Entre los dioses, Dionisios está vinculado a la
fiesta.
Dionisios es el dios de la fiesta y de la
transgresión
religiosa. Está considerado como el dios del
vino y la
embriaguez. Es un dios ebrio, es el dios cuya
esencia
divina es la locura. Pero, para empezar, la
locura es en sí
de esencia divina, En el sentido de que rechaza
las
reglas de la razón.
GEORGES BATAILLE ( 1897-1962)
Las crónicas chilenas del siglo XVI refieren que las
primeras vides llegadas a esa nación sudamericana fueron llevadas por Francisco
de Caravantes, en 1548, un sacerdote español a quien animaba el deseo de
propagar su cultivo, puesto que debía contar con vino para celebrar la
ceremonia cristiana de la misa cotidiana. Igualmente, existe la mención en esos
relatos seculares que fue Francisco de Aguirre el primer viticultor en el país
andino, ya que en 1551 recogió la
primera cosecha de la que se tiene memoria histórica.
A mediados del siglo XIX llegaron a Chile las primeras cepas
francesas, con las cuales se buscó reemplazar las variedades españolas, que
habían sido las que originalmente fueron introducidas durante el período en que Chile era una
colonia hispana. Entre otras, puedo enlistar los siguientes vidueños: Cabernet
Sauvignon, Merlot, Pinot Noir, Sauvignon Blanc, Semillon, Riesling, Chardonnay
y Gewürztraminer. Es conveniente agregar que ---según han afirmado los especialistas en
viticultura--- “estos son los únicos clones pre-filoxera existentes actualmente
en el mundo”, ya que, como se recuerda, el viñedo europeo quedó virtualmente
arrasado por la filoxera en la segunda mitad del siglo XIX. A partir del
momento en que las variedades de uvas europeas, consideradas finas para la
elaboración de vinos de mesa, llegaron a Chile, se registró una acentuada
prosperidad en esta actividad agrícola. Al comenzar el siglo veinte,
concretamente en 1903, la producción de vino fue de doscientos setenta y cinco
millones de litros, y desde entonces estos néctares etílicos gozan de merecida
fama por su calidad y sabor, y su producción no ha cesado de incrementarse.
En una fuente documental leo que “Debido al verano seco y a
la escasez de lluvias, estos vinos raramente se ven enfrentados a enfermedades
o problemas de humedad. Barreras naturales como el Desierto de Atacama al
norte, los hielos patagónicos al sur, la Cordillera de los Andes al este y el
Océano Pacífico al oeste, han protegido al país de la filoxera y de otras
plagas”.
Chile es un país de América del Sur cuya longitud de norte a
sur es de cinco mil kilómetros, mientras que su anchura máxima es de
cuatrocientos kilómetros, y la mínima de noventa kilómetros. El viñedo chileno
se extiende en una franja de mil cuatrocientos kilómetros, entre los paralelos
veintisiete y treinta y nueve de latitud sur, área claramente ubicada dentro de
la llamada “Franja del Vino” en la parte meridional del globo terráqueo. “En Chile existen cinco regiones vitícolas:
Atacama, Coquimbo, Aconcagua, Valle Central y la del Sur”. La superficie cubierta
de viñas en el año 1995 era de casi cincuenta y cinco mil hectáreas
(exactamente 54.392), y de acuerdo al censo de 2005 la extensión se ha
incrementado a 170 mil.096 hectáreas.
Ampliando esta información señalaré que en el portal
Mondovinos leí que “En Chile existen cinco regiones vitivinícolas situadas
principalmente en un radio de 500 km norte-sur de Santiago. En el norte, los
valles de Copiapó y Huasco conforman la región de Atacama, zona muy
nueva y aún poco desarrollada. Más al sur está la región conformada por el
Valle del Elqui, el Valle de Limari y Valle de Choapa. Luego en la zona central
se encuentran los Valles de Aconcagua y Casablanca, con un impresionante
desarrollo, sobre todo en las variedades para vino blanco. La región del Valle
Central que comprende el Valle del Maipo, Rapel, Curicó y Maule reúne
más del 60% de la superficie total plantada en Chile. La última y más al sur de
las regiones que encontramos está conformada por los Valles de Itata y Bio-Bio”.
El sistema de las Denominaciones de Origen entró en vigencia
en Chile en enero de 1996, e incluye, entre otros pormenores, los tres siguientes renglones. Primero: un
vino puede ostentar en la etiqueta la leyenda de un lugar geográfico determinado,
si por lo menos el setenta y cinco por ciento de ese vino procede del lugar así
indicado. Segundo: el cepaje señalado en la etiqueta debe formar parte en la
mezcla en una proporción no menor al setenta y cinco por ciento. Tercero: si se
menciona en la etiqueta un año determinado, el vino debe proceder, en un
setenta y cinco por ciento como mínimo, de una cosecha realizada ese año así
especificado.
