“El placer
gastronómico es el
principio y el fin
de una vida feliz.”
EPUCURO DE SAMOS
(341 AC—270 AC)
Hace unos días publiqué en mi blog El Legado de Dionisios (http://ellegadodedionisios-miguelguzmanpered.blogspot.com/) un artículo titulado “Cocina china a base de
cárnicos caninos”, en el cual formulaba diversos comentarios en torno al mini
escándalo culinario que surgió en la ciudad de Tijuana, debido a que las autoridades
sanitarias de esa ciudad bajacaliforniana habían detectado que en varios
comederos especializados en cocina china, utilizaban carne de perro para la
confección de los guisos servidos a la clientela Como resultado de esa acción
fueron clausurados varios restaurantes de ese tipo de comida, y algunos otros restauranteros
se curaron en salud y de manera voluntaria cerraron las puertas de sus
respectivos negocios de comida.
Ahora me ocuparé de otro tipo de alimento cárnico,
considerado más o menos poco frecuente en nuestro país: el caballo, el cual,
desde hace casi muchos años ---podemos
decir que por lo menos tres décadas--- , estaba a la venta en las carnicerías
nacionales, debido, principalmente, al
elevado costo de la carne de res o de cerdo. Para fundamentar este juicio
señalaré que el día 13 de julio de 1990 el periódico El Financiero publicó una nota periodística en la cual se hacía
mención al hecho de que “de 1984 a 1989 había descendido en 40% el consumo de
carne en México (se entiende que se habla de la carne de bovino y de porcino,
principalmente), ya que de 38 kilos en
1984 disminuyó a 23 kilógramos per capita y por año en 1989, lo que significa
que ese consumo es de menos de un tercio del consumo de los países
desarrollados, cuyos habitantes ingieren setenta y cinco kilos de carne por
persona, anualmente”.
Cabe agregar que en otra nota periodística publicada el 16
de marzo de 1988 quedo asentado que “Ante el bajo precio y lo equiparable de su
valor nutritivo, mucha gente ha optado por consumir carne de caballo, alimento
relegado para perros o gatos. La carne de caballo es un alimento que reúne las
mejores condiciones nutritivas y tiene un precio de casi la mitad del que
mantiene hoy la carne de res, de cerdo o de pollo”.
Del año 1984 a los días que corren, ya en el siglo XXI, es indudable que el precio de los alimentos
cárnicos, de cualquier tipo, se ha incrementado en México de manera
estratosférica. Pero ese es ya motivo de
otras consideraciones, principalmente de índole económica,
Volviendo al asunto de la hipofagia diré que en las épocas
prehistóricas los hombres comían carne de caballo, como la de cualquier otro
animal salvaje que pudieran cazar. En las grutas europeas, bellamente decoradas
con pinturas rupestres ---las cuales fueron realizadas hace más de veinte mil años---
el caballo aparece en esas
extraordinarias muestras del arte paleolítico dieciocho veces más que el
bisonte y sesenta veces más que el ciervo, En Solutré, en Borgoña, Francia, los
arqueólogos descubrieron, en 1866, los restos óseos de más de cien mil
caballos, esparcidos en un terreno de una hectárea, cuya profundidad era de
poco más de un metro.
El poeta Marco Valerio Marcial escribió, en el siglo primero
de nuestra era, que la tribu de los Sarmata acostumbraba beber sangre de
caballo para nutrirse. Herodoto, historiador del siglo V A.C., comenta que los
escitas comían frecuentemente carne de caballo. Y el viajero Marco Polo, a su
regreso de China, afirmó que los tártaros eran muy afectos a esta carne, y
dijo, así mismo, que tenía conocimiento que cuando los guerreros mongoles se
desplazaban en sus campañas bélicas no llevaban consigo víveres, sino que
cada diez días sangraban a uno de los dieciocho caballos que
acompañaban a cada soldado, para beber su sangre.
En el año 1581 Marx
Rumpolt (cocinero en jefe del
Elector de Mainz, en uno de los màs influyentes Estados del Sacro Imperio
Romano Germánico) publicó en Alemania un
libro de su autoría: Ein new Kochbuch
(“Nuevo libro de Cocina”), y en esa obra aparecen numerosos guisos
preparados con carne de caballo. El cirujano general de Napoleón Bonaparte, el
Barón Dominique-Jean Larrey, fue un
apasionado promotor de la hipofagia ---
palabra formada por dos vocablos griegos: hipos: caballo. y fagos: comer---, y
junto con Antoine-Augustin Parmentier (uno
de los que más esfuerzos desplegaron para introducir la papa en la gastronomía
de Francia) se preocupó por impulsar el
consumo humano de la carne caballar en ese país.
En Wikipedia
aparece que “En la época temprana del magdaleniense
ya se puedEuropa está asociado su consumo a las adoraciones teutónicas
de Odín.
Según las historias, el gusto actual por esta carne de caballo procede de la batalla de
Eylau en 1807,
cuando el cirujano-jefe del ejército de Napoleón,
barón Dominique-Jean Larrey, aconsejó a las
tropas hambrientas que comieran la carne de los caballos que habían muerto en
el campo de batalla”.
