lunes, 20 de junio de 2016

CONVERSACIONES GASTRONOMICAS INTEMPORALES (XI)



UNA CHARLA CON JULIO CAMBA


Hace unas semanas estaba yo paseando por la ciudad de La Coruña, una primorosa urbe portuaria gallega cuyo desenvolvimiento urbanístico,  especialmente en las cuatro últimas décadas,  ha sido en verdad sorprendente, cuando me encontré en una plazoleta con Julio Camba, escritor nacido en Galicia en 1882  (y fallecido en 1962),  autor del simpático libro La Casa de Lúculo.  El sitio donde me topé con don Julio, inesperadamente por cierto, se llama Plaza del Humor  ---ubicada no lejos de la Plaza de María Pita y del Mercado de San Agustín---, y está dedicada a quienes, a nivel mundial, han descollado en esa difícil faceta de la literatura, y del humorismo en general.  Allí han sido colocados bustos e imágenes y los nombres de numerosos  personajes (lo mismo escritores que actores o bien los personajes por ellos creados y hechos famosos) considerados figuras cimeras de este género, como Mark Twain, Antón Chejov, Enrique Jardiel  Poncela, Gilbert Keith Chesterton, Alfonso Rodríguez Castelao, Wenceslao Fernández Flores, Groucho Marx, Charles Chaplin, Mario Moreno “Cantinflas”, Mafalda, Asterix, Obelix  y La Pantera Rosa, entre muchos otros. 

Una escultura en nívea  piedra representa a Alvaro Cunqueiro  (humorista y gastrónomo gallego),  y un busto en bronce a Julio Camba, en cuyo rostro destaca la nariz aguileña que caracterizó el perfil de este escritor.  Ni el paso  ---¿o debía yo decir, el peso?--- de los años ni la frialdad del metal, que de manera tan atinada muestra su característico contorno, pudieron impedir que entre el autor de La Casa de Lúculo, y quien estas líneas escribe se entablara un agradable diálogo, cuyas partes sobresalientes ahora recojo en este escrito.

---Dígame, don Julio, ¿qué le parecer hallarse en este lugar, rodeado por tantos humoristas?
---Me parece muy bien, pues estoy en mi elemento, ya que a más de haber escrito La Casa de Lúculo, obra por la cual soy más conocido, también soy autor de La Ciudad Automática, Aventuras de una Peseta y La Rana Viajera, donde aflora el filón de humoristas de mi estro creador.
---Quien como usted  fue un distinguido gastrónomo, ¿qué opinión tiene de la cocina peninsular?
---En mi sentir, la cocina española está todavía a merced del aire y del sol, de los días y de los vientos.  Todo  lo que nos da la naturaleza es excelente.  Todo  lo que necesita de nuestro cuidado es deplorable.
---Y de la cocina vegetariana, hoy en día tan de moda en todo el mundo, por aquello de reducir el colesterol y los triglicéridos, ¿qué piensa usted?
---Los vegetarianos constituyen una secta entre científica y religiosa, formada por
 hombres de poco humor y de menos jugo gástrico.  Esta clase de hombres ha sido siempre muy aficionada a fundar sectas.
---Acerca de la concordancia existente entre los vinos y los alimentos, que aconseja los vinos blancos para acompañar pescados y mariscos, y tintos para las carnes rojas, ¿cuál es su sentir al respecto?
---Qué razón hay para no tomar, por ejemplo, vino tinto con el lenguado o vino blanco con la perdiz?
---Pues sencillamente  la misma razón que existe para no tomar la perdiz con salsa de tomate o lenguado con confitura de fresas.  La misma,  no otra ninguna.
---Dígame,  Don  Julio, de todos los pescados que puede usted comer, aquí, en Galicia, ¿cuáles son sus preferidos?
---El lenguado es bueno, quizá el mejor de todos los pescados.
---¿Y de los mariscos?
---La nècora, el buey, los percebes, las veneras o vieiras, las zamoriñas y berberechos, los erizos y mejillones, los linguerones o cuchillos.  Y no hablemos de las ostras, aunque las de Puente de San Payo, en la ría de Vigo, son las mejores del mundo.
---Usted dijo que los franceses han creado una gran cocina, la mejor cocina del mundo, por no decir la única, mientras que de la italiana, concretamente la napolitana, señaló que exige tanto de la mandolina como del tomate, ya que es una cocina lírica. Ahora bien. permítame preguntarle su opinión de la cocina norteamericana.
---¿Qué clase de cocina quieren ustedes que tengan los que han sido capaces de implantar la “ley seca”?  No hay, no ha habido, no habrá nunca cocina en Norte América.  Parece imposible que en un país que se extiende por todas las zonas y bajo todos los climas, con un océano a un lado y otro océano al otro, no haya podido lograrse aún una cocina algo específica; pero así es y debemos consignarlo.  Los americanos no han tenido nunca una cocina propia, y tampoco llegarán jamás a tenerla.
---Para concluir con esta conversación, quisiera decirme, usted, quien de manera tan castiza y acertada escribió acerca de la gastronomía, ¿cuáles son las normas del perfecto invitado?
---Le diré tres de ellas, las que son mis favoritas, ya que describen perfectamente mi pensamiento acerca del tema.           
1.- Cuando aparezca en la mesa un plato notoriamente inferior a todos los otros, elógiese sin reserva.  Indudablemente, ese plato es obra de la dueña de la casa.
2.- El agua del aguamanil, con su rajita flotante de limón, es para limpiarse los dedos.  No vaya usted a confundirla con una taza de café o de té a la rusa y se crea obligado a tomarla por cortesía.
3.- Cuando en el restaurante le pase a usted el anfitrión la lista de vinos con el designio evidente de que elija usted el más barato, elija el más caro.  Así los anfitriones irán aprendiendo a elegir por sí mismos unos vinos pasables.

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