UNA
CHARLA CON JOSÈ FUENTES MARES
Una mañana
estival, paseando en La Coruña por los jardines de Méndez Núñez, que con la
brillante luz que los bañaba semejaban el multicolor estallido de un fuego
pirotécnico, me pareció distinguir al escritor mexicano José Fuentes Mares,
sentado en una banca próxima al monumento dedicado a la novelista gallega
Emilia Pardo Bazán (¡cuán bella es una
ciudad que honra de esta manera a sus escritores
más preclaros!).
Yo imaginaba que
ese prolífico ensayista e historiador,
nacido en 1908 en el Estado de Chihuahua, sería un huésped permanente del edén de los musulmanes, la
morada de los justos, llamado al janna (el jardín), el cual recibe diferentes nombres, entre otros jannat-adan (el jardin
del Edén) o jannat al-na’im (el jardín de las delicias), donde,
rodeado de sensuales huríes ---las esculturales mujeres, de gran belleza
física, que habitan en el paraíso, de
acuerdo a la religión islámica y a lo que Mahoma había prometido a sus fieles
seguidores, al cual acceden, después de
la muerte, aquellos que han sido buenos creyentes en su vida terrenal y allí
son colmados de inefables placeres sensuales---, gozaría de excelsos deleites en aquella celestial
mansión.
Estaba seguro
que este renombrado y polémico escritor mexicano, allí pasaría la mayor parte
del tiempo enfrascado en animadas conversaciones con Maimónides, Moisés Ben
Maimón, el notable filósofo de la Córdoba española del siglo XII, autor de la Guía de los descarriados, obra que fue
la inspiradora del libro Nueva guía de
descarriados, que José Fuentes Mares escribió en 1977. Al aproximarme a él me identifique con tan, a
mi parecer, admirado escritor y sibarítico gastrónomo, quien accedió a que
conversáramos en una apartada banca de ese florido jardín coruñés. Estos fueron los comentarios y respuestas que
él me dio, iluminado en todo momento su rostro por una pícara sonrisa.
----Maestro,
¿cuál fue la idea que lo impulsó a escribir Nueva
guía de descarriados, un deleitable libro de gastronomía?
--- Comer y
beber como seres ideados a imagen y semejanza del Creador es el pretexto más
sabroso para escribir un libro. Quien
piensa que la gastronomía nada tiene que ver con la salvación de las almas,
puede ahorrarse la lectura de las páginas que escribí. Mas si dista de un protozoario con hábitos
sociales y es un hombre cabal, orgullo de su especie, le invito a seguirme. Sin ufanía ni postín, que no merezco, le
aseguro que la pasará fenomenal en mi compañía.
---Para muchas
personas el hecho de atender, con tino y elegancia, las necesidades de una
adecuada alimentación, puede ser intrascendente frivolidad e inútil pérdida de
tiempo. ¿Qué opinión tiene usted al
respecto?
---El arte de
comer y beber es la manifestación más elevada de la cultura, noble fórmula que
nuestra especie tiene a su alcance para definir su nivel de humanidad. Para penetrar en los secretos de la física
nuclear, de la contabilidad mercantil o de las técnicas financieras basta ser un sujeto medianamente
racional y estudiar un poco tales disciplinas, en tanto que para comer y beber
como un artista se requiere la entrega total de varias generaciones, ya que si
un buen pensador puede ser cualquier hombre, un buen gozador reclama cualidades
excepcionales.
---¿Usted piensa
que la gula es una actitud execrable y por ende, digna de cabal censura?
---¿Pecado la gula?,
que convirtió al bípedo que sólo comía carne a las brasas en el ser
que hoy
goza, en Bruselas digamos, de una carbonnade aux endives positivamente espiritual? La gula,
que no tiene de feo más que el nombre, y lejos de ser pecado es una de las
llamadas virtudes capitales. ¿Pecado la
gula que no quebranta honras ajenas? ¿Pecado cuando es lazo de amigos, vínculo
de familia, comunión entre desconocidos? No, no puede ser mala si tantos bienes
y placeres allega.
---¿Qué opinión
le merecen aquellos ignaros que fuman durante la comida, entre platillo y
platillo?
“El hábito de
fumar es seguramente el más grave, aún sin llegar a los extremos vandálicos de
fumar durante la comida, atentado que merece capítulo aparte en el catálogo de
las miserias humanas. Cuando veo que un
caballero muy elegante, instalado en un lujoso restaurante, enciende un
cigarrillo al terminar con una sopa de ostras, de huitlacoche o de cebollas, no
necesito más para saber qué clase de alma esconde la ropa del rufián que tengo
enfrente.
---¿Cuáles
son, para un refinado gourmet como
usted, los entremeses más recomendables?
---“Tajadas de
salmón ahumado o jamón serrano; embutidos de tipo francés, español o italiano;
almendras o aceitunas rellenas, son los clásicos entremeses sencillos y
sabrosos, en compañía de cualquier fino y oloroso de Jerez, de un vermouth o
amargo italiano, o bien de algún escocés ligero, a condición de no agregarle
agua, tan peligrosa para el organismo.
Claro que hablo de aperitivos, no de esos incalificables atentados que
se perpetran a ciencia y paciencia de los guardianes del orden público, que
debieran intervenir cuando alguien pide
un “Paris de noche” o una “Cuba libre” antes de sentarse a la mesa. Es una pena que se haya suprimido el Tribunal
del Santo Oficio y el suplicio de la hoguera para castigar tales perversiones.
---Para usted es
el vino la bebida natural (en lo que yo estoy cabalmente y sin ninguna
restricción, de acuerdo) que todos los seres humanos deberían degustar,
frecuente y moderadamente. ¿Qué razones
le asisten para formular esa aseveración?
---El vino,
noble pacificador que abaja las pasiones bélicas e inflama de amor humano a los
insociables; que endulza el carácter de los agresivos y corrige el hígado de
los melancólicos, es el más fecundo de los descubrimientos del hombre y el que mejor explica su
historia. El primer milagro de Jesús fue
convertir, en las bodas de Canán el agua en vino, y me permito llamar la
atención a que, según el Evangelio, el vino
de las tinajas eran buen vino, o sea que el de las bodas de Canán fue un
milagro doble, pues si convertir el agua en vino malo habría sido ya
extraordinario, volverla vino bueno fue plenitud de omnipotencia. Que Jesús tuvo la mejor opinión del vino, prueba
no sólo el texto evangélico sino, sobre todo, que en la hora suprema de su vida
hiciera del pan su cuerpo, y del vino su sangre para que comieran y bebieran
sus discípulos.
Ya me disponía
yo a proseguir con esta conversación, pero entonces él hizo un leve gesto, como
para concluir la charla, y con una amplia sonrisa, al ser tocado por un rayo de
sol, se esfumó de mi vista. Cuando me disponía yo a salir de los jardines de
Méndez Núñez recordé una frase que
Maimónides enseño a sus discípulos: “Los beneficios que trae consigo la
ingestión de vino son muchos, si es bebido en cantidad apropiada. Conserva el
cuerpo humano en condiciones sumamente saludables, lo mismo que cura muchas
enfermedades”.
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