jueves, 22 de septiembre de 2011

LA PUBLICIDAD DEL VINO HACE CASI 100 AÑOS


Una comida sin vino es como una belleza

sin gracia, como una flor sin perfume,

como una mesa sin música.

MAURICE DES OMBIAUX (1868-1943)

En fecha reciente se llevó a cabo la trigésima cena de la serie Gastrónomos y Epicúreos, del Grupo Enológico Mexicano, en el restaurante “La Finca Española”, de Polanco. En esa ocasión Miguel Guzmán Peredo disertó acerca del tema “El encanto de los carteles antiguos”. El título de esta charla bien podría haber sido “La publicidad del vino hace casi 100 años”, porque lo expuesto ---en esa presentación audiovisual--- hizo clara alusión a la forma como eran promocionados los vinos, principalmente en el continente europeo, a finales del siglo XIX y principios del XX..

En su presentación audiovisual el conferenciante hizo pormenorizada referencia a esa singular forma publicitaria, utilizada ya desde el siglo XVIII tanto por las bodegas vitivinícolas como por las productoras de licores, destilados y otras bebidas etílicas.

Acerca de la publicidad cabe señalar que hay quienes la remontan a los tiempos cuando se construyó la Torre de Babel, ya que se afirma que el primer testimonio del cual se tiene conocimiento es una tablilla de barro cocido, del año 3.000 A.C., con la escritura cuneiforme propia de los sumerios. En esa placa hay menciones a un comerciante de ungüentos y a un zapatero.

A continuación, en esta crónica, aparece un extracto de esa plática mencionada líneas arriba, utilizando la primera persona del singular para describir el tema presentado.

En alguna página de internet leí que “Los asirios, fenicios, árabes, griegos y cretenses realizaban el trabajo de mercadeo o comercio. Hace más de 2500 años las caravanas de mercaderes babilónicos se valían de hombres heraldos, de voz potente y clara pronunciación, para anunciar sus productos. Los griegos contaban con pregoneros que anunciaban la llegada de los barcos con cargamento de vino, especias y metales. Con frecuencia, el pregonero iba acompañado de un músico que sólo se mantenía en el tono adecuado. Los pregoneros después se convirtieron en el medio más común de anuncios públicos en muchos países europeos, como Inglaterra o España y continuaron en boga durante muchos siglos”.

Durante la Edad Media se registró un acentuado analfabetismo en Europa, lo que propició que los comerciantes se sirviesen de carteles pictóricos, colocados en exteriores, donde una imagen (un zapato, una copa de vino, una llave, un sombrero, etc,) fuese la clave para proyectar un mensaje visual, entendible por la inmensa mayoría de los transeúntes, que se enterarían que en ese local reparaban o vendían zapatos, vino, forjarían llaves o hacían o arreglaban sombreros. Este tipo de publicidad tuvo una amplísima difusión, principalmente en Europa, y hoy en día constituye una forma muy pintoresca de dar a conocer la actividad comercial de un establecimiento. Estos anuncios constituían una forma simbólica de dar a conocer lo que en lenguaje escrito muy pocas personas podrían entender. De esta manera, con una imagen fácilmente comprensible por todos, se hacía posible anunciar un producto determinado.

Partiendo de la base de que quien tiene por actividad el comercio requiere que el público consumidor esté informado de sus productos o servicios, se hace evidente la certeza de la voz popular que afirma “el que no enseña no vende”. Otros promotores de las virtudes de la publicidad recuerdan que “la gallina no sólo pone el huevo, sino que cacarea”, para avisar de ese hecho. Este vocablo, cacarear, tiene el sentido figurado de exaltar los méritos propios.

Una de las formas más antiguas de la publicidad, que se remota a varios siglos, es aquella que tiene lugar en exteriores, y puede aseverarse que a raíz de la invención de la imprenta dieron comienzo los primeros anuncios, de los cuales los carteles significaron un nuevo paso en la estrategia de anunciar diversos productos, que combinaron atinadamente imágenes artísticas con un breve texto, que era suficiente para motivar la atención de quien contemplaba ese anuncio comercial.

En el caso de los vinos, de los destilados y los licores, y por ende todo tipo de bebidas alcohólicas, los carteles constituyeron una manera muy atractiva de anunciar esos productos. El Diccionario de la Real Academia Española define así la palabra cartel: “El papel que se fija en algún paraje público para hacer saber alguna cosa”. En Francia el cartel toma el nombre de Affiche, mientras que en Italia es llamado Etichette. Y en los países angloparlantes utilizan el vocablo Poster, para ese medio de comunicación.