.
En la década de los años sesenta, del siglo dieciocho,
adquirió singular auge en Francia la culinaria preparada con esta carne, de un
animal perisodáctilo, de la familia de los equinos. Antaño había tenido notoria
aceptación en Francia la carne de asno, cuyo consumo en la tierra de los Galos
se remonta a la época de los romanos, quienes habían adquirido este hábito de
diversos países del Asia Central, donde era muy apreciada su carne. No hay que
olvidar que en la Edad Media la cocina de Perigord, reputada una de las mejores
de Francia, no desdeñaba la preparación de diferentes manjares con productos
asnales, dignos de figurar en la mesa de los más sibaríticos gourmets.
Como una muestra de la calidad coquinaria de la carne de
caballo diré que en Paris tuvo lugar, el 6 de marzo de 1855, un gran banquete,
presidido por el naturalista Geofrey Saint-Hilaire, y todos los refinados
comensales que en ese ágape
participaron, se deleitaron con un amplio menú, el cual, de principio a fin,
estuvo integrado a base de carne de caballo. El vino elegido para el maridaje
de tan distinguido yantar fue un Gran Cru de Burdeos, de Sant Emilion, de la
marca ---como sería de esperarse--- “Cheval Blanc” (“Caballo Blanco”) . Trece
años más tarde, en el selectísimo Jockey Club de Paris, tuvo verificativo otro
exclusivo ágape, como el anterior, a base de guisos hechos con carne de equino.
Actualmente el consumo de carne de caballo va en aumento. En
el portal Mundo, de la BBC, leí el 4 de marzo de 2013 el texto titulado “El
caballo es la nueva tendencia gastronómica en Paris”. Allí se asienta que “Los
recientes titulares sobre la carne de caballo llevaron a los consumidores europeos
a mantenerse al margen de los productos de ternera, pero el caballo siempre fue
bienvenido en algunos países europeos. En París, los chefs de moda lo
incluyeron de nuevo en sus menús. ¿Se pelearán ahora los comensales por la
carne de caballo? ¿Le daría usted a sus hijos conscientemente hamburguesas de
carne de caballo? La respuesta, al menos en la mayor parte del mundo de habla
inglesa, incluso antes del escándalo del etiquetado en Europa, habría sido un
rotundo voto en contra. Lo que los caballos habrían agradecido sin duda alguna.
En Francia, la respuesta se la pensarían dos veces. El consumo de la carne de
caballo estuvo en declive desde hace décadas, y hoy apenas representa el 0,4%
de toda la carne que se consume.
“Pero
todavía hay 750 carniceros de carne de caballo que operan en el país. El 17% de
la población admite haber comido carne de caballo en algún momento y alrededor
de 11.000 haciendas siguen criando caballos para su consumo. Los profesionales
dicen que creen que lo peor del declive ya terminó. Durante los dos últimos
años, el comercio de este tipo de carne ha sido estable. "Hemos tenido que
aguantar muchos ataques", dice Yves Berger, presidente de la Asociación
Nacional de Productores de Carne Interbev. "Cada año nuestros oponentes
montan grandes campañas de publicidad para decirle a la gente que no coma
caballo.
“Un
puñado de chefs ya empezaron a incluir el caballo en sus menús. Tómese como
ejemplo "Les Tontons", frente al antiguo matadero de caballos de
París, en el distrito 15, y que sirve una suculenta tártara de caballo (caballo
crudo con huevo y condimentos). "Por supuesto, es perfectamente apto
debido a que la tártara original era de caballo. Los miembros de una tribu
mongol se comían sus propios caballos", dijo el propietario Jean-Guillaume
Dufour.
“Francia
produce más o menos la misma cantidad que consume (unas 18.000 toneladas al
año). Pero, de hecho, la mayor parte de la carne que se cría en Francia no se
come allí, sino que es exportada a Italia -a los italianos (que en realidad
comen más de dos veces el caballo que comen en Francia) les gustan los caballos
jóvenes.
“Mientras
tanto, los franceses, que los prefieren más viejos, una carne más roja, importan casi todo lo que comen de Estados
Unidos y Canadá, donde no se come, pero a veces se da de alimento a los
animales”. Hasta aquí esa cita.
Para
concluir con este texto mencionaré que en la década de los años cincuenta y
sesenta, del siglo XX, solía yo ver en el Mercado de la Merced, en pleno Centro
Histórico de la ciudad de México, diversos establecimientos de víveres que
tenían a la venta carne seca de caballo y de asno. En amplios costales de yute,
como los utilizados para contener los chiles secos (guajillo, mulato, pasilla,
ancho, morita, chilpotle, entre varios otros),
expendían pequeños trozos de carne seca. Para no herir la
susceptibilidad del posible comprador
---o bien para evitar su posible rechazo a esa tipo de carne--- quien la vendía afirmaba que era carne de
borrego o de chivo, incluso de res. Es
muy probable que este tipo de alimento ---como tantos otros que han
desaparecido merced a la modernidad citadina--- ya no sea posible encontrarlos
en nuestra ciudad capital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario