miércoles, 23 de marzo de 2016

LA GASTRONOMIA Y EL HUMORISMO



El buen humor es una combinación
de bondad y sabiduría
EDWARD ROBERT BULWER-LYTTON
(OWEN MEREDITH  1831-1891)

Desde aquellos mis lejanos años de estudiante  ---hace poco más de seis décadas---, en la Escuela Nacional Preparatoria, ubicada en la calle de San Ildefonso,  me torné un adicto lector de las obras de Enrique Jardiel  Poncela (1901-1961), quien fue, para mi gusto, un notable escritor español catalogado como humorista, quien hizo gala en sus novelas y comedias teatrales  de un profundo conocimiento de la psiquis humana. Julio Torri, en su obra La literatura española dejó asentado que “espíritus ingeniosos y sutiles, como Julio Camba, Wenceslao Fernández Flores y Enrique Jardiel Poncela, practican el humorismo en novelas, cuentos y ensayos de alto valor imaginativo”. J. M. Buendía, por su parte, señala que quizá con Arniches y Muñoz Seca es Jardiel Poncela “uno de los autores españoles cuyas obras teatrales han merecido más reestrenos, por encima de Benavente e, incluso, de Casona y García Lorca”

La crítica literaria española ha considerado a Jardiel Poncela el único novelista  que, fuera de Benito Pérez Galdós (este escritor es una de las auténticas glorias de las letras hispanas), repitió dicho éxito como dramaturgo. Y al referirme a Enrique Jardiel Poncela diré que con  sus relatos mitad irónicos y mitad humoristas  ---y si fuera posible la existencia de una tercera mitad diría que ella estaría dada por su gran capacidad  para aludir, con gracia, ingenio y donaire a las cuestiones sexuales--- ha hecho las delicias de varias generaciones de lectores, quienes tanto nos hemos solazado con sus escritos.

Cuán gratamente recuerdo ahora que los libros escritos por Jardiel Poncela se pegaban literalmente a mis manos  (lo mismo en aquellos días juveniles que al presente, lo que es buena prueba  ---así lo considero yo--- del valor literario y la profunda hondura psicológica, insisto en ello, de que hizo gala este celebrado autor, cuya vida intima, según tengo entendido, fue muy desgraciada, lo que en mucho contribuyó a tornarse un acerbo crítico de la conducta sexual de la mujer, desde aquella primera novela suya  Amor se escribe sin hache. Luego vendrían ¡Espérame en Siberia, vida mía! Pero hubo alguna vez once mil vírgenes y La tournée de Dios, una de las obras que más me gustan del escritor que ahora me ocupa.

No solamente incursionó Jardiel Poncela en el género novelístico, alcanzando en su momento gran éxito de crítica y librería, sino que, así mismo, fue considerado un excelente autor  teatral (léase dramaturgo). Su obra Angelina o el honor de un brigadier, (estrenada en marzo de 1934),  escrita en verso, constituyó un señalado acontecimiento e la vida cultural de Madrid, al igual que ocurrió con El sexo débil ha hecho gimnasia y Eloísa está debajo de un almendro.

Si bien Enrique Jardiel Poncela no escribió una obra consagrada directamente a la gastronomía, como lo hizo Julio Camba con La casa de Lúculo, si pergeñó infinidad de aforismos en torno al comer y al beber, especialmente en sus libros Exceso de equipaje y El libro del convaleciente, en los cuales he abrevado para transcribir esos pensamientos y con ellos formar un ramillete de ingeniosas frases referentes al arte culinario y manducatorio.

El amor es como la salsa mayonesa: cuando se corta, hay que tirarlo y empezar otro nuevo.

La vida es tan amarga que abre las ganas de comer.

El amor, el tabaco, el café y, en general, todos los venenos que no son lo bastante fuertes para matarnos en un instante, se nos convierten en una necesidad diaria.

Vegetariano es un hombre que no come carne delante de testigos.

Restaurante económico: un establecimiento en el que se entra abriendo la boca y del que se sale bostezando.

Chocolate a la española: goma arábiga disuelta en leche.

Chocolate a la francesa: goma arábiga disuelta en agua.

Los hombres son como las botellas de agua mineral: sus precios y sus envases son distintos y su nombradía y fama diferentes. No obstante dentro de cada cual lo más frecuente es que haya una misma cosa: bicarbonato, y al extremo del cuello una sustancia idéntica: corcho.

Intentar convencer de algo a una mujer es como pretender matar a un boquerón con un torpedo.

Patata frita: viruta de madera desconocida que se come a fuerza de sal.

Pescadería: depósito de cadáveres conservados en hielo.

La embriaguez es el altavoz del  carácter.

No debe beberse vino, ni fuera de las comidas, a no ser que quiera uno emborracharse, en cuyo caso o se beben licores y vinos, o no se emborracha uno.

Sólo existe una cosa mejor que la pierna de la mujer: la pierna de cordero.

En la mujer, las lágrimas son el vermouth del amor.

El que es un pedazo de pan casi siempre es un zoquete.

En caso de llevarse cubiertos de alguna casa amiga, la urbanidad  manda que solo sean hurtados los de plata. Porque luego le dicen a uno ¿de dónde es ese tenedor?   De casa de fulano. Y si el tenedor no es de plata, fulano queda muy mal considerado.