domingo, 18 de marzo de 2012

EL ETILISMO EN LOS GATOS Y EN LAS MOSCAS DEL VINAGRE


Ray Milland fue un talentoso actor estadounidense, quien en el año 1945 obtuvo la estatuilla dorada del Oscar de la Academia, por su genial interpretación de un alcohólico crónico en la película “The Lost Weekend” (mejor conocida por su título en español: “Días sin Huella”). En ese filme ---dirigido por Billy Wilder--- Ray Milland da vida al personaje de Don Birman, un frustrado escritor víctima del alcoholismo. Aún recuerdo las espantosas imágenes de las pesadillas que padecía ese infeliz, cuando presentaba los angustiantes cuadros de delirium tremens, que lo aquejaban después de haber bebido grandes cantidades de whisky.

He recordado aquella extraordinaria interpretación fílmica en virtud de que, en forma repetida, en la prensa nacional aparecen diversos artículos en los cuales se da cuenta del preocupante incremento que viene teniendo el alcoholismo, especialmente entre la población joven de México. Esta dependencia crónica a las bebidas etílicas viene haciendo presa de mayor número de mexicanos, de edades cada vez menores, y afecta no solamente al individuo que ingiere, repetida y excesivamente, diversos tipos de bebidas etílicas, sino también a su entorno familiar, y para paliar sus gravísimas consecuencias han sido establecidas diversas acciones preventivas, a cargo de las autoridades sanitarias de nuestro país.

Por otro lado, y este es el motivo principal de este escrito, quiero referirme a un artículo escrito por el doctor Jaime Roig, publicado en la revista “Semana Médica de México” hace aproximadamente cuarenta años. Esta publicación ---de amplia circulación entre los profesionales de la medicina de México---, fundada y dirigida por el doctor Alfredo Márquez Campos, dio cabida a infinidad de colaboraciones no únicamente de carácter científico sino también humanístico. Y entre muchas otras apareció esta nota en torno al alcoholismo, titulada “Días sin huella para gatos”, de la cual haré una breve sinopsis, pues la considero en extremo interesante.

Así es que dejo la pluma al doctor Roig, quien escribió la siguiente historia, que ahora yo condenso, dada la extensión de ese ensayo médico.

En los laboratorios de fisiología hay muchedumbre de perros y ratones, pero el gato, siempre tan mañoso, ha escapado de esa experimentación, sin poner en juego sus siete vidas. Y aunque Pavlov escogió al perro en sus experimentos de acondicionamiento, ahora se busca en el gato la respuesta de muchos interrogantes a los problemas de adaptación, tanto a las condiciones exteriores como a los conflictos íntimos.

En una película científica, presentada por una gran firma de productos farmacéuticos, vi la manera cómo se expone la adaptación de un gato para resolver sus problemas de duda. Empieza la película con la formación del clásico reflejo condicionado. El gato destapa una caja y en ella encuentra un pastelito de pescado. Para abrir la tapa se apoya sobre una palanca. Luego aprende que una señal acústica le permite acercarse a la palanca. Se establece así una serie de señales: acústica-palanca-caja-pastel de pescado. El gato se siente feliz. En este momento se presenta al gato un plato de leche con una pequeña cantidad de alcohol. El animal rechaza enérgicamente esa mezcla. Si le son ofrecidos dos platos, uno con leche pura y el otro con leche y alcohol, nunca se equivoca en tomar el alimento puro. Incluso si se le distrae y son cambiados los platos de lugar, el gato olfatea el engaño y vuelve otra vez a tomar el alimento sin tóxico.

Establecidas así las cosas, se llega a experimento crítico. En el interior de la caja de donde hasta ese momento habían salido pastelillos de pescado, de cuando en cuando sale una corriente de aire frío, que da al gato una sensación no traumática pero sí desagradable. Y más que desagradable, desorientadora, pues en el mundo de los gatos las cosas deben ocupar su lugar adecuado; las cajas son para guardar alimentos y no para disparar huracanes en miniatura.

El experimento se repite en la misma secuencia, y en ocasiones sale el pescado y otras el aire frío. El gato empieza a mirar la caja con desconfianza. A veces, en la secuencia condicionada: acústica-palanca-caja-pastel de pescado, el gato comete errores. A la tercera ocasión que se ve chasqueado se aleja de la caja y se va a un rincón, desde donde dirige miradas de temor al aparato.

Nuestro gato pierde el apetito, no tan sólo del alimento que viene de la caja, sino de cualquier otro origen. Si se le da leche con alcohol, el animal la bebe sin vacilar. El tóxico determina un efecto notable. Mientras dura su excitación, vuelve el gato a probar la secuencia condicionada. Ya no tiene recelo, e incluso recibe el aire frío en la cara con una cierta impavidez, y ya se pasea por el recinto sin importarle nada la caja de las sorpresas.

El efecto, como es natural, se disipa. Entonces el gato vuelve a sentirse apocado y confuso. En este momento se le ofrecen al felino cinco platos de leche, pura en cuatro y con una dosis de alcohol en el plato restante. El gato, sin vacilar un instante, consume éste hasta el fin. Si el experimento continúa bastante tiempo el animal se alcoholiza y no puede dejar de tomar su tóxico, aún cuando las circunstancias exteriores se hayan normalizado.

