viernes, 18 de mayo de 2012

LOS LIBROS QUE SE OCUPAN DEL VINO


El vino es una de las más grandes
medicinas de la humanidad.

ROGER PATRON LUJAN (1928-2009)

La publicación de una extraordinaria obra literaria, cuyo título es El Cáliz de Letras: Historia del vino en la literatura, escrita por el filólogo Miguel Ángel Muro Munilla (volumen que incluye mil seiscientas citas relacionadas con el vino, de cuatrocientos escritores, desde los clásicos griegos hasta los literatos  más recientes), editada por la Fundación Dinastía Vivanco para la Investigación y Divulgación de la Cultura e Historia del Vino  --- ubicada en la ciudad de Briones, en La Rioja Alta, en España---, me hizo pensar en la conveniencia de redactar un artículo en el cual hiciera referencia a los libros que, siendo posible encontrarlos en el mercado editorial de México, se ocupan de los diferentes aspectos de esta deleitable materia.

Es prudente mencionar, antes de continuar adelante, que el consumo de vino (debe entenderse por vino únicamente aquellas bebidas elaboradas con el jugo fresco de las uvas, de alguna de las muchas cepas de la especie Vitis vinifera, cuyo mosto posteriormente es fermentado merced a la acción de las levaduras) en nuestro país apenas llega   ---y debo agregar, escasamente---  a los 500 mililitros per cápita en un año. Si bien en todo el mundo se registra un acentuado descenso en el consumo de la bebida que tiene a Baco por emblema  (en España, país que otrora alcanzaba niveles de consumo de más de cien litros per cápita per año, ahora difícilmente llega a los treinta litros por habitante), en México, por muy diversos motivos, ha oscilado durante décadas en niveles insignificantes que van de  un cuarto a medio litro anual, por habitante. A este respecto he escuchado decir que de la población global de México (que según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, INEGI, asciende a casi ciento diez millones de habitantes) un mínimo porcentaje, estimado tentativamente en seiscientas mil personas, acostumbra acompañar regularmente sus alimentos con vino. Este segmento de la población de este país, por sus costumbres ancestrales, por sus  hábitos alimenticios y  por su nivel de vida  (existen otros factores que influyen en esta actitud, pero no es momento de incursionar en ellos), es el que ha hecho que el vino constituya hoy en día una bebida de muy amplio consumo entre un gran número de personas.

El hecho de que los mexicanos consuman actualmente más vino que hace un lustro, o una década, obedece a múltiples motivos: para muchos es una indudable señal de cultura gastronómica; otros ligan el consumo frecuente y moderado del vino al placer y a la alegría; no faltan quienes, al haber sido informados,  por la repetida publicación de noticias periodísticas, provenientes de todo el mundo, de  las múltiples propiedades salutíferas que trae consigo el degustar vino en forma cotidiana y mesurada, consideran conveniente incluir una o dos copas de vino con las comidas. A este particular diré que cualquier lector de periódicos (u oyente de las emisiones radiofónicas y/o vidente de los noticieros de televisión)   tiene la posibilidad de enterarse, casi cotidianamente,  de las innumerables propiedades benéficas que aporta al organismo el vino, cuando es bebido con moderación. Esas noticias que los diferentes medios de comunicación dan a conocer, se refieren a los resultados de las  investigaciones científicas hechas en todo el orbe, que permiten aseverar que las personas que tiene el encomiable hábito de beber un par de copas de vino al día están menos expuestas a los accidentes cardiovasculares, al Alzheimer, al cáncer de próstata y a muchos otros padecimientos. No quiero que se piense que soy un panegirista del consumo inmoderado de vino, ni que considero que esta báquica bebida es una panacea para todos los males. Lo cierto es que desde tiempos de Hipócrates (siglo IV A.C.), pasando por Galeno (siglo III D.C), Avicena (siglo XI), Maimónides (siglo XIII), Vesalio (siglo XVI), Pasteur (siglo XIX) y Fleming (siglo XX), se ha hecho amplia referencia a las numerosas cualidades benéficas del vino. Y ha sido en el tercer tercio del siglo XX y en los primeros años del siglo actual cuando se han multiplicado las publicaciones de los libros científicos y la celebración de los congresos internacionales, en los cuales el análisis de las virtudes que entraña el consumo moderado del vino es el meollo principal del asunto.

