lunes, 25 de abril de 2016

CONVERSACIONES GASTRONOMICAS INTEMPORALES (III)



UNA CHARLA CON EL ARCIPRESTE DE HITA





 Los especialistas en literatura española consideran que la obra que lleva por título El libro del buen amor fue escrita en 1330 por el religioso Juan Ruiz (1283-1360), mejor conocido por el nombre de Arcipreste de Hita.   Mucho han discutido los literatos si el autor tuvo la intención de redactar un tratado didáctico, o si simplemente, “en sus múltiples sátiras, burlas e ironías”, escribió con gran sentido humorístico este libro que ha sido calificado de “magnífico cuadro de costumbres de la sociedad castellana del siglo XIV.  Si bien se percibe cierta intención moralizante en este relato, no puede ser encasillado como de contenido aleccionador para quienes lo lean… La ironía y el gracejo con que describe situaciones francamente inmorales,  eróticas las más de ellas,  no permite suponer que sea un tratado destinado a brindar buenos ejemplos al lector”.

Una vez asentado lo anterior, mencionaré que hallándome una tarde estival en el Archivo de Indias, en Sevilla, huroneando en esa extraordinaria  biblioteca en busca de unos folios referentes a la gastronomía en la Nueva España del siglo XVIII, encontré en una oscura sala a un hombre ataviado con ropajes clericales.  Era de poblada barba, espesas cejas y prominente nariz. En su cara destacaban los gruesos labios, indicio de acusada sensualidad. Sus ojos pequeños y vivaces  sonreían pícaramente, de manera especial cuando cruzamos el saludo.  Tras de estrechar su mano él me dijo que era Juan Ruíz, el famoso Arcipreste de Hita, quien durante su vida hizo gala de temperamento mundano, rebosante de vitalidad.  En esos momentos no quise yo perder la oportunidad, tan insólita, que se me presentaba para conversar con quien tan buena disposición manifestaba para la plática.  Así le dije que me gustaría hacerle algunas preguntas, en cierta  forma  relacionadas con el placer que proporciona el comer y beber como Dios manda.  Mi interlocutor, con una amplia sonrisa que iluminaba su rostro, me alentó a iniciar la plática.

---A su juicio, Arcipreste, ¿Cuáles son los alicientes que tiene el hombre para normar su conducta vital?

---Como dice Aristóteles, y es verdad, el mundo trabaja por dos cosas: la primera, para tener el sustento, la otra es para conseguir unión con hembra placentera.  Si lo dijera yo, se me podría culpar, pero lo dice un gran filósofo, y no se me puede censurar.

---Al describir los siete pecados capitales se detiene usted en el de la gula.  ¿Qué opinión le merece esa flaqueza humana?

---Con mucha comida y vino crece la flema.  Luego, duermes con tu amiga y te ahoga la posterna.  A Adán, nuestro padre, por gula y tragonería, porque comió el fruto que comer no debía, lo echó Dios del paraíso aquel mismo día.  La glotonería causa una muerte violenta.  El comer sin medida y con mucha gula, y también el mucho vino matan más que un cuchillo.

---¿Qué recomendaría usted a un joven, acerca del hábito de beber vino?

---Por su propia naturaleza el vino es excelente.  Tiene muchas cosas buenas si se toma con mesura.  El que lo bebe en demasía pierde la cordura, y comete todas las maldades y locuras del mundo.  En el beber demasiado está todo mal provecho.  Los hombres borrachos pronto envejecen, pierden su color, se secan y enflaquecen.

---Uno de los personajes del Libro del buen amor es la Trotaconventos, una vieja encubridora  a su servicio, en varias aventuras amorosas,  esta anciana alcahueta  -- personaje muy similar a la Celestina de don Fernando de Rojas—  le facilitó a usted algunos lances eróticos.  Dígame, Arcipreste,  ¿Qué recomendaciones le hizo a usted esa facilitadora de enredos amorosos, acerca de la conveniencia de amar a alguna monja?

---Ella me dijo, “amigo, amad a alguna monja.  Seguid este consejo: ni se casará después ni lo divulgará.  Yo las serví un tiempo, viví allí diez años.  Quién diría la de manjares que les dan a sus amigos. A todos ellos los tienen complacidos.  Quién diría la de manjares que les dan en numerosas ocasiones.  Cuando tienen vino de Toro no beben el del país, por eso os digo, quien a monjas no ama no vale un maravedí”.

---Arcipreste, hay un antiguo refrán que dice que “más vale pan con amor que gallina con dolor”, y otro asegura, sobre el mismo asunto, que “más vale atole con risas que chocolate con lagrimas”.  Usted, en su libro, narra la fábula del ratón de Monferrado y el ratón de Guadalajara, que tanta similitud encierra con los dos refranes mencionados.  Dígame algunas frases de ese relato tan aleccionador.

---Lo hago con gusto. Después de sufrir un gran susto el ratón de Guadalajara, que estaba siendo atendido a cuerpo de rey, le dijo al ratón de Monferrado: prefiero roer habas seguro y en paz, que comer mil manjares perseguido y sin tranquilidad.  Las comidas costosas con miedo son agraz, todo es amargura donde hay miedo mortal.  En paz y con sosiego es rica la pobreza, al rico temeroso es pobre su riqueza.  Más valen en el convento las sardinas saladas, que perder mi alma con perdices asadas.  Todo esto tiene el sentido preciso de que es preferible disfrutar de alimentos sencillos en paz, que tener una mesa bien dispuesta en medio de pesares y sobresaltos.

Un instante después, viéndome el Arcipreste de Hita dispuesto a formularle otra pregunta, se llevó el dedo índice a los labios, como indicándome que guardara silencio.

Luego, tomando la palabra, al tiempo mismo que se levantaba de la mesa donde nos encontrábamos, dijo:  “Escribí un libro pequeño en texto, más la glosa no creo que es pequeña.  De la mucha santidad es un gran doctrinal, más de broma y burlas un pequeño breviario, por tanto pongo punto y cierro mi armario”.

Al tiempo mismo que concluyó de hablar vi a ese pícaro galanteador como esbozaba una sonrisa y su silueta se desdibujaba delante de mis ojos, desapareciendo su palpable corporeidad en unos cuantos segundos.  Fue así como terminó la sabrosa charla  con Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, autor de la amena obra  El Libro del buen amor.

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