UNA
CHARLA CON EL ARCIPRESTE DE HITA
Los
especialistas en literatura española consideran que la obra que lleva por
título El libro del buen amor fue escrita en 1330 por el religioso Juan
Ruiz (1283-1360), mejor conocido por el nombre de Arcipreste de Hita. Mucho han discutido los literatos si el
autor tuvo la intención de redactar un tratado didáctico, o si simplemente, “en
sus múltiples sátiras, burlas e ironías”, escribió con gran sentido humorístico
este libro que ha sido calificado de “magnífico cuadro de costumbres de la
sociedad castellana del siglo XIV. Si
bien se percibe cierta intención moralizante en este relato, no puede ser
encasillado como de contenido aleccionador para quienes lo lean… La ironía y el
gracejo con que describe situaciones francamente inmorales, eróticas las más de ellas, no permite suponer que sea un tratado
destinado a brindar buenos ejemplos al lector”.
Una
vez asentado lo anterior, mencionaré que hallándome una tarde estival en el
Archivo de Indias, en Sevilla, huroneando en esa extraordinaria biblioteca en busca de unos folios referentes
a la gastronomía en la Nueva España del siglo XVIII, encontré en una oscura
sala a un hombre ataviado con ropajes clericales. Era de poblada barba, espesas cejas y
prominente nariz. En su cara destacaban los gruesos labios, indicio de acusada
sensualidad. Sus ojos pequeños y vivaces sonreían pícaramente, de manera especial
cuando cruzamos el saludo. Tras de
estrechar su mano él me dijo que era Juan Ruíz, el famoso Arcipreste de Hita,
quien durante su vida hizo gala de temperamento mundano, rebosante de
vitalidad. En esos momentos no quise yo
perder la oportunidad, tan insólita, que se me presentaba para conversar con
quien tan buena disposición manifestaba para la plática. Así le dije que me gustaría hacerle algunas
preguntas, en cierta forma relacionadas con el placer que proporciona el
comer y beber como Dios manda. Mi
interlocutor, con una amplia sonrisa que iluminaba su rostro, me alentó a
iniciar la plática.
---A
su juicio, Arcipreste, ¿Cuáles son los alicientes que tiene el hombre para
normar su conducta vital?
---Como
dice Aristóteles, y es verdad, el mundo trabaja por dos cosas: la primera, para
tener el sustento, la otra es para conseguir unión con hembra placentera. Si lo dijera yo, se me podría culpar, pero lo
dice un gran filósofo, y no se me puede censurar.
---Al
describir los siete pecados capitales se detiene usted en el de la gula. ¿Qué opinión le merece esa flaqueza humana?
---Con
mucha comida y vino crece la flema.
Luego, duermes con tu amiga y te ahoga la posterna. A Adán, nuestro padre, por gula y tragonería,
porque comió el fruto que comer no debía, lo echó Dios del paraíso aquel mismo
día. La glotonería causa una muerte
violenta. El comer sin medida y con
mucha gula, y también el mucho vino matan más que un cuchillo.
---¿Qué
recomendaría usted a un joven, acerca del hábito de beber vino?
---Por
su propia naturaleza el vino es excelente.
Tiene muchas cosas buenas si se toma con mesura. El que lo bebe en demasía pierde la cordura,
y comete todas las maldades y locuras del mundo. En el beber demasiado está todo mal
provecho. Los hombres borrachos pronto
envejecen, pierden su color, se secan y enflaquecen.
---Uno
de los personajes del Libro del buen amor es la
Trotaconventos, una vieja encubridora a
su servicio, en varias aventuras amorosas,
esta anciana alcahueta --
personaje muy similar a la Celestina de don Fernando de Rojas— le facilitó a usted algunos lances
eróticos. Dígame, Arcipreste, ¿Qué recomendaciones le hizo a usted esa
facilitadora de enredos amorosos, acerca de la conveniencia de amar a alguna
monja?
---Ella
me dijo, “amigo, amad a alguna monja. Seguid
este consejo: ni se casará después ni lo divulgará. Yo las serví un tiempo, viví allí diez
años. Quién diría la de manjares que les
dan a sus amigos. A todos ellos los tienen complacidos. Quién diría la de manjares que les dan en
numerosas ocasiones. Cuando tienen vino
de Toro no beben el del país, por eso os digo, quien a monjas no ama no vale un
maravedí”.
---Arcipreste,
hay un antiguo refrán que dice que “más vale pan con amor que gallina con
dolor”, y otro asegura, sobre el mismo asunto, que “más vale atole con risas
que chocolate con lagrimas”. Usted, en
su libro, narra la fábula del ratón de Monferrado y el ratón de Guadalajara,
que tanta similitud encierra con los dos refranes mencionados. Dígame algunas frases de ese relato tan
aleccionador.
---Lo
hago con gusto. Después de sufrir un gran susto el ratón de Guadalajara, que
estaba siendo atendido a cuerpo de rey, le dijo al ratón de Monferrado:
prefiero roer habas seguro y en paz, que comer mil manjares perseguido y sin
tranquilidad. Las comidas costosas con
miedo son agraz, todo es amargura donde hay miedo mortal. En paz y con sosiego es rica la pobreza, al
rico temeroso es pobre su riqueza. Más
valen en el convento las sardinas saladas, que perder mi alma con perdices
asadas. Todo esto tiene el sentido
preciso de que es preferible disfrutar de alimentos sencillos en paz, que tener
una mesa bien dispuesta en medio de pesares y sobresaltos.
Un
instante después, viéndome el Arcipreste de Hita dispuesto a formularle otra
pregunta, se llevó el dedo índice a los labios, como indicándome que guardara
silencio.
Luego,
tomando la palabra, al tiempo mismo que se levantaba de la mesa donde nos
encontrábamos, dijo: “Escribí un libro
pequeño en texto, más la glosa no creo que es pequeña. De la mucha santidad es un gran doctrinal, más
de broma y burlas un pequeño breviario, por tanto pongo punto y cierro mi
armario”.
Al
tiempo mismo que concluyó de hablar vi a ese pícaro galanteador como esbozaba
una sonrisa y su silueta se desdibujaba delante de mis ojos, desapareciendo su
palpable corporeidad en unos cuantos segundos.
Fue así como terminó la sabrosa charla con Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, autor de
la amena obra El Libro del buen amor.
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