Para entrar en materia al ocuparme de los libros que versan en torno al vino, comenzaré por decir que hoy en día (a diferencia de hace algunos años) es frecuente encontrar en las principales librerías del Distrito Federal un crecido número de obras  que hacen referencia a los plurales aspectos del vino. El primer libro que yo recomiendo, para quienes desean empezar a conocer lo que es el vino, cómo está elaborado, cuáles son los principales países productores en el mundo, y cuáles son los vinos  más prestigiados de todos, lleva por título Vino para dummies. Fue escrito por Ed McCarthy y Mary Ewing-Mulligan, y lo publicó el Grupo Editorial Norma, de Bogotá, Colombia, en 1996. Es un magnífico volumen, de muy documentado contenido, ideal para los principiantes en este fascinante tema. 

Una obra mucha más compleja  --pero en nada reñida con la amenidad y la claridad en los conceptos---, porque hace cabal referencia a la forma cómo se degustan los vinos, mediante los órganos de los sentidos (vista, olfato, gusto, tacto y oído) es El gusto del vino: el gran libro de la degustación, escrito por un notable enólogo francés, Emile Peynaud, una de las personalidades más brillantes en el mundo del vino. Ediciones Mundi Prensa, de Madrid, España, publicó este libro en 1987. En este hermoso libro, de gran formato tipográfico, el lector conocerá a fondo la manera de evaluar analíticamente los vinos, por medio de la percepción de sus características organolépticas: aspectos visuales, olfativos y gustativos, principalmente.

Considero necesario incluir un libro más en esta breve relación de obras concernientes al vino. Escrita por André Dominé, la obra titulada escuetamente El vino (cuya versión original en lengua alemana fue vertida al castellano en 2001, por la Editorial Könemann) es un enciclopédico tratado de 928 páginas, bellamente ilustrado con centenares de fotografías a colores. Su amplísimo contenido hace mención a los orígenes del vino, a las centenares de variedades de uvas que se emplean para elaborar este báquico elíxir, la manera de degustar los vinos, y después pasa revista a los vinos producidos en todos los países con tradición vitivinícola. 

Por lo que concierne a los libros cuyo contenido es el vino de México, mencionaré dos  hermosos libros. Uno lleva por  titulado El vino mexicano: raíz, sarmiento y frutos. En los créditos aparecen como autoras Carla Faesler y Rocío Cerón, y como fotógrafo Michael Calderwood. Esta obra fue  publicada en 2003 por la empresa Revimundo México. En ella se hace detenida alusión a la mayor parte de las bodegas vitivinícolas de nuestro país.  El otro es Arraigo y florecimiento: historia de una familia. Fue editado por la empresa Vinícola L. A. Cetto en el año 2003, para conmemorar el aniversario número 75 de esa importante compañía nacional  productora de vinos. Allí queda consignada la historia de una familia consagrada a la elaboración de excelentes vinos. Comienza esta relación con la llegada a México del italiano Angelo Cetto, en 1924, cuyos descendientes han continuado con la encomiable tradición de hacer florecer una prestigiada bodega vitivinícola.  El texto fue escrito por Graciela de la Vega, y las fotografías fueron captadas por Michael Calderwood. . 

Aquellas personas interesadas en conocer los pormenores de las cualidades salutíferas de la bebida que tuvo sus orígenes hace más de seis mil años, encontrarán en el libro ¡ A tu salud!”, cuyo subtítulo si bien largo es muy claro por su contenido:  Los sorprendentes efectos preventivos y terapéuticos del vino  (escrito por David O’ Gorman y publicado la  Editorial Sirio, de Málaga, España) contiene una amplia información acerca de estos asuntos. El autor hace mención al desenvolvimiento histórico del vino como deliciosa bebida, cuyo consumo (sin pasar por alto su empleo externo como sustancia desinfectante utilizada en los vendajes, para cubrir las heridas en la piel), cotidiano y moderado, es del todo recomendable, ya que permite que el organismo humano reciba numerosas sustancias químicas, como los polifenoles, resveratroles, antocianos, flavonoides, etc, cuya acción benéfica es innegable. Esta obra es una documentada relación desde el punto de vista médico,  del favorable efecto del vino sobre el organismo humano.

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