Me parece interesante consignar que en octubre de 2007 tuvo lugar en Logroño, el corazón de La Rioja, en España, una exposición de treinta carteles donde se mostraban las imágenes publicitarias de las principales bodegas riojanas, de tradición centenaria, como AGE, Bilbaínas, CVNE, Franco Españolas, López de Heredia, Martínez Lacuesta, Marqués de Murrieta, Paternina y La Rioja Alta.

También en Madrid se llevó a cabo, en noviembre y diciembre de 2007, otra exposición de carteles, con la finalidad de conmemorar el aniversario 75 de haber sido implantado en España el sistema de las Denominaciones de Origen. De esta singular muestra artística escribió Helena Sánchez-Monge lo siguiente: “Los carteles expuestos en el Ministerio de Agricultura se presentan en soportes muy diferentes como chapa, papel, cartón, cartulina o tela. Y recogen, en siete apartados, los aspectos principales del sector vitivinícola: viñedos, uvas y pasas; vinos, temas generales; vinos generosos y mistelas; vinos espumosos; aguardientes vínicos; aperitivos vínicos; y vinos y exportación, etc. Los carteles de esta exposición abarcan el periodo de 1890 a 1960. En ellos se advierten detalles como el marco paisajístico que rodea al producto, el cuidado con que se recolecta la materia prima, así como distintos momentos del consumo, incluyendo el acto de cata y escenas típicas de comidas en diversos ambientes. Se puede apreciar también la evolución del vestido, con una gran variedad de trajes y atuendos, regionales, típicos y de etiqueta”.

Por lo que concierne a Italia quiero mencionar que en este país, de acentuada tradición vitivinícola, existe una agrupación integrada por personas que coleccionan carteles (en italiano la palabra que significa cartel es Etichette). Lleva el nombre de Associazione Italiana Collezionisti Etichette del Vino: Asociación Italiana de Coleccionistas de Carteles del Vino: A.I.C.E.V.). En este grupo figura Angelo Musanti, quien posee 2.800 carteles cuya antigüedad se remonta al año 1775 y se extiende al año 1950.

En la disertación aludida en esta crónica Miguel Guzmán Peredo proyectó en una pantalla una cincuentena de bellas imágenes, que están basadas en carteles de España y de Francia, de años pretéritos. Allí se muestrean generalmente mujeres, elegantemente ataviadas a la moda característica de estos dos países. En algunos casos se aprecian vestimentas propias de la Belle Epoque, aquel período de la historia de Europa comprendido entre los postreros años del siglo XIX y la primera década del XX. En el caso de las bebidas etílicas españolas, brandies, cavas, manzanillas y licores, las mujeres principalmente portan atuendos típicos de Andalucía.

Al concluir esta disertación hizo uso de la palabra Sergio Olmos de Urquidi, directivo de la empresa “La Villa de Madrid”, para hacer referencia a una bodega de La Rioja, cuya razón social es Viña Ijalba. Hizo mención que fue fundada por Dionisio Ruiz Ijalba, en el año 1991, y al presente ha alcanzado numerosas distinciones por la calidad de sus vinos. De esta bodega degustamos el vino blanco Genolí, un monovarietal 100% de cepa Viura, cuyas características organolépticas fueron ponderadas por los participantes en esa cena, destacando sus delicados aromas frutales y florales. Entre varias otras cualidades.

Igualmente saboreamos el vino tinto Múrice, Crianza, cosecha 2005 (resultado de un coupage de Tempranillo con Graciano), igualmente de Viña Ijalba, al cual seguramente el enólogo de esa bodega le dio ese nombre por recordar que un molusco del género Murex (Murex brandaris), propio del Mediterráneo, producía un colorante empleado para teñir las vestiduras de reyes y alta jerarquía civil y eclesiástica, al colorear de una tonalidad púrpura los ropajes de esa aristocracia. Es un vino en extremo delicioso, de color violáceo profundo y de exquisito bouquet y delicioso sabor.

Al llegar el momento de la cena nos dispusimos a degustar dos platillos de señalada sabrositud, preparados por Estela Pérez, cocinera-propietaria de “La Finca Española” (muy agradable restaurante sito en Sudermann 235, en el área de Polanco). Inicialmente sirvieron Calamares a la Romana, sobre una cama de lechuga, y posteriormente Entrecot al queso cabrales. Con el primer manjar bebimos el vino blanco Genolí, cosecha 2010, estableciéndose un sápido maridaje. Con el platillo principal la armonización fue con Múrice, y la combinación fue excelente. El postre fue Arroz con lecha, tradicional de este salón comedor.

Antes del café bebimos una copa del mezcal “Pierde Almas”, elaborado en forma artesanal con el agave Do-ba-daán, cuyo grado alcohólico oscila entre los 48 y los 53 grados. Se trata de un destilado de grato aroma e intenso sabor, que día a día viene cobrando mayor demanda entre los consumidores nacionales.

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