domingo, 15 de abril de 2012

HACE 100 AÑOS SE HUNDIO EL TITANIC


¡Este barco no lo hunde ni Dios!

Conseja popular

Hoy, domingo 15 de abril de 2012, se cumplen cien años de la tragedia del Titanic, que en las primeras horas de la madrugada del lunes 15 de abril de 1912 se fue a pique, tras de haber chocado con un gigantesco témpano de hielo, cuando faltaban unas horas para que atracara en la ciudad de Nueva York, destino final de ese recorrido marítimo por el Atlántico Norte.

Lo primero que conviene señalar es que algún siniestro presagio debió existir en el momento en que los propietarios de la compañía naviera The White Star le dieron el nombre --en lengua inglesa--- de Titanic a un colosal navío, el cual debía ser, según sus constructores, el barco más grande, más lujoso y más rápido que jamás hubiera sido construido.

Hago alusión a una posible circunstancia funesta a la hora de bautizar ese gigantesco barco, en virtud de que, según la mitología helénica, Titán fue el nombre genérico de los 6 hijos varones y 6 hijas mujeres de Urano y Gea, Los hombres fueron llamados Titanes y las mujeres Titánides. Todos ellos se rebelaron contra Zeus y quisieron apoderarse del Cielo. La insurrección de estos dioses fue abolida cabalmente por Zeus, quien quedó como suprema autoridad entre las deidades del Olimpo, mientras que sus enemigos fueron aniquilados por completo.

En los primeros años del siglo XX los barcos constituían el único medio de transporte trasatlántico y transpacífico. Al no existir, todavía, la navegación aérea, ricos y pobres utilizaban las embarcaciones de gran calado para ir de un continente a otro. Las personas de escasos recursos, quienes emigraban de sus respectivos países en busca de mejores condiciones de vidas, solían viajar de Europa a América en esos barcos de colosales dimensiones, los cuales habían establecido una tenaz competencia (que se traducía en motivo de prestigio para las compañías navieras y los países donde estaban asentadas éstas), para alcanzar la distinción de ser galardonados con la “Cinta Azul”, que era otorgada al navío que efectuase en menor tiempo la travesía de Europa a América, y viceversa.

La compañía Cunard Line construyó el barco Mauretania, lanzado al agua en septiembre de 1907, el cual en las pruebas previas a ser puesto en servicio alcanzó una velocidad de 27.5 nudos (un nudo equivale a una milla náutica: casi dos kilómetros por hora (1.852 metros, exactamente), lo que corresponde a casi 51 kilómetros por hora. Este enorme barco cruzó el Océano Atlántico en 4 días, 10 horas y 51 minutos, a una velocidad promedio de 26 nudos (poco más de 48 kms/hora).

Durante 22 años, hasta 1929, ostentó el Mauretania la distinción de la preciada “Cinta Azul”, a más de que en el momento de su botadura fue el barco más largo, más rápido y lujoso de todos los que surcaban los mares.

Otro barco de la Cunard Line era el Lusitania (equipado con el máximo lujo para el confort de 2.300 pasajeros y 800 tripulantes), que efectuó su viaje inaugural en 1907. Este hermoso navío, prototipo de la suntuosidad más refinada, realizaba una travesía de Nueva York a Liverpool cuando fue alcanzado por un torpedo que le lanzó un submarino alemán, el 7 de mayo de 1915. En sólo 18 minutos se fue a pique ---en las proximidades de la costa de Irlanda--- a una profundidad de 96 metros, ocasionando la muerte de 1.198 personas: 785 pasajeros y 413 tripulantes.

El barco S.S. Normandie (de la Compagnie Générale Transatlantique), de 313 metros de eslora, cruzó el Atlántico el 29 de mayo de 1935 y atracó en Nueva York tras de una travesía de 4 días 3 horas y 14 minutos. Cuando fue lanzado al agua era el barco más largo y rápido de todos. Su velocidad máxima fue de casi 60 kilómetros por hora, si bien la velocidad promedio era de 56 kms/hora). Este buque registró el menor tiempo al cruzar el Atlántico, lo que le permitió obtener la “Cinta Azul”, que estaba en poder del crucero italiano Rex

Titanic fue el nombre de un navío de gran tamaño dimensiones e incomparable boato, cuya construcción, en los astilleros Harland & Wolf, de Belfast (la capital de Irlanda del Norte, una de las cuatro naciones que dan forma al Reino Unido), comenzó en 1908, y fue botado al agua el 31 de mayo de 1911 . Su denominación oficial era R.M.S. Titanic, ya que las iniciales R.M.S corresponden a las palabras Royal Mail Steamship. Medía 270 metros ---el tamaño de tres campos de fútbol--- de eslora (largo), 28 metros de manga (ancho) y 18.5 metros de altura total desde la línea de flotación a la cubierta. Contaba, para los pasajeros de primera clase, con lujosos comedores, piscina interior de seis metros de profundidad, tres elevadores, biblioteca, gimnasio y baños turcos. Las 29 calderas alimentadas con carbón le daban una velocidad de 23 nudos (42.5 kms/hora).

