lunes, 13 de octubre de 2008

VISITA A LA FINCA DOÑA DOLORES

La bodega vitivinícola más importante del estado de Querétaro, no sólo por el volumen de vino que allí es elaborado, sino también por su indudable calidad enológica, es, sin duda alguna, la que lleva por nombre Freixenet de México.

(Conviene asentar, antes de proseguir, que la palabra Freixenet se deriva del nombre de la finca La Freixenada ---el término freixa, en idioma catalán, significa fresno---, propiedad de la familia Ferrer hace varias centurias).

A una altitud de 2.000 metros sobre el nivel del mare, y a una distancia de cuarenta kilómetros de la ciudad de San Juan del Río, se ubica la población de Ezequiel Montes. A un paso de esta urbe se localiza esta hermosa finca, llamada Hacienda Doña Dolores, que fue inaugurada el 10 de noviembre de 1986.

Ya he señalado anteriormente que fue escogido ese sitio rural porque las tierras calcáreo-arcillosas son apropiadas para sembrar diferentes variedades de uvas como Chardonnay, Pinot Noir y Macabeu, entre otras. Las cavas subterráneas de esta empresa ocupan una parte del predio rural de cincuenta hectáreas, y se ubican a una profundidad de veinticinco metros, donde la temperatura es casi constante de doce grados centígrados durante todo el año.

En fecha reciente el Grupo Enológico Mexicano fue invitado por Jordi Fos (el enólogo y director general de Freixenet de México) a una visita a las instalaciones de esta empresa, filial de la matriz de Cataluña que es líder mundial en la venta de vinos espumosos. El paseo dio comienzo con un almuerzo, a las nueve de la mañana, en el restaurante “Los Arcos” ---ubicado a corta distancia de la caseta de peaje de Palmillas---, donde degustamos exquisitos tacos de barbacoa, y pancita, maridados con el vino espumoso Doña Dolores Brut Nature Gran Reserva, que es resultado de un coupage de 40 % Macabeu, 40% Saint Emilion, 15 % Chenin Blanc y 5 % Pinot Noir. Raymundo López Castro, Miembro de Número del Grupo, obsequió diez botellas para que los veinte participantes disfrutaran opíparamente de tan deliciosa manducatoria.

Al concluir este matutino yantar fuimos a Tequisquiapan, y allí visitamos el Museo del Queso y del Vino, un pequeño recinto dedicado a estos dos alimentos de milenario consumo por el género humano.

Luego fuimos a la Hacienda Doña Dolores, y allí nos recibió Jordi Fos, con quien hicimos una detenida visita a las instalaciones. A un lado de los tanques de acero inoxidable, donde empieza la fermentación, nos hizo una pormenorizada relación de los complejos procesos que tienen lugar en el mosto antes de que el vino, en su momento idóneo de maduración, se halle listo para ser degustado hedonísticamente.

A continuación descendimos a la parte más profunda de la bodega, a veinticinco metros, donde la temperatura es la más conveniente para estabilizar el vino, que reposa en las botellas. En este sitio Jordi Fos nos dijo que hay dos millones de botellas, reposando en la quietud y oscuridad, al abrigo de una temperatura constante, hasta que llega el momento de pasar al área donde se les coloca el tapón de corcho definitivo, con el que son puestas a la venta, cuando han alcanzado el punto exacto de madurez.

Al concluir el recorrido de casi una hora de duración, con las oportunas explicaciones de cada paso del proceso de elaboración ---especialmente de los vinos espumosos---, fuimos al comedor de la Finca Doña Dolores, donde Jordi Fos y Gema, su esposa (quien comparte con Jordi la pasión por elaborar magníficos vinos, y hacer de Freixenet de México una empresa reconocida por la calidad de sus caldos báquicos) ofrecieron a los miembros del Grupo Enológico Mexicano una exquisita comida, a base, principalmente, de lechón asado.

Antes de que diese comienzo ese ágape saboreamos varios vinos. El primero fue un vino blanco que se halla en sus últimos momentos de maduración. Se trata de un coupage de Chenin Blanc y Sauvignon Blanc, que causó una gratísima impresión a los comensales allí presentes. Si bien sus cualidades visuales eran muy sugestivas, al olfato se reveló como poseedor de sorprendentes matices odoríferos: limón real, piña, guayaba, manzana verde, toronja, con ciertos dejos de flores blancas. A la boca mostró una acidez muy grata y equilibrada.

En seguida probamos el vino espumoso Doña Dolores Brut Nature Gran reserva, elaborado con la variedad Chardonnay, que por su frescura y por la burbujeante sensación a la boca resultó muy refrescante.

El tercer vino fue el Sauvignon Blanc/Macabeu, de muy encomiables cualidades, especialmente al olfato y al gusto. Y luego sirvieron el vino tinto 4 Regiones, elaborado con seis variedades de uvas (Cabernet Sauvingon, Cabernet Franc, Merlot, Malbec, Tempranillo y Syrah), procedentes de cuatro entidades de México: Aguascalientes, Guanajuato, Querétaro y Zacatecas. Este es un vino de excelentes características organolépticas, color rojo picota, de capa media alta, acentuado escurrimiento de glicerol, aromas de frutos rojos en vías de pasificación, tabaco, cuero, barrica, vainilla, chocolate, y balsámicos, entre otros. A la boca es un vino de gran cuerpo y magnífico retrogusto, que con el lecho asado armonizó muy bien.

La comida concluyó (tres horas después de haber iniciado) con pastel de chocolate y café express, y con la degustación de Oporto 20 años y puro Valdez, que Raymundo López Castro llevó para todos los comensales. .

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