Para que ese gato vuelva a ser el gato que vimos al principio debe procederse a un tratamiento psiquiátrico, que haga renacer su confianza. Poco a poco el animal olvidará su vicio y llegará a aborrecer la leche alcoholizada. El fenómeno es reversible, en tanto no haya motivos de frustración exteriores. Cuando en el universo gatuno las cosas ocurren como dicta su ley natural, el gato no necesita alcohol. De no necesitarlo, en pocos días llegará a odiarlo. Hasta aquí la referencia al escrito del doctor Roig.

El tratamiento del alcoholismo en los seres humanos no es tan fácil y tan rápido como en el gato motivo del anterior experimento. Las motivaciones implícitas en el ánimo de una persona que presenta acentuada proclividad hacia las bebidas etílicas, son muy complejas. Puede hablarse de frustraciones, temores, pesares, sentimientos de angustia, congojas y aflicciones, como causa predisponente, o determinante, del alcoholismo. Y para abolir, o por lo menos frenar, estos factores se requiere la intervención de un psicólogo o de un psiquiatra, para poner las cosas en su lugar. Hasta aquí la trascripción de aquel escrito médico.

En un reportaje publicado ---el 15 de marzo de 2012, hace tres días--- en el periódico "El País", de España, Alicia Rivera hace referencia al "experimento que han hecho unos investigadores estadounidenses, y que ellos mismos reconocen que empezó como una idea realmente loca, parece una historia sacada de la vida misma o de una película. Ella me dijo no, me doy a la bebida, sería el título. Los científicos lo han hecho con moscas del vinagre (Drosophila melanogaster) y lo que han encontrado es un mecanismo molecular directamente implicado en la reacción del cerebro a la gratificación o su ausencia. Los machos del ensayo de laboratorio, cuando son rechazados por las hembras, se dan al alcohol, mientras que los sexualmente satisfechos, se abstienen.

“La cosa empezó en un laboratorio de la Universidad de California en San Francisco, recuerda Galit Shohat-Orphir. Los investigadores sospechaban que podría haber algún mecanismo cerebral que relacionase las experiencias como el rechazo sexual con estados psicológicos como la depresión del sistema cerebral que responde a la gratificación. Decidieron probar. Ahora presentan los resultados del trabajo en la revista Science.

“En el experimento se forman dos grupos moscas macho para ser sometidas a dos experiencias sexuales distintas, explican los científicos. Unos machos pasan sesiones de una hora de duración de rechazo por parte de hembras que ya se han apareado, tres veces al día durante cuatro días. “Esto suprime el comportamiento de cortejo de los machos incluso ante hembras receptivas”, escriben Shohat-Ophir y sus colegas en su artículo. Los del otro grupo “experimentan sesiones de seis horas de apareamiento con múltiples hembras vírgenes receptivas, en una proporción de uno a cinco, durante cuatro días”. En el siguiente paso, los machos no satisfechos sexualmente se ponen en un nuevo recipiente en el que pueden elegir entre alimento normal y alimento al que se ha añadido un 15% de alcohol, y esas moscas que no se han podido aparear eligen preferentemente el segundo, mientras que los machos satisfechos, ante la misma elección, rechazan el alimento con etanol.

“Los machos sexualmente satisfechos se abstienen de consumir etanol

“La diferencia de comportamiento responde a lo que pasa en el cerebro de unos y de otros, explican los científicos. Según han descubierto, una pequeña molécula (denominada neuropéptido F) en el cerebro de las moscas, o más bien el nivel de esas moléculas, gobierna las diferentes conductas. El neuropéptido en cuestión es un regulador de la búsqueda de gratificación. Así, los machos que logran aparearse con éxito tienen gran cantidad de esa molécula en el cerebro, mientras que los rechazados tienen niveles inferiores y buscan una gratificación alternativa consumiendo alcohol hasta la intoxicación.

“Los investigadores han verificado este hallazgo haciendo también experimentos con moscas transgénicas. Mediante ingeniería genética pueden hacer manipulaciones del nivel del neuropéptido F. Cuando aumenta la producción de esa molécula en el cerebro de machos que no se han apareado, actúan como si estuvieran satisfechos sexualmente y rechazan voluntariamente el alcohol. Sin embargo, cuando el nivel del neuropéptido es bajo, los machos, aunque estén satisfechos sexualmente, actúan como si hubieran sido rechazados por las hembras y se dan a la bebida.

“Una molécula similar en humanos, el neuropéptido Y, puede igualmente disparar los comportamientos como el consumo excesivo de alcohol, y los investigadores se plantean que tal vez sea una pista para, en el futuro, poder tratar mediante este mecanismo los problemas de las adicciones. De hecho, recuerdan los científicos, los niveles del neuropéptido Y en el cerebro humano se reducen en personas que sufren depresión y problemas postraumáticos, lo que puede predisponerlas al alcohol. Pero se tardará tiempo en poder abordar este hallazgo en moscas como nuevo enfoque terapéutico en humanos, advierten los expertos. La molécula en cuestión está implicada, además, en la alimentación, la ansiedad y el sueño”.

Es de esperarse que estas investigaciones prosigan, para que de estos alentadores resultados se puedan derivan terapias específicas para controlar el inmoderado consumo de bebidas etílicas, y que este lacerante problema social pueda tener una terapia realmente efectiva.

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