Chile ocupa actualmente un envidiable lugar en el concierto
de las naciones vitivinícolas del orbe, ya que ocupa un relevante lugar entre
las diez naciones con mayor producción. En el año 1994 ocupaba un lugar secundario
como país comercializador de vinos allende sus fronteras, con apenas el uno punto siete por ciento del
mercado de exportación mundial. En el
año 2000 ocupó el quinto sitio en este renglón con el 4.6% del total, por atrás
de Francia, Italia, España y Australia, ya que consiguió desplazar a naciones
eminentemente exportadoras de vino, como es el caso de Alemania, Portugal y
Estados Unidos de América.
De un artículo que escribí hace casi diez años, titulado “Un
océano de vino chileno”, para enfatizar
la cuantía de esa producción agrícola, entresacó estas cifras: “En 1980 la
producción de vino en Chile fue, en números redondos, de 586 millones de
litros. En 1990, fue de 320 millones de litros. En el año 2000 alcanzó la cifra
de 642 millones de litros. Y en 2001 fue de poco más de 545 millones de litros.
En el portal francés de los vinos de todo
el orbe, E-Lettre, de Vitisphere, del 11 de febrero de 2012 leí la información
emitida por Pro Chile, el organismo promotor de los vinos chilenos, donde queda
asentado que se preveía que la vendimia de 2012 diera por resultado la
elaboración de once millones de hectolitros de vino (mil millones de litros).
En 2002, de acuerdo a esa nota informativa, la producción fue de 450 millones
de litros.
En el año 1970 fueron
exportados vino chilenos a treinta y cinco países, por la cantidad de 14.509.272
litros de vino. En 1980 la
comercialización en el exterior, a
cincuenta y tres países, fue de poco más de cuarenta y tres millones de litros.
En el año 2000 fueron exportados (a noventa y cinco países) poco más de doscientos sesenta y seis
millones de litros de vino (exactamente 266.511.811 litros). México ocupó ese
año el lugar undécimo en su adquisición de vinos chilenos, al haber importado
poco más de seis millones de litros (6.204.435). En 2001 la exportación de vino
chileno, a ciento cinco países, ascendió
a casi trescientos once millones de litros (310.925.579). Gran Bretaña adquirió
poco más de cincuenta y siete millones de litros. Estados Unidos de América
importó más de cincuenta y dos millones de litros (52.484.250, exactamente). El
tercer país importador de estos néctares etílicos de Chile fue Canadá, que
recibió casi veintinueve millones de litros. México ocupó el lugar duodécimo
(descendió un puesto, pero incrementó el volumen de vino importado), con una
adquisición de más de siete millones de litros (7.255.651). Cabe agregar que la
superficie cubierta de viñas en Chile era, en 1995, de casi cincuenta y cinco
mil hectáreas.
Es conveniente agregar que hoy en día, de la misma manera
como acontece en otros países, priva en
el ánimo de los vitivinicultores más importantes de Chile la idea de elaborar
no sólo vinos de excelente calidad, sino que la tónica es la de producir caldos
etílicos catalogados dentro del nivel “premium”, y también en una categoría superior, la de
los vinos “super premium”, aquellos que por haber sido elaborados en viñedos
muy seleccionados (es lo que los franceses han englobado dentro del concepto de
“terroir”, que se puede traducir como “terruño”, y que otros denominan “pago”),
con las cepas de mayor finura, son poseedores de cualidades organolépticas
excepcionales. Estos vinos ---es lógico
suponerlo— alcanzan precios mucho más
altos que la mayoría de los caldos vínicos chilenos, pero resulta indudable que
se trata de productos de la más alta calidad en esta materia.
Ahora bien, en el panorama de las bodegas chilenas, que al
paso de los años han alcanzado un señalado renombre figura Viña Miguel Torres
Chile, una bodega que continúa, en suelo americano, el prestigio de la empresa
Miguel Torres, de Cataluña. De este emporio vitivinícola cabe agregar que es una de las
doce míticas firmas familiares conectadas con el vino, que integran la
organización denominada Primum Familiae Vini). , Fue establecida la filial sudamericana en 1979,
en el Valle de Curicó, dentro del Valle Central, en la Región del Maule. Está
dirigida por Miguel Torres Maczaseek, miembro de la quinta generación de la
familia Torres. Cuenta con 640 hectáreas
de viñedos propios y elabora varias categorías de vinos, de los cuales el
emblemático, el de nivel superior, es Conde de Superunda. Por abajo de éste
figuran tres vinos “de finca”: Manso de Velasco, Miguel Torres Brut y Vendimia
Tardía. Luego viene la línea Cordillera, con cinco vinos: los varietales Carignan,
Syrah, Carmenere, Chardonnay y Pinot Noir Brut. En seguida, la línea Santa
Digna, con nueve etiquetas, las de las cepas Carmenere, Merlot, Syrah, Cabernet
Sauvignon, Gewürztraminer, Cabernet Sauvign Rosé, Chardonnay, Sauvignon Blanc y
Estelado Rosé. Finalmente está la línea Las Mulas, con 4 vinos más: Cabernet
Sauvignon, Carmenere, Sauvignpon Blanc y Cabernet Sauvignon Rosé.