El 10 de abril de 1912, al filo del medio día, zarpó del puerto de Belfast rumbo a Southampton (Inglaterra).De aquí continuó a Cherburgo (Francia),y el jueves 11 de abril, a las 13:30 horas, salió de Queenstown (esta ciudad portuaria de la República de Irlanda llevó el nombre de Cobh, hasta 1849, y desde 1922 recuperó su antigua designación) hacia Nueva York. Este fue el último punto en tierra firme que tocó el Titanic, antes de navegar por las zonas septentrionales del océano Atlántico. Cabe decir que el costo del boleto de primera clase era de 870 Libras, en tanto que el de tercera era de dos Libras. En ese barco, donde se combinaba el lujo más refinado con la elegancia nunca antes vista, viajaban 1.343 pasajeros y 885 tripulantes. En total, 2.228 personas.

En alguna página de internet leí que “El precio de un camarote en primera clase oscilaba en torno a los 2.000 dólares. Si ese precio lo ajustásemos a hoy en día nos costaría aproximadamente unos 100.000 dólares. En cambio, en tercera clase un camarote costaba 32 dólares y su equivalente al siglo 21 sería unos 1.300 dólares”

En una excelente reportaje de Marcelo C. Ossó, titulado Crónica de un naufragio anunciado, publicado en el portal www.cibernautica.com, leí que un operario del astillero Harland & Wolf (donde fue construido el Titanic, cuyo costo previsto fue de un millón quinientas mil Libras, equivalentes a siete millones y medio de dólares) tenía un salario de dos Libras por semana.

En la noche del domingo 14 de abril, a las 23:40 horas, cuando navegaba a una velocidad de casi 41 kms/hora, un iceberg de 100 metros de altura ---que sobresalía dieciocho metros sobre el agua--- rozó el costado de estribor del Titanic, por muchos considerado “insumergible”. El daño ocasionó la entrada de gran cantidad de agua, que fue inundando los compartimentos estancos del barco, lo que hizo pensar a los oficiales que tenían a su cargo esta nave, que zozobraría en poco tiempo. Evaluados los cuantiosos daños se tomó la decisión de bajar las 20 lanchas salvavidas, en las cuales únicamente podían tener cabida 1.178 personas, poco más de la mitad del pasaje.

En menos de tres horas el Titanic se partió en dos, y a las 02:20 de la madrugada, del lunes 15 de abril de 1912, se hundió a una profundidad de casi 4.000 metros, ocasionando la muerte de la gran mayoría de quienes viajaban en ese barco, un verdadero palacio sobre las aguas. Los reportes varían en el número de fallecidos: unas fuentes de información mencionan a 1.503; otros a 1.517; y alguno más a 1.523).. De los 2.228 seres que allí se encontraban únicamente sobrevivieron 705, quienes fueron llevados a Nueva York (a donde llegaron el 18 de abril) a bordo del barco Carpathia, de la compañía Cunard Line. El “Titanic” se encontraba en el momento del hundimiento a 160 kilómetros al sur del Gran Banco de Terranova.

Me parece interesante consignar que en primera clase viajaban 173 pasajeros del sexo masculino, de los cuales el 66% pereció. Se salvaron 97 de las 100 mujeres que ocupaban dicha primera clase, así como los 5 niños que acompañaban a sus padres. De los pasajeros de segunda clase (cuyo número era de 635) sobrevivió el 8% de los hombres y el 84% de las mujeres, así como los 24 niños que allí viajaban. Del total de ocupantes de los camarotes de tercera clase (1.024) murió el 88% de los hombres y el 45% de las mujeres, así como el 70% de los niños.

Los barcos que llegaron horas después del hundimiento del Titanic recogieron los cuerpos de 328 personas que habían muerto por hipotermia o ahogamiento. 208 de ellos fueron sepultados en la ciudad de Halifax, en la Provincia de Nueva Escocia, Canadá. Los restantes, cuyos cuerpos se hallaban sumamente deteriorados por el oleaje marino, fueron sepultados en el mar.

