrosías etílicas), en los días de elecciones, no estamos solos los
mexicanos, pues en otras naciones de este continente existen legislaciones
similares a las nuestras. En el portal Wikipedia leí que “en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, El Salvador,
Perú, Uruguay y Venezuela
esta norma entra en vigencia siempre cerca de cualquier tipo de elección a
nivel nacional, como por ejemplo votaciones para Presidente y Congresistas de
la República, Alcaldes o Presidentes Regionales. La norma se aplica de 48 horas antes del inicio
de la elección hasta 24 horas después de la misma”.
Ahora comentaré que en mayo de 2011 estuve en España por
casi dos semanas. Después de participar en la Feria Nacional del Vino (FENAVIN
2011), la exposición más importante del vino en ese país, recorrí los
principales sitios de interés turístico de Madrid, Toledo, Aranjuez y Segovia.
Días después tendrían lugar las elecciones para elegir al nuevo presidente, así
como a diversos otros miembros del gobierno español. Me sorprendió gratamente
advertir, en esas ciudades, que salvo pequeños pendones, colocados con un
cordón en los postes del alumbrado público, no había ---por ningún lado— bardas pintarrajeadas, a perpetuidad, como es costumbre que ocurra en México.
Seguramente que el día de las elecciones
no tuvo vigencia, en todo el territorio de este país europeo, ninguna estúpida “Ley Seca”, que prohibiese
el consumo de bebidas espirituosas en tascas y restaurantes. Supongo que al
gobernante hispano que pretendiese aplicar tan insulsa disposición le darían,
cuando fuese el momento, un gran castigo en las urnas, a más de hacer de él
befa y escarnio por doquier.
Volviendo al tema de la Ley
Seca en el Distrito Federal, con motivo de la llamada “Semana Mayor”,
agregaré que antes de que hubiesen transcurrido 48 horas de que las autoridades
capitalinas diesen a conocer las disposiciones arriba mencionadas, en
diferentes medios de comunicación apareció la noticia de que “El gobierno del DF da
marcha atrás a la ley seca total por Semana Santa, y que las autoridades
permitirán la venta de bebidas alcohólicas en hoteles y restaurantes, en las ocho delegaciones en las que la había
prohibido. El jefe de Gobierno del
Distrito Federal (GDF), Miguel Ángel Mancera Espinosa, anunció este jueves que
será permitida la venta de bebidas
alcohólicas en hoteles y restaurantes en estas zonas de la ciudad.
“Hemos tenido comunicación tanto de la cámara de restauranteros como de la
cámara hotelera y el compromiso también, el llamado ha sido para establecer
reglas precisas en este punto”, detalló Mancera.
La indicación para los establecimientos con estas características es que no
se vendan botellas cerradas, (subrayado por mí) “sino que sea nada más para
el consumo propio en los establecimientos”
De acuerdo con estas absurdas disposiciones usted (o
cualquier comensal) no puede pedir que le lleven a su mesa una botella cerrada
de cerveza, o de vino de mesa, sino que le será servida por copeo, como lo expresó Miguel Ángel Mancera, en una
entrevista por televisión. Y abundando en esta información señalaré que el
titular de la Secretaría de Gobierno, Héctor Serrano Cortés, haciendo gala de
su exquisita percepción de lo que para las autoridades del Distrito Federal es
un potencial problema, que conviene aminorar,
dijo que con estas acciones “pretendemos garantizar la integridad física
de las personas que participan en estas festividades, buscando el equilibrio
(sic)”.
Nada más hace falta que alguien traduzca al lenguaje común y
corriente lo que este funcionario quiso
decir.
Para concluir diré que en la Gaceta del Distrito Federal,
del miércoles 9 de abril de 2014, apareció publicado lo siguiente: “La venta de
bebidas alcohólicas en los establecimientos mercantiles, al ser de alto impacto
social, podrían traer consecuencias negativas para la seguridad pública, si se
desarrollan en días en los que con motivo de festividades populares
tradicionales existen grandes concentraciones de personas”
De acuerdo con este brillante razonamiento, digno de un
cerebro privilegiado, puedo decir que en estos días debería estar prohibida totalmente
la venta de combustibles, para los
automóviles, pues “podrían traer consecuencias negativas para la seguridad
pública, si se desarrollan en días en los que con motivo de festividades
populares existen grandes concentraciones de personas”
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