El vino
ícono de Viña Miguel Torres Chile lleva por marca Conde de Superunda es un vino elaborado en Chile, en la Bodega Miguel
Torres Chile. Es el vino ícono por excelencia de esta bodega chilena ---bien
podría hablarse de que se trata de un vino super premium, ya que las uvas
(Cabernet Sauvignon, Carmenere,
Monastrell y Tempranillo) con las cuales
es elaborado provienen de cepas de notoria antigüedad. Toma su nombre del título nobiliario del cuadragésimo
tercer virrey de Perú, José Antonio Manso de Velasco, quien tuvo un encomiable
desempeño al registrarse, en 1746, el terremoto, y posterior tsunami, que
destruyó Callao y ocasionó miles de víctimas. Ese aristócrata auxilió a la
población afectada por el maremoto, y en virtud de ese hecho el rey de España
le otorgó el título de Conde de Superunda (“sobre las olas”). Este vino tiene
una crianza de veinticuatro meses en barricas nuevas de roble nuevo francés, de
Nevers.
Otro vino de gran clase de la bodega
Miguel Torres Chile ---clasificado como “vino de finca”--- lleva en su etiqueta el apellido de quien
fuera Gobernador de la Capitanía General de Chile (de 1737 a 1744), .José Antonio
Manso de Velasco. Las uvas con las que está hecho este vino proceden de un pago
---un viñedo de características muy especiales, un “terroir”, en toda la
palabra--- en el cual las viñas
centenarias proporcionan la mejor materia prima para elaborar un excelente vino. Se trata de un
varietal 100% Cabernet Sauvignon, que tiene un prolongado tiempo de crianza en
barrica nueva francesa, de la región de Nevers, a más de reposar posteriormente
doce meses en botella, para su idónea estabilización. El resultado es un vino
de características organolépticas en extremo encomiables. Este vino fue el
protagonista en una cata vertical de ocho diferentes añadas: 1996, 1997, 1998, 2000, 2001, 2004, 2005 y
2006, celebrada en la ciudad de México, en septiembre de 2010. En esa
degustación participó Miguel Torres Maczassek, al lado de un grupo de enófilos
mexicanos, y de ese vino comentó “Cuando mi padre llegó a Chile, las
vides de la finca Manso de Velasco tenían setenta años. Hoy son cepas
centenarias con las cuales se elabora este vino”.
Mención especial merece el vino
espumoso Santa Digna Estelado Rosé, elaborado con la cepa País. Se
trata de una variedad cuyo original nombre en España fue Listán Negro, y en Baja California primero, y
después en la Alta California después recibió la denominación de Misión.
Se trata de un vino espumoso (elaborado de acuerdo al método
tradicional, consistente en que la segunda fermentación tiene lugar en la
botella) resultado de las gestiones de Miguel Agustín Torres, el Presidente de
la firma vitivinícola Torres, de Cataluña, ante las autoridades vitivinícolas de Chile,
tendientes a rescatar una cepa varias veces centenaria (que hoy en día cubre
una extensión de 15 mil hectáreas, la segunda en Chile después de la superficie
cubierta con la cepa Cabernet Sauvignon) y elaborar con ella un vino espumoso de
excelentes cualidades. La primera
edición del vino Santa Digna Estelado Rosé
fue la 2010.
Para la
cata “ciega” mensual número 219 del Grupo Enológico Mexicano ---realizada en el
Colegio Superior de Gastronomía, Campus Lomas Verdes---, correspondiente al día
12 de Junio de 2012, fueron
seleccionados ocho vinos de la Viña Miguel Torres Chile, los cuales han sido repetidamente
premiados en infinidad de certámenes enológicos, en diversos países,
La Mesa de Catadores estuvo integrada esa
tarde por los siguientes enófilos:
Patricia Amtmann, Areli Curiel
(gerente de Entrevides y Sommelier de Bodegas La Negrita, empresa distribuidora
en México de los vinos de la marca Torres), Horacio Fuentes, Darío
Negrelos, Roberto Quaas Weppen y Miguel Guzmán Peredo.