En la Enciclopedia Wikipedia leo que El Titanic ha protagonizado un gran número de películas y series, siendo la más destacada la película estrenada en el año 1997, obra del director canadiense James Cameron, que consiguió ser un gran éxito de crítica y público, ganando 11 Oscars, y convirtiéndose en la película más taquillera de la historia, con una recaudación mundial total de 1.800 millones de dólares. Otras obras que cuentan la historia del Titanic son:

No deja de parecerme sorprendente lo que se consigna en ese portal de internet: El hecho de que “14 años antes que navegara el Titanic existió un libro de ficción llamado Futility, de Morgan Robertson, que describió un barco llamado Titán, que se creía insumergible. El autor lo llenó de gente rica y despreocupada, pero choca con algo parecido a un iceberg y se hunde en una noche de abril, además tenía casi el mismo peso, longitud y capacidad de pasajeros. Se considera que el autor usó el libro como una predicción del desastre del Titanic. Para otros es una asombrosa coincidencia”.

El investigador marino Robert Ballard, del Instituto Oceanográfico Woods Hole, de Massachussetts, localizó en septiembre de 1985 el pecio del Titanic, a una profundidad de 3.844 metros bajo el nivel del mar. Después de una exploración exhaustiva de aquellos parajes, y sirviéndose de batíscafos y de los vehículos a control remoto más sofisticados, pudo descubrir y filmar los destrozados restos de ese barco. En su libro Adventures in ocean exploración, bellamente ilustrado con infinidad de fotografías de los pecios por él explorados, entre otros el R.M.S. Lusitania y el Bismarck, narra con lujo de pormenores la dramática odisea del Titanic, y describe paso a paso la prolongada búsqueda y el exitoso encuentro con ese navío, hundido en el Océano Atlántico en abril de 1912, setenta y tres años antes.

Hace poco más de quince años apareció, en Barcelona, el libro La cocina del Titanic, escrito por Alejandro Sicilia, David Zurdo y Juan Agustín Rodríguez. En el prólogo asienta Javier Zapatero que “El Titanic era un gran hotel de lujo, flotante, al estilo de los famosos Ritz o Carlton. Todo estaba cuidado al mínimo detalle: los camarotes, las cubiertas de paseo, las diversiones, la cocina. Y es precisamente a su cocina a lo que está dedicado este libro. Nadie mejor que Auguste Escoffier, el emperador de los cocineros y padre de la nouvelle cuisine, el encargado de diseñar la mejor de las cartas para el mejor de los buques. Los pasajeros de primera clase pudieron disfrutar, durante los días que duró el malogrado viaje (menos de cinco), de una de las mejores cocinas del mundo”.

Los autores de este interesante libro señalan que “Todo lo mejor se reservó para el Titanic. Nadie podía realizar el viaje entre Europa y el Nuevo Mundo en un buque más grande, bello y lujoso . Y su cocina no podía ser menos. Los mejores platos, de los cuales habían de disfrutar los pasajeros de primera clase, habían sido diseñados por el célebre cocinero francés Auguste Escoffier. A bordo del Titanic, el segundo oficial en rango en todo el barco (su autoridad únicamente estaba precedida por la del capitán, Edward John Smith) era el jefe de cocina, Henry Tingle Wilde. El salón del restaurante principal media 35 metros de largo por 28 de ancho, y tenía capacidad para servir a 500 personas simultáneamente, y su decoración interior podía competir con la del Palacio de Versalles. En total, las cocinas del Titanic, que eran casi cuarenta, estaban atendidas por más de cien personas, entre cocineros, ayudantes, carniceros, pasteleros, panaderos, supervisores, encargados, etc”.

Considerando el crecido número de personas que viajaban en el Titanic (2.228 en total), las bodegas estaban repletas de toda clase de alimentos y bebidas. Para no tornar en extremo prolija esta relación, únicamente citaré algunos productos: cincuenta y cuatro mil kilos de carne fresca, cincuenta y cinco mil huevos, cuarenta mil kilos de patatas, quince mil botellas de cerveza, mil de vinos y ochocientas cincuenta de licores. En la crónica de Marcelo C. Ossó se menciona que el Titanic llevaba 3.450 botellas de vino, 2.500 de Champagne, 1.500 de alcoholes (supongo se trate de destilados), 140 de licores y 12.500 de cerveza. Resulta, igualmente, cautivante la relación de vajillas, cristalería y cubertería: casi 50 mil piezas de vajilla, 29 mil de cristalería, 44 mil de cubertería, y 15 mil copas de champagne.

En otra parte de esta obra, resultado de una plausible investigación histórica en torno al naufragio más comentado en el mundo, aparece la lista de los vinos que eran guardados en la cava del Titanic, caldos de Francia, España, Italia, Alemania y Portugal. Entre otros, los más famosos de Borgoña, Burdeos, Ródano y Champagne, en el caso de Francia. De Jerez, Priorato, La Rioja y Penedés, procedentes de España, Y así en tratándose de vinos italianos, alemanes y portugueses.

