viernes, 22 de enero de 2016

SEMEJANZAS MANDUCATORIAS ENTRE JOAQUIN EL CHAPO GUZMAN Y ADOLFO HITLER



Hace tres días las autoridades del centro penitenciario de máxima seguridad de El Altiplano, donde se halla recluido, por segunda ocasión, el narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán Loera, informaron a la opinión pública que los alimentos que le son servidos cotidianamente son previamente degustados por un perro, debidamente entrenado para estos menesteres. Si transcurridos quince minutos de que el can haya ingerido esos alimentos, no presenta ningún trastorno, entonces esa comida le es servida al prisionero. Esta medida es para impedir que alguna persona ---enemiga de ese narco--- pudiese envenenarlo dentro de la prisión.

Este tema, el referente al hecho de que alguna persona o algún animal pruebe la comida que le será servida a un jerarca, quien teme que los alimentos que le presentan pudieran causarle la muerte, es muy antiguo, pues ya desde la época del florecimiento del imperio romano existían personas cuyo oficio era degustar los platillos destinados a los altos dignatarios. En la Antigua Roma los emperadores tenían a su servicio un criado, encargado de degustar los vinos y alimentos que luego le serían servidos. Era ese encargo ---el de pregustador, palabra que proviene del latín praegustator ---funcionaba un criado denominado Pregustador, y se menciona que un eunuco, de nombre Halotus, había sido quien probaba esos alimentos para el emperador Claudio.

Ya en tiempos más recientes se les daba, a quienes ejercían este peligroso encargo el nombre de “catavenenos” , y en algún portal de internet leí que era generalmente desempeñado der esclavos.
 (Acerca del nombre “catavenenos” diré que el año 2007 fue publicado el libro El Catavenenos, escrito por Peter Elblng (Editorial Planeta), cuya trama transcurre en la Italia del Renacimiento, y Ugo Difonte, es un campesino viudo quien se ve convertido en “el catavenenos de un aristócrata en extremo cruel y sanguinario”. 

En otro libro de ficción, el cual lleva por título El Banquete, escrito por Orazio Bagnasco (Plaza & Janés, 1999), aparece la palabra Credenciero, que tiene por significado la de “criado que tenía a su cuidado “fare la credenza”, equivalente a hacer la “salva”, antes de que bebiera su señor”  

El Diccionario de la Real Academia Española incluye el vocablo Salva y lo define de la siguiente manera: “Prueba que hacía de la comida y bebida la persona encargada de servirla a los reyes y grandes señores, para asegurar que no había en ellas ponzoña”. Encontré también la palabra maestresala, definida como “En los comedores de hoteles y ciertos restaurantes, el jefe de camareros que dirigía el servicio de las mesas”. Igualmente tiene el significado de “Criado principal que asistía a la mesa de un señor, presentaba y distribuía la comida y la probaba para garantizar que no contenía veneno”.

Abundando en estos asuntos señalaré que en el portal El Clarín.com leí, el 30 de abril de 2013, un artículo titulado  Margot, la mujer que todos los días probaba la comida de Hitler”. En ese texto, generado conjuntamente por la agencia periodística AP y el diario Clarín, queda asentado, que durante dos años y medio,  junto a otras catorce mujeres, probó la comida destinada al Fuhrer. A los 95 años. Recién en el ocaso de su vida, Margot Woelk, en su casa de Berlín, reveló su historia. Ese relato me parece muy interesante, y por ese motivo lo transcribo en este espacio.

“Eran festines con espárragos sublimes, bañados con miedo. Y por más de un siglo, Margot Woelk escondió su secreto a todo el mundo, incluso a su esposo. Pero pocos meses después de cumplir 95 años, reveló la verdad sobre su papel en la guerra: ella era quien probaba la comida de Adolf Hitler.
Woelk, quien para entonces estaba en sus veinte, pasó dos años y medio como una de las 15 jóvenes mujeres que probaban la comida de Hitler, para asegurarse de que no estuviera envenenada, antes de ser servida al líder nazi en la “Guarida del Lobo”, el cuartel fuertemente vigilado ubicado en lo que ahora es Polonia, y donde el jefe del III Reich pasaba la mayor parte de su tiempo hacia el fin de la guerra. “Era vegetariano. Nunca comió carne en todo el tiempo que yo estuve ahí”, recuerda Woelk. “Y Hitler estaba tan paranoico con la idea de que los británicos lo iban a envenenar, que por eso tenía a 15 chicas para probar sus alimentos antes de comerlos”.

Con muchos alemanes sufriendo la escasez de alimentos y bajo una dieta insípida a medida que se desarrollaba la guerra, probar los alimentos de Hitler tenía sus ventajas. “La comida era deliciosa, los mejores vegetales, espárragos, pimientos, todo lo que pudieras imaginar. Y siempre acompañado de arroz o pasta”, recuerda. “Pero este miedo constante ... sabíamos de los rumores de envenenamiento y nunca podíamos disfrutar la comida. Todos los días temíamos que fuera la última”.

Esta pequeña historia es en realidad un cuento de terror, dolor y distanciamiento para los sobrevivientes de la guerra. Sólo ahora en el ocaso de su vida, Margot estuvo dispuesta a contar sus experiencias, que había enterrado por vergüenza y por el miedo a ser perseguida por haber trabajado con los nazis, aunque insiste que jamás fue un miembro del partido. 

Woelk primero reveló su secreto a un periodista de Berlín meses atrás. Desde entonces el interés por su vida ha sido abrumador. Maestras le escribieron y le pidieron fotos y autógrafos para darle vida a la Historia para los alumnos. Varios investigadores de un museo la visitaron para interrogarla sobre los detalles de sus días como la “degustadora” de Hitler.

Woelk cuenta que su asociación con Hitler comenzó luego de que huyera de Berlín para escapar de los ataques aliados. Su marido se había ido al frente con el ejército alemán, así que se mudó con unos familiares que vivían hacia el Este a unos 700 km, en Rastenburg.  Allí fue reclutada como empleada pública y asignada durante los siguientes dos años y medio como degustadora de alimentos y a cargo de las cuentas de la cocina en el complejo de La Guarida del Lobo, a pocos kilómetros de Rastenburg. 

Hitler era reservado, incluso en la intimidad de su guarida, al punto de que ella jamás lo vio en persona. Solo llegó a ver a su pastor alemán, Blondie, y a los guardias de la SS, que hablaban con las mujeres.
Con el ejército soviético en la ofensiva y la guerra yendo cada vez peor para Alemania, uno de sus amigos de la SS le aconsejó irse de la Guarida de Lobo.Margot regresó entonces a Berlín en tren y se escondió.Las otras mujeres, recuerda Woelk, decidieron quedarse en Rastenburg porque allí tenían a su familia. Ese era su hogar.“Supe luego que los rusos ejecutaron a las otras 14 chicas. Fue cuando las tropas soviéticas tomaron el cuartel en enero de 1945.

Cuando Woelk regresó a Berlín halló una ciudad que enfrentaba su completa destrucción. Pero el horror no terminó con la capitulación. “Los rusos me atraparon. Me llevaron a un departamento y me violaron durante 14 días seguidos. Por eso nunca pude tener hijos. Destruyeron todo”.
Como millones de alemanes y europeos, Woelk comenzó a reconstruir su vida, tratando de olvidar. “Durante décadas intenté quitarme esos recuerdos. Pero siempre regresan para a atormentarme en las noches”

Hasta aquí esas transcripción.