Las
calificaciones están basadas en los parámetros que maneja el Grupo Enológico
Mexicano. Aquellos vinos cuya calificación oscila entre los 50 y los 59 puntos
son considerados “no recomendables”. Si la puntuación se halla comprendida
entre los 60 y los 74 puntos, son juzgados “bebibles”. Una calificación entre
los 75 y los 84 puntos permite evaluarlos como “buenos”. Si el puntaje oscila
entre los 85 y los 94 puntos, son juzgados “muy buenos”. En el caso de que la
calificación esté comprendida entre los 95 y los 100 puntos, entonces alcanzan
la categoría de “extraordinarios”.
Los
resultados fueron los siguientes:
Espumoso:
Santa Digna Estelado Rosé.
Varietal 100% Cepa País 12.0 %
Alc. Vol. Seis meses de reposo sobre sus propias lías. Espumoso elaborado de
acuerdo al método tradicional, consistente en que la segunda fermentación tiene
lugar en la botella. Valle de Central.
Calificación: 89.67 puntos. Precio: $
205.00 .
Rosado:
Santa Digna Rosé Reserva, cosecha
2009. 14.0 % Alc. Vol. Varietal 100% Cabernet Sauvignon. Valle Central. Calificación: 87.83 puntos. Precio: $116.00
Blancos:
1.- Riesling Vendimia Tardía,
cosecha 2008. 14.5 % Alc. Vol. Varietal
100% Riesling. Crianza de nueve meses en
barrica nueva de roble francés. (Envase de 375 ml) Valle de Curicó.
Calificación: 92.50 puntos. Precio: $259.00
2.- Santa Digna Chardonnay Reserva, cosecha 2009. 13.5 % Alc. Vol. Varietal 100% Chardonnay. Valle Central. Calificación: 87.50 puntos. Precio: $114.00
Tintos:
1.- Conde de Superunda, cosecha
2004. 14.0% Alc. Vol. Coupage
de Tempranillo, Cabernet Sauvignon, Monastrell y Carmenere. Crianza de
veinticuatro meses en barrica nueva de roble francés (Nevers). Valle de Curicó.
Calificación: 92.83 puntos. Precio: $766.00
2.- Manso de Velasco Viejas Viñas.
Cosecha 2006. 14.0 % Alc. Vol. . Varietal 100% Cabernet Sauvignon. Crianza de
dieciocho meses en barrica nueva de roble francés (Nevers) y diez meses de
reposo posterior en botella. Valle Central. Calificación: 91.33 puntos. Precio: $619.00
3.- Cordillera Reserva Privada,
cosecha 2005. 14.0 % Alc. Vol. Coupage
de 65% Cariñena, Merlot 20% y Syrah. Crianza de nueve meses en barrica de roble
francés y tres meses de reposo posterior en botella. Valle Central.
Calificación: 90.33 puntos. Precio: $277.00
4.- Santa Digna Carmenere Reserva,
cosecha 2010. 14.0 % Alc. Vol. Coupage
de 85% Carmenere y 15% Cabernet Sauvignon. Crianza de doce meses en roble
francés de Nevers. (20% madera virgen). Valle Central. Calificación: 89.17 puntos. Precio: $139.00
Me parece digno de enfatizar que
los ocho vinos degustados superaron ampliamente los 85 puntos de calificación,
lo que, de acuerdo a los parámetros del Grupo Enológico Mexicano, permite ubicarlos
dentro de la selecta categoría de “muy buenos”.
Los catadores seleccionaron las
etiquetas de los vinos Santa Digna Rosé Reserva y Manso de Velasco, como las
más bellas.
Al finalizar la cata escuchamos la
explicación que hizo Horacio Fuentes (gerente de exportación para América
Latina de la bodega Miguel Torres Chile) acerca de la vitivinicultura chilena,
haciendo hincapié en los suelos de las diferentes regiones vitivinícolas de Chile,
y en la forma como influyen en las características organolépticas de los vinos.
A continuación fue servida una
deliciosa cena. Como entrada saboreamos Hojaldrado de espinacas con
queso, maridado con el espumoso Santa Digna Estelado Rosé. Luego sirvieron el
platillo principal: Ossobuco con gravy de Jerez, armonizado con dos vinos
tintos; Manso de Velasco, Viñas Viejas, cosecha 2006, y Conde de Superunda,
cosecha 2004. El postre fue Tiramisú en copa, acompañado del vino Riesling
Vendimia Tardía, cosecha 2008. Cabe
señalar que la combinación de los manjares con los vinos fue excelente.
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