Para concluir, diré que los naufragios (nombre que recibe el hecho de que una embarcación que navega por la superficie de un lago, río, mar u océano se vaya a pique) siempre han constituido motivo de atracción para un crecido número de personas. Quizá por pensar que en esa “cápsula de tiempo” en que se convierte el navío que reposa en el lecho marino, existe un tesoro oculto, o bien un secreto que posiblemente nunca será conocido. Es muy probable que quien lee una narración de esta índole, no deja de pensar en la terrible suerte que significa ser engullido por las aguas del mar, frígidas, las más de las ocasiones.

En el caso del Titanic existió una lamentable cadena de circunstancias anómalas, que trajo como consecuencia lógica el hundimiento de un buque reputado “insumergible”. Primera falla: los vigías encargados de atisbar el horizonte, para detectar la presencia de los enormes témpanos de hielo (muy frecuentes en esa época del año en la zona de navegación que seguía la nave), no contaban con lentes de visión lejana. Los binoculares habían sido extraviados antes de zarpar de Southampton. Segundo error: el capitán Smith hizo caso omiso de los seis avisos que fueron recibidos por radio (entre las nueve de la mañana y las 21:40 de la noche del domingo 14 de abril), enviados por los barcos Caronia, Noordam, Baltic, Amerika, California y Mesaba, en el sentido de que en esa ruta marítima habían sido avistados muchos bloques de hielo, de gran tamaño, flotando sobre las aguas. En lugar de disminuir la velocidad de navegación (se ha dicho que el capitán de la nave deseaba hacer el menor tiempo posible en esa travesía, que sería la última, antes de retirarse) la mantuvo invariable, con la finalidad de llegar con mayor prontitud a Nueva York. La tercera falla estuvo dada porque no contaba con las apropiadas luces de señales, para avisar a otros buques cuando estuviese en problemas. Además de los tres imperdonables yerros ya señalados, queda referirse al que para muchos fue el más importante de todos: al iniciar la travesía atlántica: debió haber llevado las suficientes embarcaciones salvavidas para todos los pasajeros (en esos años no existía la obligatoriedad de que hubiese un mayor número de lanchas para casos de emergencias, para todos los pasajeros), las cuales, finalmente, fueron ocupadas por la mitad de las personas que podían tener cabida en ellas. Había lugar para casi 1.200 personas en esas lanchas, y únicamente subieron a 705.

El naufragio del Titanic, del cual ha corrido más tinta de todos cuantos han ocurrido en la historia de la navegación, motiva la señalada fascinación de saber que estando el pecio ubicado a 4.000 metros de profundidad, los hombres de ciencia tuvieron la capacidad técnica de filmar los restos del que fuera un barco de increíble suntuosidad, convertido ahora en espectral morada de los peces abisales. Ya después vendría la magia de una filmación que magnificó la tragedia, convirtiéndola en sugerente leyenda.

En la noche del domingo 14 de abril de 1912, cuando ya todos imaginaban que en unas cuantas horas llegarían a su destino, la ciudad de Nueva York, fue servida la postrera cena, de gran gala, de ese recorrido náutico ---cuyo viaje inaugural tuvo una duración de menos de cinco días---, la cual fue, indudablemente, ocasión de grandes lujos culinario. El menú constó de diez platillos diferentes, regiamente armonizados con magníficos vinos. Los afortunados magnates (¿afortunados?) que viajaban en primera clase tuvieron la oportunidad de saborear los guisos diseñados por el chef Auguste Escoffier, mientras escuchaban a la orquesta de cuerdas, dirigida por William Hartley, integrada por siete músicos. Entre otras melodías fueron interpretadas las siguientes: El Capitán (Sousa), Elite Syncopations (Joplin), Humoresque (Dvorak), Intermezzo (Mascagni), Stanchen (Schubert) y Wiener Blut (J. Strauss II). Pocas horas más tarde se registraría la colisión con un enorme témpano de hielo, que causaría la tragedia marítima que, un siglo más tarde, sigue conmoviendo a todos.

Addenda

Cuando ya estaba terminada la redacción de este artículo, con mira a ser publicado hoy, domingo 15 de abril de 2012, apareció el día 9 de este mes una nota periodística emitida por la agencia noticiosa AFP (Agence France Presse) desde la ciudad de Londres, en la cual informaba que el día anterior ---domingo 8 de abril--- había zarpado de la ciudad de Southampton el crucero Balmoral, con descendientes de los náufragos de 1912, quienes deseaban rememorar aquel trágico acontecimiento. A bordo iban mil trescientos nueve pasajeros (exactamente, señala esta nota, el mismo número del Titanic, hace cien años), de una treintena de países, quienes pagaron, por persona, de 2.799 Libras Esterlinas (58.628 pesos mexicanos) a 5.995 Libras Esterlinas (125.568 pesos mexicanos, al tipo de cambio del 11 de abril de 2012), según la categoría de la cabina o del camarote. En esta nota de prensa queda señalado que el precio del viaje, de cinco días, incluye comidas inspiradas en las del Titanic.

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