El sibaritismo
gastronómico, unido a la inteligencia,
contribuye a hacer a
los hombres amables.
ALEXANDRE GRIMOND DE LA
REYNIERE
(1758—1837)
Pío Baroja, novelista vasco y uno de los pilares de la corriente literaria denominada Generación del 98, escribió alguna vez el siguiente pensamiento, que cito de memoria, según ahora lo recuerdo: ”Se ha perdido el arte de titular. Es tan importante el contenido de un libro como el nombre que éste lleva”. Y un poco en broma diré que se ha comentado que la idiosincrasia de los habitantes de las diversas naciones del planeta se pone de manifiesto en la manera como titulan los libros que algunos de ellos escriben. Se menciona jocosamente, a manera de ejemplo, que si un zoólogo alemán redactase una obra monumental, fruto de años y años de sesudas investigaciones, referente a la actividad reproductiva de los elefantes, le daría por nombre “Breve introducción en diez volúmenes a la vida secreta de los paquidermos”, mientras que un naturalista francés llamaría su libro “La vida sexual de los elefantes”. Ya siendo un poco más serio recordaré la frase de Baltasar Gracián: “Si bueno y breve, dos veces bueno”.
He pergeñado los párrafos anteriores en virtud de haber
leído, recientemente, un libro cuyo contenido me ha parecido, en verdad,
magnífico y aleccionador, pero su epígrafe es poco acertado, basándome en los
juicios arriba señalados: Introducción a
la gran literatura a través del arte del bien comer. Fue escrito por Héctor
Zagal Arreguín, quien en esta obra hace gala de su vasta cultura y de dos
encomiables y placenteras aficiones: la literatura y la gastronomía.
Este libro es una lúdica recreación que su autor realiza,
al transitar por infinidad de textos de algunos de los autores más renombrados
en la literatura universal. Citar
algunos de esos escritores tornaría prolija dicha relación, por ello me
conformo con señalar que Héctor Zagal,
en el renglón atinadamente titulado “Invitados a la mesa”, enlista a ciento ochenta escritores, muchos
de ellos con varias citas textuales, transcribiendo los juicios y opiniones de
lo que yo llamo “Biencomer y Bienbeber”.
El autor ---no
sólo un juicioso compilador de innumerables fragmentos literarios, sino,
también, un ameno comentarista que salpica
con oportunas opiniones los pensamientos
que recoge en este florilegio-- ha
llevado a cabo en este libro una meritoria incursión literaria, enfocando su
atención en las deleitables materias que están dadas por la gastronomía y la
enología (el sibarítico placer del “Biencomer y Bienbeber”), según quedó
consignado por una nutrida pléyade de escritores, principalmente europeos, sin
faltar los latinoamericanos, y entre éstos los mexicanos, como Juan José Arreola,
Sor Juana Inés de la Cruz, Carlos Fuentes, José Gorostiza, Jorge
Ibargüengoitia, Ramón López Velarde, Francisco Rojas González, Juan Rulfo, José
Juan Tablada y José Vasconcelos.
Si bien el título del libro que ahora me ocupa me parece
muy poco atinado, el contenido, en cambio, es para mi gusto extraordinariamente
valioso, ya que engarza dos actividades plenas de hedonismo y complacencia: las
bellas letras y el arte de manducar
“como Dios manda”, según reza el
refrán.
El día que adquirí el libro arriba comentado compré
también la obra Historia de la
gastronomía española, escrito por Manuel M.
Martínez Llopis, publicado en l989,
en Madrid, por Alianza Editorial.
Es un libro de casi cuatrocientas páginas,
donde su autor relata, en forma por demás amena y muy documentada, el devenir histórico de los pueblos que se
asentaron en Iberia, desde los antiquísimos tiempos de los fenicios, griegos y
cartagineses, hace de ello poco más de veinte centurias.
La historia que comienza con los celtíberos y lusitanos
se prolonga a través de los siglos con la cocina de los romanos, de los visigóticos, de los árabes-andaluces y
los hispano-judaicos. El capítulo referente a la cocina medieval y renacentista
me ha parecido particularmente interesante,
y muy bien documentado , de un período histórico que en España fue
pródigo en obras literarias acerca de la gastronomía, ya que a partir de aquellos lejanos días el
arte culinario fue incrementando su
importancia en el país que más tarde habría de ser llamado España.
Al ocuparse de las costumbres que en el yantar imperaban
en este país en tiempos de Miguel de Cervantes Saavedra, el historiador Martínez Llopis hace
pormenorizada referencia a los hábitos que en el comer tenía Don Quijote de la
Mancha, el “Caballero de la Triste Figura”, quien hacía gala de frugalidad y
parquedad manducatoria, a diferencia de su escudero, Sancho Panza, quien se
solazaba con los guisos que podía comer,
sobre todo aquellos, abundantes y deliciosos, que saboreó en las bodas del rico Camacho.
Muy hermoso libro es Historia
de la gastronomía española, pletórico de documentada información, que a las
personas interesadas en los muy variados asuntos del comer y del beber les
habrá de parecer digno de frecuente y detenida lectura.
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